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Una espía en Wall Street

En la CIA, Jami Miscik falló en su análisis sobre Irak, pero Lehman Brothers la rescató;
vie 28 septiembre 2007 03:49 PM
La ex directora de inteligencia de la CIA predijo el 11/9. (

Cada lunes, cuando los ejecutivos de mayor rango de Lehman Brothers se reúnen en el piso 31 de la sede en Manhattan, escuchan al oráculo. Es la junta semanal de mercados de capital en que hablan sobre el mundo donde invierten miles de millones de dólares. Aunque preside Dick Fuld, el CEO, no lleva la voz cantante. Esa labor corresponde a una recién llegada a Wall Street, de quien pocos financieros han oído hablar.

Ella es Jami Miscik. Su título de directora de Riesgo Soberano podría sonar críptico, pero su rol es claro. Es la superexperta y visionaria que, con pocos datos, analiza las crisis en Medio Oriente, problemas en Tailandia o las elecciones rusas. El otoño pasado, cuando las pruebas nucleares de Corea del Norte agitaron los mercados globales, los directivos de Lehman mantenían la calma; Miscik les explicó el juego. En diciembre de 2006, cuando muchos minimizaron las arengas del presidente Hugo Chávez, Miscik dijo: “Lo que dice es cierto”, y predijo la aceleración de su programa estatista. (Y acertó.)

Pero la seriedad con la que sus predicciones se toman en cuenta en Wall Street necesita conciliarse con lo que sucedió en su trabajo anterior, en el que incurrió en ‘metidas de pata’ que afectaron el curso de la historia. Antes de llegar a Lehman, en 2005, Miscik encabezaba la dirección de inteligencia de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, y reportaba a George Tenet.

Su análisis fue clave en el juicio erróneo del Reporte Nacional de Inteligencia de 2002, que concluyó que Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva, lo que llevó al Congreso a autorizar la guerra con Irak. Un año antes, Miscik había decepcionado a EU cuando recogió advertencias sobre los ataques del 11 de septiembre, pero no pudo proporcionar la suficiente información para que las autoridades tomaran cartas en el asunto.

La historia de cómo Miscik sobrevivió a los errores de la CIA, enfrentó a una Administración Bush políticamente agresiva y se las ingenió para obtener credibilidad total en Wall Street es un cuento de intriga y redención. Hoy, ella sigue siendo un misterio entre sus colegas. Joe Gregory, presidente de Lehman, dice que se resiste a preguntar sobre su pasado en la CIA. “Sería estúpido preguntarle ‘¿Cómo se sentía estar ahí dentro?’, aunque realmente quiero saberlo”, reconoce.

Más que una cara bonita

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A los 49 años, Miscik no es sólo un adorno cerebral. Su análisis es fundamental en los procesos de decisión de Lehman justo cuando crece la competencia, los mercados emergentes resultan más apetitosos y las amenazas (terrorismo o fiebre aviar) son más globales. En la firma, sus reportes sobre 34 países son la última palabra sobre la localización de problemas.

En su modesta oficina, la mujer que una vez fue jefa de más de 1,000 analistas de la CIA, tiene pocos artefactos a la vista, pero uno destaca por su énfasis de ‘lo sé todo’: su taza de café adornada con una foto de ella con una enorme pistola. Como evidencia de sus 22 años como la mujer de ascenso más rápido en la CIA, su discreción es obvia. Su oficina no retrata su vida personal a no ser por una fotografía de una niña de siete años. “Mi ahijada”, aclara.

¿Es responsable por la conclusión sobre las armas de destrucción masiva en su reporte sobre Irak? “Sí. Nos equivocamos”, reconoce. ¿Falló la CIA en su responsabilidad de evitar el 11 de septiembre? “Sí, porque sucedió”, dice. “Nuestras fuentes guardaron silencio. Eso nos aterró. Lo vimos venir, trabajábamos en ello, teníamos las piezas del rompecabezas, pero no todas. No sabíamos la fecha ni el lugar”.

Espiral ascendente

Miscik fue a la Universidad Pepperdine, en Malibú, California, donde se graduó en Economía y Ciencias Políticas. Luego hizo un posgrado en la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad de Denver, el alma máter de Condoleezza Rice.

A Miscik le fascinaba Washington, la rechazaron al buscar ser becaria en la CIA. Luego un empleo en la banca hizo agua y decidió probar de nuevo. Tras nueve meses de investigaciones y pruebas sicológicas, la CIA la contrató como analista económica.

Si bien la dirección de operaciones de la CIA emplea agentes que parecen sacados de las películas de James Bond, la unidad de inteligencia ocupa pensadores como Miscik, que redactan reportes para altos funcionarios, incluyendo el presidente. Los analistas normalmente se basan en imágenes satelitales borrosas y datos de oídas, a menudo contradictorios, de fuentes nada objetivas. “Es como armar un rompecabezas de 1,000 piezas con sólo 200. Y, para colmo, no puedes ver la foto de la caja”, cuenta Miscik.

Desde la década de los 80, Miscik llamó la atención por su sexto sentido para la geopolítica. Ella administraba un programa de pronósticos de inestabilidad política en 40 países, basado en 25 indicadores (que iban desde la intensidad de las protestas callejeras hasta las actitudes de los militares sobre el liderazgo de tal o cual país y la situación de los sistemas de transporte público). Con ello, podía relacionar el deterioro económico y la inestabilidad política con la precisión de un economista.

