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Jornaleros sufren por crisis en EU

Los trabajadores, en su mayoría ilegales, atraviesan la peor época para conseguir empleo; varios estados de EU ha tomado medidas violentas y crueles para alejar a los asalariados.
mar 19 febrero 2008 01:35 PM
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El programa está enfocado en los miles de ilegales que busca

Los más desesperados se plantan en las esquinas antes del alba en la esperanza de ser los primeros en conseguir un trabajo.

La mayoría de las veces nadie los consigue.

Los embargos hipotecarios están a niveles récord, las ventas de casas están peor que nunca, y los consumidores están reduciendo los gastos, todo lo cual significa que los contratistas, las cuadrillas de construcción y los carpinteros ya no contratan personal. No lo hacen los servicios de jardinería ni de limpieza ni tampoco los dueños de casas.

El trabajo, que nunca está garantizado aun en los mejores tiempos, casi ha desaparecido en estos días.

''Estos son los peores tiempos'', dijo recientemente Ramón de la Cruz en español, después de señalar que sólo había conseguido trabajar uno de los seis días anteriores.

De la Cruz vino desde Tabasco, México, hace tres años para ganar dinero a fin de mantener a su hijita, ahora de 5 años.

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Hasta hace un año, todavía conseguía ganar unos 500 dólares a la semana. Pero Graton, de apenas 1,815 habitantes, está en el condado de Sonoma, que se ha visto muy afectado por la crisis de la vivienda. Los incumplimientos de los préstamos hipotecarios prácticamente se triplicaron entre el 2006 y el 2007, mientras que los precios de las casas bajaron el 22%, según DataQuick, una firma inmobiliaria.

De la Cruz y sus amigos en el Centro Laboral Graton, donde siete de cada 70 aspirantes consiguen trabajo en un día ''bueno'', no están seguros de qué harán. Algunos han intentado mudarse a otros estados sólo para encontrar que los trabajadores en todos lados se ven afectados por la repercusión de la crisis de la vivienda.

Desde las semanas posteriores al 11 de septiembre del 2001, cuando toda la nación se conmovió por los ataques terroristas, los jornaleros no habían estado en situación más precaria, según los trabajadores y sus defensores.

Los más de 100,000 jornaleros que buscan trabajo en un día dado -que ya de por sí están entre los trabajadores más pobres y estigmatizados en el país, muchos de ellos inmigrantes ilegales- luchan más que nunca por sobrevivir. Sin los documentos necesarios, sus opciones laborales se limitan a trabajos ocasionales a cambio de dinero en efectivo. Si no los consiguen, muchos de ellos apenas pueden alimentarse y mucho menos sostener a sus familias, ya sea aquí o en sus países.

Y además enfrentan más competencia por los escasos trabajos que quedan. A medida que las compañías en el sector de la construcción y mejoras de viviendas han reducido sus planteles de empleados asalariados, muchos de éstos se han sumado al número de aspirantes a trabajos ocasionales.

Como consecuencia, dicen sus defensores, muchos jornaleros se quedan desamparados, más aceptan riesgos con trabajos que afectan su salud y otros se suman a los que esperan empleadores en las esquinas, donde los residentes los miran con mala cara.

''Nuestro temor es que la depresión económica cree una tormenta en la que los jornaleros se conviertan en chivos emisarios más de lo que ya lo son'', afirmó Chris Newman, director legal de la Red Nacional de Organización de Jornaleros (National Day Laborer Organizing Network). ''Ya de por sí se les consideraba símbolos de un sistema inmigratorio deficiente. ¿Qué ocurrirá ahora?''

En el último año, ciudades y estados han intensificado sus esfuerzos para alejar a los jornaleros.

En Phoenix, por ejemplo, el alguacil del condado empezó a hacer redadas de jornaleros aun antes de que el 1 de enero entrara en vigencia una ley que castiga a los empleadores que contratan a inmigrantes ilegales. En Oklahoma, una ley estatal que empezó a regir en noviembre penaliza el transporte, la contratación o el albergue a cualquiera que carezca de la documentación legal.

Los ciudadanos que se oponen a la inmigración ilegal están actuando por su cuenta. En Houston, miembros de Vigías de Frontera (U.S. Border Watch), un grupo civil, anotan los números de placas de los vehículos cuyos conductores se detienen para contratar trabajadores en las paradas de jornaleros y los reportan a las autoridades federales.

Chris Simcox, fundador y presidente del Cuerpo de Defensa Civil Minuteman (Minuteman Civil Defense Corps), una patrulla fronteriza civil con sede en Phoenix, dijo que su grupo ha recogido testimonios de comunidades abrumadas por jornaleros inactivos.

Los jornaleros solían emigrar en busca de trabajos pero, al no conseguirlo, se quedan en un sitio y causan problemas, dijo. ''Escuchamos quejas de gente que orina en la vía pública, ensucia o hurta'', dijo Simcox, haciéndose eco de las quejas comunes en ciudades que han aprobado ordenanzas para desplazar a los jornaleros de sus esquinas.

La mayoría de los inmigrantes ilegales trata de sobrevivir la depresión económica. ''Saben que la situación es aún más desesperada en sus lugares de origen'', dijo René Saucedo, organizador y ex director del Centro de Jornaleros de San Francisco (San Francisco Day Labor Center).

Mientras tanto la falta de trabajo, un ambiente hostil y el temor a la deportación están ejerciendo un efecto devastador, dijo Saucedo. Dijo que algunos tratan de sofocar sus penas con el alcohol.

''Como apenas sobreviven y no pueden mantener a sus familias'', dijo, ''muchos sufren de depresión y sentimiento de minusvalía''.

En pueblos como Graton, donde los jornaleros tienen un lugar asignado para esperar trabajo, los residentes tienden a ser más tolerantes.

El centro de Graton, abierto desde septiembre, es considerado modelo. Fue organizado después de un año de reuniones comunitarias y construido por jornaleros y voluntarios. Los voluntarios imparten clases de inglés cinco días a la semana y enseñan habilidades prácticas.

Días atrás, 50 hombres y seis mujeres se presentaron cuando el centro abrió a las 7 de la mañana, la mayoría de ellos sin esperar conseguir trabajo, dijo Juan Cuandón de la Ciudad de México, un jornalero de 27 años que es también organizador del Centro.

Los trabajadores, de 18 a 50 años de edad, se sentaron en torno a mesas plegadizas, bebieron café y recordaron los viejos tiempos cuando ganaban hasta 700 dólares por semana.

Pese a la charla amable y animada, todos manifestaban preocupación, dijo Cuandón en español. ''El invierno no ayuda precisamente'', agregó. ''La esperanza es que vuelva a haber trabajos en la primavera''.

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