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La economía salva al Amazonas

La política y la economía, más que la conciencia, han hecho que un 80% del bosque siga en pie; después de dos décadas los expertos advierten que su destrucción se ha hecho lenta, pero contin
vie 14 diciembre 2007 10:03 AM
La selva es víctima de las petroleras, madereros y guerrille

En la década del 80, los científicos dieron la señal de alarma: el Amazonas arde y se extinguirá para fines de siglo.

Dos décadas después, la osada predicción no se cumplió. Un 80% del mayor bosque tropical del mundo sigue en pie, una espesa alfombra de verde cruzada por el río Amazonas y sus 1,100 tributarios.

Pero los expertos advierten que la destrucción sólo se ha hecho más lenta, y que una vasta porción desaparece cada año a causa de actividades ganaderas, agrícolas y madereras.

Los motivos de la supervivencia del bosque tienen más que ver con la economía y un cambio de fortuna político que con la campaña ambientalista mundial para salvar el Amazonas.

En los años 80 Brasil estaba regida por una dictadura militar con planes ambiciosos para desarrollar la porción brasileña de la selva, 4.14 millones de kilómetros cuadrados (1.6 millones de millas cuadradas). Si el país no hubiese padecido una profunda crisis de la deuda a fines de ese decenio, ''todo habría desaparecido'', dice Philip Fearnside, un científico estadounidense en el Instituto Nacional para la Investigación del Amazonas, del gobierno brasileño.

Pero ése no es motivo para la complacencia, aclara. Si bien la tasa de deforestación ha bajado notablemente en los últimos años, sigue siendo alarmantemente alta y se ciernen nuevas amenazas, entre ellas las granjas corporativas provistas de la tecnología agrícola más moderna para cultivar soya, criar ganado y plantar cultivos para biocombustibles.

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''La inversión total en la región en los últimos 500 años es igual a la que se proyecta para los próximos diez'', dijo Joao Meirelles, director del Instituto Peabriu, que calcula que las inversiones privadas y públicas en la próxima década alcanzarán los 50,000 millones de dólares.

El futuro del Amazonas, publicitado por celebridades como el astro popular Sting, está estrechamente vinculado al cambio climático porque cada año la quema del bosque suelta millones de toneladas de anhídrido carbónico, el gas al que más se atribuye el calentamiento global.

El Amazonas es un importante absorbente del anhídrido carbónico y, mientras más se achica, mayores son los riesgos para el clima, advirtió el World Wide Fund for Nature (Fondo Mundial para la Naturaleza Silvestre) en un informe difundido la semana pasada en la conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático que sesionó en Bali, Indonesia.

''La importancia de la selva amazónica para el clima mundial no puede subestimarse'', advirtió Daniel Nepstad, científico que trabaja en elAmazonas para el Centro de Investigación Woods Hole, y autor del informe.

''No sólo es esencial para enfriar la temperatura mundial, sino también una fuente importante de agua fresca que podría ser suficiente para influir sobre algunas de las grandes corrientes oceánicas y, como si fuera poco, es además un almacenamiento masivo de carbón'', dijo el científico.

Las advertencias tienen lugar mientras los brasileños desempolvan los planes de pavimentar las carreteras amazónicas durante mucho tiempo descuidadas, amenazando abrir vastos sectores a la explotación de materias primas como frijoles de soya, caña de azúcar y mineral de hierro que sustentan la economía brasileña.

Los científicos dicen que cada carretera pavimentada provoca la destrucción de 48 kilómetros (30 millas) de cada lado, y atrae a colonos pobres a una región donde el 45% de la población vive con el equivalente a 2 dólares diarios.

También hay planes ambiciosos para una serie de enormes represas hidroeléctricas para alimentar el apetito de electricidad de los 184 millones de brasileños. Las represas inundarían grandes superficies de la selva, sumergiendo y matando millones de árboles que emitirían gases de ''efecto invernadero'' al descomponerse.

