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¿Puede una mujer salvar el comercio?

Susan Schwab, representante de Comercio de EU, ha iniciado una cruzada a favor de la globalizac la defensora del libre comercio ahora debe solicitar el apoyo de los demócratas, ¿Tendrá éxito?
vie 28 septiembre 2007 06:00 AM
Schwab hace una campaña a favor de una causa en la que cree

Nuestras conversaciones con Susan Schwab iniciaron en marzo, cuando esta mujer organizaba en solitario una cruzada contra la ola proteccionista que los demócratas suscitaban.

Era parte de su destino, como representante de Comercio de los EU, erigirse en defensora del libre comercio justo unos meses antes de que el partido demócrata tomara el control del Congreso estadounidense, trayendo consigo el fin del libre comercio irrestrictivo de los primeros seis años de la administración Bush.

Durante ese primer periodo, Bush y el liderazgo republicano en el Congreso promovieron acuerdos globales para abrir el comercio en los EU y el exterior, ignorando el cambio político que se avecinaba, con los demócratas cuestionando el libre comercio por sus efectos perjudiciales para los trabajadores americanos.

Hoy, Schwab se encuentra en una posición delicada, pues tiene que solicitar el apoyo de esos mismos demócratas que han atacado a su jefe en la Casa Blanca durante seis años.

En nuestro primer encuentro en marzo, todo parecía ir bien, ella negociaba con el congresista Charlie Rangel. Para mayo, el acuerdo estaría sellado, a cambio del apoyo demócrata la administración accedería, por primera vez, a establecer criterios globales para la protección de los trabajadores y del medioambiente.

Tras meses de muchas negociaciones, y siendo el año más doloroso en su vida personal, Schwab podría celebrar y llevarse el crédito de salvar a EU del proteccionismo. Pero la historia aún no termina, este otoño deberá afrontar un reto mayor: algunos demócratas influyentes, presionados por los sindicatos, han advertido que no apoyan el acuerdo que ella y Rangel negociaron en verano.

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El escenario actual anuncia una lucha titánica en el Congreso. Los principales temas en discusión son los acuerdos con cuatro países -Corea del Sur, Perú, Panamá y Colombia- que prometieron abrir nuevos mercados en agricultura, maquinaria, servicios financieros y otras industrias. 

Lo más importante es que el resultado de este debate indicará al mundo la dirección que el gobierno estadounidense planea tomar al establecer las reglas para una economía globalizada que promete riqueza a las empresas norteamericanas, pero que sólo  trae incertidumbre a sus trabajadores. Schwab entiende bien lo que está en juego, pero ¿puede una mujer -que a la postre trabaja para una administración incompetente- marcar la diferencia?

Hasta hoy su desempeño ha excedido todas las expectativas. Parte de las razones que se arguyen es que Schwab hace una campaña a favor de una causa en la que cree apasionadamente. Pero sus amigos cercanos tienen otra explicación, su cruzada por cambiar el mundo se debe, en parte, a una situación personal: esta influyente mujer intenta iniciar un nuevo capítulo en su vida, dejando atrás los problemas de un matrimonio conflictivo y el reciente fallecimiento de su esposo.

Cada persona canaliza el dolor de una manera diferente, Sue Schwab lo hace yendo y viniendo alrededor del mundo para rescatar las negociaciones comerciales, tranquilizar a socios nerviosos y ganarse a los demócratas dubitativos. Todo esto mientras trata de poner en pie su vida.   

Egresada del Williams College, con una maestría de Stanford y un doctorado de la Universidad de George Washington, Schwab es una política astuta. Aprendió los entresijos de las negociaciones primero como experta en comercio en el Senado y luego en China, como negociadora de Motorola.

Desde su nombramiento como Representante de Comercio, Schwab se ha cuidado de los demócratas a partir de que ganaron los escaños legislativos en noviembre pasado. “Creí que el libre comercio estaba en apuros. Los demócratas han marchado codo a codo con los trabajadores sindicados, oponiéndose a casi todo” declara el congresista Jim McCrery, líder republicano del Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes del Congreso de EU.

Pero Schwab no sólo se enfrentaba a los políticos, muchos prominentes economistas pro-libre comercio, cambiaban de opinión y sugerían que lo que era bueno para las corporaciones multinacionales no era necesariamente bueno para los trabajadores norteamericanos.

Eso significaba que una gran cantidad de iniciativas a favor del libre comercio peligraban: los nuevos acuerdos con Perú, Panamá y Colombia, que abrirían el mercado a empresas como  Wal-Mart, Caterpillar and Procter & Gamble; así como las empresas de servicios financieros, que estaban listas para atender a la clase media surcoreana.

