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19 enfermos donan cerebros al Cinvestav

El IPN colecciona encéfalos humanos para estudiar demencias incurables, informa la revista Quo; el Alzheimer es una enfermedad que acaba con la memoria de cada vez más ancianos en México.
dom 19 abril 2009 06:00 AM
La degradación del cerebro es el culpable de la pérdida de memoria a largo y corto plazo.  (Foto: AP )
cerebro (Foto: AP)

Mientras sostiene entre sus manos un cerebro humano, resulta difícil creer que este hombre de sonrisa robusta sea un experto en amibas y ojos de camarón. Más cuando al mirar una rebanada de otro encéfalo, a través de un cristal de laboratorio, deja escapar un "¡qué bonito hipocampo!"

Lejos estuvo Ofelia de pensar, cuando todavía estaba viva, que recibiría tan peculiar halago de un científico, y que éste tendría una relación directa con su cerebro, en específico, con una de las 18 rebanadas de aproximadamente un centímetro en que ahora está dividido para poder estudiarlo.

Ofelia murió pasados los 80 años y tenía, en grado moderado, mal de Alzheimer, ese trastorno cerebral considerado demencia y que mata la memoria. El hipocampo de esta mujer, que ya no recordaba algunas experiencias de vida, fue justamente el primero en resultar afectado por esta incurable enfermedad.

Tras el fallecimiento, su hijo decidió donar el encéfalo al único Banco de Cerebros que existe en América Latina, fundado por el hombre que ahora se interesa en la forma de su hipocampo, el investigador mexicano Raúl Mena López, designado recientemente como miembro del comité científico de la Alzheimer's Disease International.

En el Departamento de Fisiología, Biofísica y Neurociencias del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional, Mena López y su reducido equipo de trabajo -conformado por cuatro investigadores más, y del que forma parte el biólogo José Luna, su brazo derecho- resguardan 19 cerebros de donaciones exitosas que han servido a lo largo de más de una década para la investigación científica.

Nueve de ellos fueron de personas con Alzheimer, considerado como principal causa de demencia en nuestro país. El resto corresponde a padecimientos de menor frecuencia como esclerosis, mal de Parkinson, Huntington, epilepsia y padecimientos por priones, como la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob.

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Peligro de salud pública

En México es difícil hablar de cifras reales, pero según estimaciones del Consejo Nacional de Población, cerca de 500 mil personas tienen Alzheimer, y esta cifra podría triplicarse en menos de 10 años.

El panorama se complica si se considera que todavía en el área clínica no se suele solicitar la confirmación patológica de la enfermedad, es decir, no se favorece la realización de la autopsia.

De acuerdo con la doctora Ana Luisa Sosa Ortiz, quien en 2000 realizó el primer estudio sistematizado en México de este mal -efectuado de forma paralela en siete países latinos-, a partir de los 60 años, cinco de cada 100 personas lo padecen, y a partir de los 80, una de cada tres.

Junto con la doctora Sosa Ortiz, el neurofisiólogo Mena López señala a esta enfermedad como la causa más frecuente de demencia en México.

Este trastorno cerebral se caracteriza por el deterioro progresivo de las funciones mentales superiores, es decir, el lenguaje, el cálculo, la orientación y todas las funciones cognoscitivas que permiten estar en contacto con el ambiente, conocerlo e interpretarlo, por lo que su aparición afecta no sólo al enfermo, sino a quien lo cuida.

"La enfermedad es un problema de salud pública que tiene relación con el desarrollo social y económico de cada país", enfatiza Mena López, fundador y responsable del Banco de Cerebros del Cinvestav. Es por eso que cobra relevancia la existencia de un banco de este tipo, donde se pueda realizar investigación específica sobre la enfermedad.

Exitoso y con pocos clientes

De padre médico, Mena López estudió la misma carrera, pero se alejó de la práctica realizando una maestría de fisiología en amibas, y luego un doctorado en ojos de camarón. "Ascendí en la escala evolutiva", relata entre risas.

Mena López fue enviado a Canadá para estudiar la anatomía de cerebros de rata. Luego vino un nuevo proyecto con Inglaterra para probar un marcador molecular para el Alzheimer, y ahí comenzó su trabajo con siete cerebros humanos.