La puja del dinero contra la ecología representa un gran desafío para Marina Silva, ministra del ambiente. Brasil se encamina a un año de elecciones para el Congreso, algunas gobernaciones y alcaldías, y crece el apetito mundial por las materias primas, después de una baja que había permitido reducir la destrucción del bosque.

Para defender el Amazonas, dice la ministra, ''estamos movilizando todos nuestros recursos''.

A fin de equilibrar el desarrollo con las preocupaciones ambientales, desde el 2000 Brasil ha requerido a los propietarios de tierras dejar en pie el 80% de sus zonas boscosas. Se ha intensificado la aplicación de la ley, y el 40% del bosque está ahora en zonas protegidas, en comparación con el 11% en 1991.

Pero proteger la selva significa influir sobre el comportamiento de 20 millones de personas en grupos que son difíciles de regular, en una superficie más vasta que toda Europa occidental.

La batalla suele tornarse violenta. En 1998, un cauchero adversario de la tala de árboles llamado Chico Mendes fue muerto a tiros y se convirtió en la imagen internacional del movimiento ambientalista. En el 2005 Dorothy Stang, una religiosa estadounidense defensora de la selva amazónica, fue muerta en una disputa de tierras, lo que sugirió a muchos que poco ha cambiado desde la muerte de Mendes.

Un 90% de toda la tala en la región se efectúa ilegalmente y los parques nacionales, reservas forestales y reservaciones indias están llenas de intrusos. Unos 300,000 indios viven mayormente en reservaciones en lo profundo de la selva. Algunos indios andan desnudos y cazan con dardos.

El Amazonas también atrae a numerosos aventureros cazadores de fortunas después de cada rumor de hallazgo de oro o diamantes.

Las carreteras están bordeadas por aserraderos y hornos de carbón. Los gruesos troncos de los árboles tropicales se envían flotando río abajo o se transportan en camiones.

A medida que se recuperan los precios de las materias primas, las tasas de deforestación recientes indican que en algunos estados amazónicos se han duplicado con creces entre junio y septiembre, en comparación con el mismo período un año antes. Los incendios de este año estuvieron entre los peores y a veces hasta quemaron las copas de los árboles, algo inusual en un bosque húmedo.

Muchos ambientalistas sostienen que el gobierno no hace un intento serio por hacer cumplir las leyes de protección. Silva lo niega enfáticamente y señala que en los últimos tres años Ibama, la agencia ambiental federal, ha impuesto multas por 1,700 millones de dólares y ha arrestado a 665 personas por delitos ambientales, incluyendo unos 120 de sus propios agentes sospechosos de corrupción.

Silva ha propuesto nuevos programas como la subasta de concesiones forestales a compañías que acepten prácticas de tala de árboles respetuosa del ambiente, y la creación de un fondo internacional donde las naciones ricas subsidien los servicios ecológicos brasileños para mantener la selva en pie.

Pero aun los programas que aprovechan el ambiente singular de la selva sin perjudicarla son problemáticos, y se ven empañados por teorías de conspiraciones muy creídas por el público e incluso algunos funcionarios.

Estas versiones sugieren que el movimiento conservacionista es una fachada para confabulaciones de Estados Unidos y otras potencias para robar el Amazonas a Brasil y tomar control de su agua, petróleo, hierbas medicinales y minerales.

Científicos serios han sido enviados a la cárcel acusados de robarse el tesoro genético de la flora y fauna brasileños. Altos comandantes militares discuten abiertamente la adopción de tácticas del Viet Cong para repeler la supuesta invasión estadounidense.

Pero los críticos dicen que el gobierno carece de un plan amplio para la región. Necesita hallar la forma para que la nación se beneficie de la selva sin destruirla, dice Charles Roland Clement, investigador en el Instituto Nacional para la Investigación Amazónica.

''Tenemos el mayor bosque del mundo y se supone que sea el oro verde del futuro'', afirmó, ''pero su biodiversidad contribuye a menos del uno por ciento del producto bruto interno''.

 

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