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Sida y trabajo, realidad y ficción

Las personas infectadas con VIH-Sida prefieren mantenerse en la sombra por temor al despido; para organismos como la OIT y el ONUSIDA, es imperante cambiar las leyes laborales actuales.
sáb 09 agosto 2008 06:00 AM
A pesar de algunas legislaciones nacionales, las prácticas d

En la cúspide de su carrera, Andrew Becket, un litigante de una prestigiosa firma norteamericana, fue despedido en 1993 cuando los jefes de su empresa supieron que estaba infectado con el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). 

Ante lo que él considera una injusticia, Beckett decide demandar a la compañía, y busca un abogado para su defensa, cuando cuenta el motivo de su despido injustificado, algunos incluso se limpian "con asco y temor" la mano que momentos antes había estrechado la de Beckett.

Hace 15 años que Beckett murió. Pero a su manera, esta historia tuvo su propio "happy end".

Philadelphia , la película magistralmente interpretada por Tom Hanks, obtuvo ese año dos premios de la Academia y la total acogida del público, que supo reconocer la valentía del tema: el drama laboral que enfrentan aquellos que padecen el VIH o Sida.

Sin embargo, el guión de la vida real no regala premios y los valientes protagonistas de estas tragedias laborales, están lejos de ver "el final feliz de su propia historia".

La epidemia que hoy padecen en el mundo unos 33 millones de personas, tiene pocos abogados defensores y en el universo laboral, las empresas  siguen limpiándose "con asco y temor", esa mano que debería estrechar los derechos de sus trabajadores.

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Actuación de Óscar: "finge" estar sano

El Virus de Inmunodeficiencia Humana fue descubierto el siglo pasado, en la década de los 80, pero 20 años de investigaciones y activismo, no han permeado aún en la conciencia empresarial.

La propia Organización Internacional del Trabajo admite que muchas empresas tienen una "doble cara" y que en pleno siglo XXI, en muchos lugares del mundo, hoy en día tener VIH o Sida es un motivo de despido (o de no contratación.

"Yo aconsejaría a quienes padecen esta enfermedad que si no están seguros de estar absolutamente protegidos, es mejor mantener el secreto …la ley no lo es todo, la gente rumora, entra en shock, le cuesta entender (…) contarlo es a veces hasta peligroso, depende el país en donde vives".

Martin Flynn sabe de lo que habla. Se enteró que estaba contagiado en la misma época en que Philadelphia se proyectó en los cines del mundo. No sufre acoso laboral, pero lo conoce, pues es el director de información de la Sociedad Internacional del Sida (IAS por sus siglas en inglés)

Británico de nacimiento y periodista de profesión, Flynn reconoce que ha tenido suerte, pero insiste en que los casos de discriminación son muy frecuentes en prácticamente todos los países del mundo, por eso eligió la trinchera de informar sobre el padecimiento.

Y aunque Martin Flynn cree que la legislación no lo es todo, lo cierto es que en algo ayuda, pues las empresas se abstendrían (al menos por coerción) de negar contratos o ejercer despidos injustificados.

Actualmente 173 naciones han incluido en sus legislaciones políticas laborales relacionadas con el Sida y la discriminación, una sombra que parece siempre acompañar a esta enfermedad sin cura.

Pero atención al dato: sólo 160 empresas en el mundo colaboran con la Organización Internacional del Trabajo (OIT)  en proyectos para luchar contra la discriminación y el rechazo que enfrentan los trabajadores con VIH-Sida.

Thomas Wissin, funcionario de Programas de Cooperación Técnica de la OIT, cuestionó el "doble discurso" de muchas trasnacionales, que respetan las normativas en los países donde existe, pero que la ignoran en naciones desprotegidas, donde exigen exámenes médicos a sus empleados o potenciales trabajadores.

Realidad que supera la ficción

Lo cierto es que la epidemia mundial del Sida está lejos de ser abatida y es una realidad que afecta de manera directa a las empresas.

De los 33 millones de personas infectadas, más del 80% de ellas tienen edades que oscilan entre los 15 y los 54 años de edad. Es decir, son la fuerza laboral de nuestros días.

Ante esta realidad, el ONUSIDA no ve una solución más inmediata que hacer cambios radicales a la normativa mundial de los trabajadores. Una legislación capaz de enfrentar los cambios impuestos por la epidemia.

Michel Sidibé, director ejecutivo adjunto del organismo, -y uno de los "pensadores" más reconocidos sobre este tema-, cree que estos cambios también beneficiarían a las empresas, pues en términos de productividad, les conviene que los enfermos de VIH-Sida sigan trabajando, o se incorporen a la población económicamente activa.

Sólo en el continente africano, a donde muchas trasnacionales han trasladado sus plantas de producción, tiene una incidencia de casi el 70% de personas que viven con VIH-Sida.

Y en México, la película es de terror

Si Andrew Beckett, el protagonista de Philadelphia viviera hoy en México, no tendría la más mínima oportunidad ni siquiera de plantear su caso ante los tribunales: aquí ninguna legislación contempla sanciones por discriminación en casos de VIH-Sida.

"Manuel-X" lo sabe a la perfección: en 1997 fue rechazado por el propio Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) para unirse a su planta laboral. ¿el motivo? Su prueba médica que lo "exhibía" como una persona infectada con el virus.

Aprendió la lección y hoy esconde su enfermedad.  Y ante la tácita imposibilidad de entablar una demanda, no buscó ningún abogado, pero optó por una particular autodefensa a pesar de su identidad: el activismo.

Una trinchera desde donde él pelea contra un enemigo que lo ataca por varios frentes: el laboral, el económico, y el más importante: el médico.  Manuel lo cuenta sin rollos peliculeros:

"Si yo no tengo acceso al trabajo, no tengo acceso a la seguridad social, y si no tengo acceso a la seguridad social, no tengo acceso a los medicamentos, y si no tengo acceso a los medicamentos no tengo acceso a la vida".

Así de sencillo y así de complicado. Se calcula que hoy en México existen unas 198,000 personas infectadas de VIH-Sida. ¿Cuántas fingen estar sanas en sus lugares de trabajo? Imposible saberlo. 

Lo cierto es que si estos enfermos sufrieran despidos injustificados, acoso laboral, o discriminación en el trabajo, al menos en territorio mexicano, para ellos, el guión ya está escrito.

"Llevar un caso jurídicamente por este tipo de discriminación tendría muy pocas probabilidades de éxito porque finalmente, es una política que adopta una empresa para contratar".

Son palabras del propio secretario mexicano de Trabajo y Previsión Social Javier Lozano Alarcón, quien reconoce la urgente necesidad de hacer cambios a la legislación laboral actual, pues aunque la Constitución Nacional menciona la "no discriminación", las empresas pueden 'aquí y ahora' reescribir la historia a su conveniencia.

 

 

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