Cuando volvió a México y se integró al Cinvestav, en 1992, decidió dejar a un lado el financiamiento y equipo que le ofrecieron para seguir trabajando con las ratas, y se empeñó en crear en México el Banco de Cerebros, que actualmente tiene 14 años.

A través de la investigación post mórtem de cerebros humanos se puede avanzar en el conocimiento de este mal, pero su difusión es escasa debido a la falta de recursos y a que las políticas de salud pública no consideran a la institución dentro de la red de salubridad.

La oferta a lo largo de 14 años ha sido de 30 donaciones y sólo se han concretado 19 de forma exitosa. En comparación, en un solo año (2006), el Banco de Cerebros de Harvard recibió 300 donaciones, de las cuales incluso se tomaron seis mil muestras de tejidos que fueron enviadas, a su vez, a científicos de otras partes del mundo.

A pesar del contraste abismal, el doctor Mena López y su reducido equipo de colaboradores lograron crear el primer modelo de neuronas en estadios tempranos de degeneración, lo cual ha despertado la atención y reconocimiento de la comunidad científica internacional.

De hecho, la revista alemana especializada Acta Neuropatológica les dedicó su portada del mes de diciembre de 2008.

"Gracias al post mórtem tan corto de dos a ocho horas, y al acceso a material cerebral, diseñamos un modelo que explica el procesamiento anormal de la proteína TAU con la enfermedad de Alzheimer. Esta proteína se polimeriza en forma patológica formando filamentos insolubles, que químicamente son como pequeños cristales que ocupan los espacios de la célula neuronal.

"Esta acumulación es tan masiva (degeneración neurofibrilar), que no sólo agobia la energía de la neurona, sino que termina matándola, y esta muerte tiene como consecuencia la demencia", explica Mena López.

La progresión clínica de la enfermedad, desde el trastorno de la memoria inicial hasta la pérdida de todas las funciones mentales superiores -como el habla, el pensamiento y el raciocinio- se correlacionan precisamente con la muerte de las neuronas a causa de la degeneración neurofibrilar.

Imaginemos, dice el investigador, que le ponemos un montón de bloques a una mano hasta el grado de que no se puede mover. Eso le pasa a una célula o neurona hasta que muere cuando existe alguna demencia, en particular el mal de Alzheimer.

En síntesis, los expertos de este banco de cerebros han logrado aislar y sintetizar los filamentos que dañan las neuronas.

¿De qué sirve este modelo? Abre puertas para estudiar o elaborar nuevos productos farmacológicos que tal vez pudieran evitar la formación de esas fibras que, de acuerdo con los estudios, son las que matan las neuronas.

Este es un ejemplo de la utilidad de un banco de cerebros, en términos de mejoras de terapias o tratamientos efectivos.

"Las autopsias en el extranjero pueden llegar hasta 36 horas y nosotros tenemos un post mórtem de dos a ocho horas, lo que compite a nivel internacional, porque sólo Suecia y Japón tienen registros tan cortos. Esto permitió que el cerebro estuviera tan conservado que nos permitió ver células que estaban en etapas iniciales de degeneración cuando murió el paciente. Prácticamente las detuvimos, somos de los pocos grupos a nivel internacional que han enfocado su investigación a estudiar las fases iniciales de la degeneración neuronal", añade.

El Banco de Cerebros del Cinvestav cuenta además con el mejor sistema óptico: el microscopio confocal, herramienta útil para análisis de rebanadas gruesas de tejido nervioso.

Otro banco en crisis

Un día, Mena López recibió la llamada de Amalia: "Soy abogada, vivo sola con mi mamá (Yolanda) y ella tiene Alzheimer. Ahora ya no puedo trabajar, mis vecinos nos dan de comer... Y le tengo que decir algo más: Nací ciega".

"¡Dios mío, a veces el mundo de veras es horrible!", fue lo primero que pensó en ese momento Mena López ante el interés de Amalia por hacer la donación del cerebro de su madre cuando llegara el momento. Para ser científico, menciona a Dios constantemente.

"¡Y cómo no! -dice sin titubear-. En cada cerebro hay dos víctimas de una enfermedad; hay que tener fe para sobrellevarlo. Mi labor implica un trato humano, conocer y sentir, y no lo olvido, es la conexión con la ciencia".