Tras un breve paso por el Consejo Nacional de Seguridad, donde asesoraba a miembros de la Casa Blanca en la época de la Administración de Bill Clinton, A Miscik la reclutó George Tenet como jefa de asesores. Él tuvo en cuenta su reputación de claridosa.

Escalada aterradora

Para el verano de 2001, Miscik era la segunda de a bordo de la unidad de inteligencia, donde la tensión aumentaba. “Estábamos seguros de que algo iba a pasar, aquí o contra los intereses de EU en el extranjero”, relata. En julio de ese año, Tenet solicitó una junta urgente con Condoleezza Rice, entonces Consejera Nacional de Seguridad, a quien le advirtió sobre un ataque inminente. El 6 de agosto, Miscik publicó el documento Bin Laden decidió atacar a EU, en el que citaba reportes de “actividades sospechosas, como secuestros de aeronaves”. El presidente y sus principales funcionarios, dice, “escucharon pero no actuaron. No pudimos decir: ‘Nos quedan sólo cuatro semanas’”, recuerda.

Tras los ataques del 11 de septiembre, no hubo tiempo para llorar o sentirse culpable, dice. La misión era derrotar a Al Qaeda y prevenir más ataques. Un año después, cuando Miscik ya era jefa de la unidad de inteligencia, Bush quería atrapar a un enemigo diferente, Saddam Hussein. Cuando el Senado pidió por escrito una evaluación sobre la posibilidad de que hubiesen armas de destrucción masiva en Irak, la agencia sólo tuvo tres semanas para emitir su análisis. Las 90 páginas que resultaron en el Cálculo Nacional de Inteligencia decían: “Irak continúa con sus programas de armas de destrucción masiva… tiene armas químicas y biológicas”.

Al siguiente verano, tras la invasión de EU, era claro que Saddam no tenía tal armamento. Miscik asignó a una docena de los mejores analistas de inteligencia –ninguno de ellos involucrado en Irak– a pasar seis meses examinando los errores.

La culpa no sólo se atribuyó a la coerción de la Casa Blanca, sino a problemas internos de la agencia. La falta de fuentes de campo, haber confiado en reportes obsoletos y la proclama de Saddam de tener un poder que no existía fueron parte de los errores. Pero la presunción inherente de la CIA fue lo que más molestó a Miscik, porque es una trampa común en cualquier análisis. “Un analista veterano entrena a un novato y le transmite su visión, la cual el novato pasa a otro. Hay que evitar el pensamiento colectivo”, advierte.

Miscik ha aceptado sus errores tanto como ha defendido sus aciertos. En ese periodo, los asesores de Bush se empecinaron en justificar la guerra, presionando a la CIA a demostrar la complicidad entre Irak y Al Qaeda, confiesa.

La agencia señaló que los lazos eran insignificantes, pero el gobierno insistió. Eventualmente, Miscik le dijo a sus analistas: “Ya no escriban”. El momento más difícil fue el 10 de enero de 2003, cuando recibió el mensaje de que Stephen Hadley, ex subdirector de Seguridad Nacional, había llamado desde la oficina de Lewis ‘Scooter’ Libby, ex jefe de asesores del vicepresidente. Hadley y Libby la querían ver en la oficina de éste. “Me sentía acalorada, algo que no me pasa seguido”, recuerda Miscik. Irrumpió en la oficina de Tenet y le dijo: “No vamos a alterar el reporte, primero renuncio”. Tenet telefoneó a Hadley. “No va a ir”, le dijo. “Y no vamos a reescribir el jodido reporte”.

La presión nunca cedió. En noviembre de 2004 desde la oficina del vicepresidente Dick Cheney le pidieron a Miscik publicar parte de un reporte sobre los nexos entre la guerra en Irak y la guerra contra el terrorismo. Miscik se negó pues creía que confundiría al público. Luego un auxiliar de Porter Goss, el remplazo de Tenet como jefe de la CIA, le advirtió: “Decir que no al vicepresidente es incorrecto”. A lo que ella respondió: “De hecho, nos pagan por poder decirle que no a veces”. Antes de Navidad, Kyle ‘Dusty’ Foggo, director ejecutivo de la CIA le anunció que sería remplazada.

Nueva oportunidad

Aunque Miscik perdió su trabajo salvó su reputación. Sin embargo, buscar otro empleo en la capital no era una opción. Ella quería probarse que podía tomar un riesgo diferente y Nueva York la ganó. Inicialmente se enfrentó a algunos escépticos en Lehman, que conocían su postura sobre las armas de destrucción masiva. Pero Tenet fue uno de quienes la recomendaron. Una vez dentro, con un salario en la media de seis cifras (más del doble de su paga en el gobierno), Miscik descubrió que “uno tiene que mostrar lo que vale en muy poco tiempo”.

Como no puede obtener información de los analistas y operadores de la CIA, mantiene una red de fuentes que incluye contactos en Washington, funcionarios de gobierno y expertos de organizaciones no gubernamentales y centros de estudios. También habla con periodistas que cubren gobiernos locales, “lo cual no podía hacer antes”, explica, así como con fuentes de industrias como la minería y la forestal.

¿Sus errores en la CIA la han convertido en una mejor analista? “Sí”, dice. “Soy más inteligente ahora”. Ya no carga más el tener que cuidar la seguridad de sus compatriotas. Cualquier error ahora tendría un impacto sólo en dólares. Miscik encontró el tipo de riesgo diferente que buscaba.

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