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Japón envejece y su economía rural decae

Yubari, un poblado japonés, ejemplifica las penurias niponas: población vieja y menos subsidios el resultado: aumento de pueblos fantasmas, menos empleos y el precio de las propiedades a la b
jue 19 abril 2007 07:59 PM
Yubari tiene una deuda de 500 mdd; un fenómeno nacional del

En 1990, cuando cerró la última mina carbonífera de Yubari, los ancianos de la ciudad comenzaron a destinar dinero de los impuestos a la construcción de un parque de diversiones, una muestra de fósiles, un centro de esquí y un museo de robots.

Esperaban que todas esas atracciones mantuvieran a flote y en el mapa esta población de 13,000 habitantes. Sin embargo, más de 15 años después, Yubari figura todavía en los titulares de la prensa, pero por motivos indeseables.

En vez de atraer a los turistas, las inversiones ocasionaron la bancarrota de la ciudad y convirtieron el poblado en el hazmerreír nacional. La población, ya atribulada, debió adoptar un estricto recorte de costos que incluyó el despido de la mitad de los empleados públicos, la reducción salarial de quienes conservaron sus trabajos, el cierre de escuelas e incluso la restricción del uso de los retretes públicos.

El alcalde Kenji Goto es el primero en reconocer que hubo algunos excesos en las ideas que dejaron a Yubari hundida en una deuda de 500 millones de dólares (mdd). Pero Yubari y otros poblados parecidos son también víctimas de un fenómeno nacional, insiste Goto.

El envejecimiento de la población japonesa y las nuevas iniciativas para poner fin a una serie de subsidios públicos están creando muchos pueblos-fantasma en las zonas rurales del país. El resultado es una creciente brecha entre el campo rezagado y las grandes ciudades, que han prosperado con el repunte de la economía japonesa, centrada en las ganancias de las industrias de alta tecnología y en las empresas manufactureras que compiten en todo el mundo.

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''Si todo sigue así, las diferencias seguirán creciendo'', dijo Goto. ''No podemos decir que todo el país se recupera si sólo las ciudades prosperan. No sentimos que la economía mejore en absoluto''.

Los problemas para Yubari, ubicada en el extremo septentrional de Japón, comenzaron a principios de la década de 1990, cuando cerró la última mina de su industria. Yubari era uno de varios poblados japoneses que disfrutaban de cuantiosos recursos gubernamentales.

La economía nipona, que  era vigorosa en la década de 1980 se frenó en la década del 90; Japón era todavía la segunda mayor potencia económica del mundo, pero pronto se encontró con la deuda pública más grande entre los países industrializados.

Para el 2005, el gasto público nacional había caído a 4.8% del producto interno bruto, en comparación con 8.4% de 1996, de acuerdo con Masaaki Kanno, economista de JP Morgan en Tokio.

''No hay otra opción que la de recortar los subsidios gubernamentales. Los japoneses quieren actualmente un gobierno frugal'', dijo Kanno. ''Esa es la realidad a la que deben adaptarse las economías locales''.

Pero en las zonas rurales, los buenos tiempos parecen cada vez más lejanos. El valor de las propiedades se desploma, el desempleo se ha agravado, los ingresos son menores y muchos habitantes se marchan. Sólo ocho de las 47 prefecturas de Japón no vieron reducirse su población en el 2005.

Yubari, que tenía 120,000 habitantes en los años 60, contaría apenas 7,000 dentro de 16 años.

Aproximadamente 41% de los habitantes de Yubari tiene 65 años o más, en comparación con el 20% en el país. Para el resto de la nación, Yubari representa el atisbo de un futuro preocupante, en el que crecerá la demanda de servicios sociales y se reducirá la base de contribuyentes.

Representa también un recordatorio de que Japón no puede dar por asegurada su prosperidad futura.

 

 

 

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