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Fiesta de XV años divide a Iglesia en EU

La Iglesia no acepta la eucaristía de cumpleaños como un sacramento, pero sí como bendición; en EU ha surgido una industria de 400 mdd anuales que ofrece servicios para esta celebración.
vie 11 enero 2008 05:09 PM
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Los hispanos en EU pueden no ir a misa los domingos, pero n

La tradicional ceremonia de los 15 años de las niñas hispanas ha resultado ser un tema divisivo en la Iglesia católica estadounidense, donde se le considera un derroche excesivo o una gran oportunidad de transmitir un mensaje sobre la fe y la responsabilidad sexual.

Este segundo enfoque obtuvo un importante respaldo en el verano pasado cuando el Vaticano aprobó una nueva serie de plegarias para las diócesis estadounidenses llamada bendición al cumplir quince años.

Se le puede considerar un reconocimiento de la nueva cara del catolicismo en Estados Unidos. Los hispanos representan casi el 40% de los 65 millones de católicos y el 71% de los nuevos católicos desde 1960, según estudios.

En la arquidiócesis de Denver, los dignatarios del ministerio hispano consideran la tradición de los quince años no solamente como una oportunidad de afianzar la fe y la familia, sino también como un arma para combatir los embarazos en la adolescencia.

Antes de que Mónica pudiese recibir su misa quinceañera, ella y sus padres tuvieron que inscribirse en un curso de cuatro semanas introducido el año pasado en las parroquias de mayoría hispana, que combina la enseñanza de los fundamentos del catolicismo con una firme exhortación a la castidad.

“Algunas chicas llegan a la clase esperando que les enseñen a bailar”, dijo Alfonso Lara, el coordinador del ministerio hispano en la arquidiócesis.

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Las muchachas en la clase de Mónica se reunieron en un cuarto con un mapa de México en la pared y un crucifijo sobre la mesa.

Una lección incluyó consejos para las salidas con muchachos (como evitar los cibersitios de citas y hacer salidas en grupo a lugares públicos). Luego hubo una explicación sobre las diferencias entre la abstinencia y la castidad.

Mónica Reyes es una alumna modelo. Una vez cumplidos los quince, la estudiante de secundaria será autorizada a ir a fiestas y a citas, como muchas de sus compañeras de clase. Pero la muchacha no está ansiosa por imitarlas.

“Todavía soy muy joven”, dijo. “Podría tener una mala experiencia. Por eso prefiero esperar”.

En México y otras naciones latinoamericanas, la fiesta de los quince solía indicar que la muchacha era casadera. Pero ese legado también implicaba la madurez sexual.

Aunque las tasas de embarazos en adolescentes ha declinado en los últimos 15 años, el 51% de las adolescentes hispanas quedan embarazadas antes de los 20 años, según la Campaña Nacional para Prevenir el Embarazo Adolescente y No Planeado (National Campaign to Prevent Teen and Unplanned Pregnancy).

“Aun ahora, los padres inmigrantes no les hablan de sexo a sus hijas jóvenes”, dijo Timothy Matovina, director del Centro Cushwa para el Estudio del Catolicismo Estadounidense (Cushwa Center for the Study of American) en la Universidad de Notre Dame. “No hay una conversación franca sobre el valor de aguardar hasta el matrimonio o las dificultades de ser una madre soltera”.

Matovina dijo que los esfuerzos de la arquidiócesis de Denver tendrán eco con algunas familias y serán ignorados por otras, al igual que muchas parejas que asisten a las clases de preparación matrimonial para casarse por la iglesia.

En Estados Unidos ha surgido una industria de 400 millones de dólares anuales de servicio a los inmigrantes hispanos deseosos de mantener la tradición cultural y a la vez demostrar que han triunfado en su nuevo país, ofreciéndoles de todo, desde planificadores de la ceremonia de los quince y cruceros, hasta bailarines profesionales para enseñar a bailar el tradicional vals.

Simultáneamente, el ritual es un motivo de tensión en el seno de la Iglesia católica debido a que las familias católicas desean que su fe sea parte de la celebración, pero ésta no es un sacramento, como el matrimonio.

La familia Reyes no asiste regularmente a misa, pero nunca consideraría legítima la ceremonia quinceañera sin la bendición de un sacerdote. Una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe preside la sala del departamento familiar.

“El motivo de la misa es recibir la bendición y dar gracias a Dios”, dijo Luz, la madre de Mónica.

La familia no reparó en gastos, y la tensión afloró por momentos. Al salir del templo con su vestido de lamé dorado, Luz Reyes dijo sin dirigirse a nadie en particular: “Dinero, dinero, dinero”.

La familia calcula que gastó nada menos que 20,000 dólares en la ceremonia y fiesta de los quince años, entre sus ahorros y los aportes de familiares y amigos, para pagar el alquiler de dos limosinas, un salón de fiestas, un buffet de comidas mexicanas y estadounidenses, vestidos, un dj y las provisiones.

El elevado costo es el motivo de que la hermana de Mónica de 14 años, Marisol, haya compartido el altar y la pista de baile con su hermana mayor. La familia no podría recaudar el dinero para otra celebración igual tan pronto.

Lara, de la arquidiócesis de Denver, dijo que un motivo de las clases es transmitir el mensaje de que está bien llegar a la iglesia en una furgoneta en vez de una limosina, a menos que la familia tenga suficiente dinero como para enviar a la niña más adelante a la universidad.

La familia Reyes está satisfecha con la celebración, aunque recién ahora puede empezar a ahorrar para la universidad.

“Es el precio para que sean buenas”, dijo Luz Reyes.

Es también la concreción de un sueño en Estados Unidos. Reyes da a sus hijas algo que ella misma nunca tuvo cuando se crió en Ciudad Juárez, México, donde su vestido de quince era rústico y el postre fue una simple torta casera.

Hubo unas quince personas en la misa de Reyes. Pero la sala de fiestas, el Martha's Golden Palace, tiene capacidad para 500 huéspedes y Mónica recibió a la mayoría de sus compañeros de clases, una maestra favorita y el policía asignado a su escuela.

Después de una hora, el dj bajó el volumen de la música ensordecedora y las luces estroboscópicas para hacer oír el vals que Mónica y los suyos habían practicado durante semanas.

Poco después, Mónica enjuagaba sus lágrimas mientras danzaba con su abuelo.

En la sala de baile, se quitó los zapatos de niña para calzarse tacos altos, en señal de que la infancia quedaba atrás.

“Lo más grande no es tener una fiesta”, dijo la muchacha. “Es pasar de niña a mujer. Una agradece a Dios haber estado en este mundo durante quince años”.

 

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