El cerebro de Yolanda, como el de Ofelia, se encuentra bajo la custodia del banco, en congeladores especiales a temperaturas de 80 a 100 grados bajo cero. De otra manera no podrían mantenerse disponibles para su estudio.

Las donaciones no siempre se concretan.
A veces el donador se arrepiente; otras, los trámites no se pueden llevar a cabo, como sucedió cuando se canceló abruptamente, en 2006, la colaboración con el Hospital General. Ahora el apoyo para realizar este proceso lo brinda el Instituto Nacional de Neurología.

Desde que inició con el proyecto de crear un Banco de Cerebros, el doctor Mena López ha escuchado voces que intentan persuadirlo de una causa perdida: "¿Quién puede interesarse en la investigación de cerebros y Alzheimer?"

Bromea en su laboratorio al presumirse como el único miembro del "club de banqueros" que no tiene dinero. Mantiene contacto con otros bancos de cerebros en diversas partes del mundo, actualiza sus conocimientos y aporta su experiencia.

En Estados Unidos ya impartió una conferencia sobre cómo crear un banco de cerebros en un país de pocos recursos destinados a la investigación.

De acuerdo con la OMS, para 2020, entre los trastornos neurológicos más comunes estarán la depresión, la ezquizofrenia y el Alzheimer.

"El problema del Alzheimer y de todas las demencias es que impactan generalmente a los adultos mayores, y vivimos una cultura gerontofóbica. No queremos pensar que nos estamos volviendo viejos. Tradicionalmente el viejo está ahí, arrinconado. Ese es el mayor problema, ¿dónde están los programas de atención?, ¿dónde están los enfermos? Cada vez me sorprende más que la gente me hable del Alzheimer como si fuera parte normal y cotidiana de su vida... Tenemos un doble mundo y no tenemos una política pública de atención adecuada. El gobierno está pensando en el dinero que perdería si la diseñara, pero no piensa en lo que puede ganar a futuro", subraya el investigador.

A pesar de los tropiezos, el científico mexicano considera grandes logros el poder dar charlas sobre la enfermedad a niños hasta de seis años para contribuir a erradicar la cultura gerontofóbica.

De acuerdo con datos del informe Neurological Disorders: Public Health Challenges, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 24 millones de personas en el mundo padecen Alzheimer y otras demencias.

En este contexto surge la iniciativa de crear una red latinoamericana de bancos de cerebros, asesorados por investigadores mexicanos del Cinvestav, encabezados precisamente por el doctor especialista en fisiología, biofísica y neurociencias, Raúl Mena López.

Chile, Argentina, Perú, República Dominicana, Puerto Rico, Costa Rica y Uruguay están interesados en formar parte de dicha red, que se podría constituir como la que existe en Europa, pero orientada a estudiar las características específicas de este trastorno neurodegenerativo en la población de esta región.

Aunque fue en julio de 2008 cuando comenzaron las gestiones, este año se planea definir los estatutos que la regirán para que sus trabajos colectivos inicien formalmente, según el propio Mena López, quien durante cuatro años dirigió en la Universidad de McGill, en Montreal, Canadá, un proyecto para estudiar cerebros con Alzheimer.

A quien corresponda

El sobresalto se vuelve incontrolable. Elena se detiene en la puerta de su casa. Después de tres años de visitar al mismo médico, olvida la ubicación del consultorio. No recuerda el nombre de la calle, la colonia. Nada.

Tres meses después, el sobresalto se vuelve angustia. No sólo olvidó la dirección de su médico, sino que ya no sabe quién es él, ni qué relación los une. Le provoca terror cuando intenta auscultarla. Es casi imposible, a pesar de que Zara, su hija, está a su lado. A veces, a ella tampoco la reconoce.

Su memoria de 60 años prácticamente se ha convertido en una casa abandonada. En el interior, en cada habitación, uno a uno los enchufes van dejando de funcionar. Una a una, mueren sus neuronas. Los recuerdos se desconectan de forma cada vez más acelerada. Su cerebro se hace cada vez más pequeño.

Tres años más tarde, mientras agoniza, ya no sabe quién es. Zara, su hija, corre el riesgo de heredar el Alzheimer, y ya considera la posibilidad de donar su propio encéfalo.

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