A pesar de los contratiempos, Sue Schwab supo comprender que los líderes demócratas no querían ser etiquetados como “el partido del proteccionismo.” Con Ranger, el influyente demócrata de Harlem a la cabeza del Comité de Medios y Arbitrios, dispuesto a negociar, Schwab se dirigió al Congreso y accedió a todas las condiciones: sí a los estándares laborales internacionales, sí a los estándares medioambientales y sí, incluso, a la flexibilización de las patentes farmacéuticas para permitir que más medicamentos genéricos se exporten al extranjero.

“Estamos preparados para conceder. Es una gran victoria para Charlie Rangel y el partido demócrata, si es que lo aceptan. La pregunta es si Nancy Pelosi quiere que el partido demócrata sea el responsable de aniquilar el libre comercio” afirmó Schwab. Esa noche pudo haber sido un momento para celebrar, salvo por el hecho de que Schwab atravesaba su décimo aniversario de bodas y el luto por su recién fallecido esposo.

Esta parte de su vida es poco conocida: Susan Schwab, política prominente de Washington y decano académico, estaba casada con un mago profesional, sin educación y alcohólico.

Al momento de casarse, en 1997, ella era decano de la Escuela de Políticas Públicas de la Universidad de Maryland, mientras que Curtis Caroll era un mago con un futuro profesional e ingresos erráticos. Luego “él se volvió alcohólico, o quizá ya lo era y yo no lo sabía” recuerda Schwab. “La cosa fue a peor, y en los últimos años la situación era desesperada pues yo hacía todo lo que las esposas y familiares de alcohólicos hacen: suplicar, rogar, amenazar, intentar salvar. Hasta que descubres que no hay nada que puedas hacer. No importa cuánto lo ames o cuánto te ame él” agrega.

Tras la separación, Schwab se mudó a Washington y aceptó ser la segunda a bordo del Representante de Comercio de los EU en el 2005, un año después ascendió a Representante, en la víspera de la crisis de la última reunión de la Organización Mundial de Comercio en Génova.

Mientras Schwab intentaba salvar las negociaciones, su esposo enfermaba de ictericia y cirrosis, hasta que sus órganos no resistieron. “Tenía 58 años, era demasiado joven para morir así” confiesa entre lágrimas.

Una semana después, Schwab fue llamada para anunciar el acuerdo bipartito alcanzado en materia comercial. Desde entonces, su “tour de force” no ha cesado. La noche del 10 de mayo sus esfuerzos parecían recompensados: Pelosi anunciaba en una conferencia de prensa el avance en las negociaciones entre ambos partidos.

Pero una vez más, todo se vino abajo. Los líderes sindicales denunciaron públicamente que la negociación se trataba de una “traición.” Comenzaron a presionar a los demócratas, sobre todo en lo relativo al acuerdo con Colombia, país donde continuamente se atacaba a los trabajadores sindicados.

El 29 de Julio, mientras el Congreso descansaba, Pelosi anunció en un comunicado que la Casa Blanca no consideraría los acuerdos con Perú y Panamá a menos de que esos países cambiaran sus leyes laborales. La reacción de Schwab ante el anuncio no se hizo esperar, dirigió una extensa carta a Pelosi objetando las “nuevas precondiciones sin precedentes que presentaban a nuestros socios comerciales” –Perú y Panamá. La carta terminaba con una apasionada defensa del libre comercio: “Los trabajadores estadounidenses, los agricultores, los consumidores y los empresarios no pueden permitir que el Congreso cuelgue un letrero que diga ‘Cerrado a los negocios’” escribió.

Schwab espera que los demócratas, quienes matizan bien sus palabras para satisfacer a los trabajadores sin dejar de avanzar en la senda del libre comercio, finalmente la escuchen.

“Este otoño podría ser el final del camino” concede Schwab al referirse a los seis años de sesiones de la Organización Mundial del Comercio para suavizar las barreras comerciales. “Si no funciona esta vez, no hay nada qué hacer por el momento.”

Le pregunté qué era más difícil, si negociar con los países extranjeros o con los demócratas. Ella se ríe, porque es un tema sobre el cual ya ha reflexionado antes, “Ya se trate de la India protegiendo su agricultura, o de Brasil protegiendo a su industria manufacturera, o los demócratas intentando proteger a los trabajadores… todos tienen su imperativo político” explica.

Una cosa en lo que todos concuerdan es que si hay alguien con el empeño y la paciencia necesarias para realizar acuerdos, esa es Sue Schwab. “Nunca se desanima” observa McCrery, “siempre se recupera de las decepciones y sigue adelante.” Quizá esa sea la razón por la cual Schwab ha hecho de esta cruzada algo muy personal.

(Los reporteros asociados Doris Burke y Joan L. Levinstein contribuyeron en este reportaje.)

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