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El mundo, adicto a las exportaciones

Mientras EU es adicto a las importaciones, los emergentes dependen de las exportaciones; este círculo se alteró con la crisis y podría acarrear desastres económicos en el resto del mundo.
jue 19 marzo 2009 06:00 AM

La cumbre del 2 de abril en Londres, a la que asistirán los representantes de las principales economías mundiales conocidas como G-20, podría ser la reunión global más importante desde 1944, año en que la conferencia de Bretton Woods reformó el viejo orden cerca del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Pero no lo será.

No se efectuará otro Bretton Woods porque los oficiales de Estados Unidos y Europa, como barcos que se cruzan en la noche, no pueden llegar a un acuerdo sobre la manera de responder a la crisis financiera. Esto es una tragedia, porque los formuladores de políticas del mundo fracasan en su intento de lidiar con muchos asuntos fundamentales, entre ellos la cuestión de cómo llegamos a este caos.

Algún día, los arqueólogos históricos escudriñarán entre los escombros de este trágico periodo financiero. Y concluirán, no sólo que los reguladores estaban dormidos frente al cambio, los grandes bancos globales otorgaban cantidades imprudentes de préstamos, y los glotones consumidores estadounidenses gastaban más de lo que ganaban.

Los historiadores también descubrirán la otra cara de este pantano. El mundo entero estaba desequilibrado. Mientras los estadounidenses se volvían dependientes de los préstamos masivos y el exceso de consumo, grandes partes del mundo, en particular los mercados emergentes, se volvían peligrosamente dependientes de las exportaciones -ya fueran de bienes y servicios o de petróleo caro.

Hoy, con las economías industrializadas en problemas, los mercados emergentes que se sustentan en este modelo de exportación se ven obligados a efectuar aterrizajes forzosos. ¿Y por qué es eso importante para el resto del mundo? El colapso de los mercados emergentes, desde Hungría hasta Corea del Sur, podría tener consecuencias mucho más allá de sus fronteras.

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La sabiduría popular simplifica en exceso la causa de la crisis financiera. De algún modo, se supone que la explosión de una simple burbuja subprime de 300,000 millones de dólares en agosto de 2007 debió poner a un sistema financiero global con un valor de cientos de billones de dólares de rodillas. Pero en realidad, las semillas de la confusión financiera fueron plantadas mucho antes -aunque suene raro, con la caída del Muro de Berlín en 1989. La crisis financiera de hoy comenzó como una consecuencia no planeada del colapso del modelo económico controlado por el estado.

En los años que siguieron a ese crucial evento, las economías emergentes, que incluían a China, India, Europa del Este, y a productores de materias primas como Rusia, salieron a escena. Querían ser como los estadounidenses -capitalistas. Mientras liberaban sus economías y sistemas financieros, y los hacían más eficientes, la nueva capacidad productiva resultante llevó a un mar de capital global. De pronto había más dinero a nivel global que oportunidades de inversión.

Mucho de este nuevo capital se vertió en los Estados Unidos, en particular en el mercado financiero. En el proceso, la mayoría de las economías de los mercados emergentes adoptaron un nuevo modelo de crecimiento. De una forma u otra, sujetaron sus monedas al dólar, convirtieron sus economías en plataformas de exportación e invirtieron poco tiempo en el mejoramiento de las bases de consumo de sus mercados domésticos.

La meta: exportar bienes de consumo y capital al mundo industrializado. Y el blanco elegido: los glotones y endeudados consumidores estadounidenses. En un momento, los estadounidenses se convirtieron en los consumidores mundiales supremos, gastaban la increíble suma de 1.10 dólares por cada dólar que ganaban.

Durante un tiempo, el nuevo sistema funcionó de maravilla. Mientras los mercados emergentes exportaban bienes, servicios y petróleo al oeste industrializado, podían acumular enormes montañas de ahorros. En un momento, China por sí sola había reunido una reserva de divisas extranjeras que casi alcanzaba los 2 billones de dólares.

Mientras los mercados emergentes reingresaban ese capital a los Estados Unidos, los estadounidenses vivían un mágico viaje financiero sobre una alfombra voladora. Las inyecciones masivas de capital extranjero ocasionaron que las tasas de interés estadounidenses bajaran de forma drástica. Esta abrupta distorsión financiera ocasionó el comienzo de la crisis de hoy. Con una abundancia tal de capital, el precio del riesgo financiero se desplomó. Las familias, atrozmente incapacitadas desde el punto de vista financiero, podían comprar casas mucho más allá de sus medios.

Pensando que habían descubierto el riesgo libre de riesgo, las grandes instituciones financieras globales empeoraron las cosas al arriesgar demasiado sus capitales. La fallida firma de Wall Street, Bear Stearns, por ejemplo, desplegó irresponsables cantidades de préstamos con un radio de 34 a uno. Pero el galardón es para el banco alemán Hypo Real Estate que, con un radio de 112 a uno, otorgó préstamos como un lunático.

Claro, nunca nadie se imaginó que los sistemas económico y financiero podrían colapsar como lo han hecho. Ni nadie esperaba que la excesiva dependencia de los mercados emergentes a las exportaciones se convirtiera en el Talón de Aquiles del mundo.

Durante el último año, lo que comenzó como la crisis hipotecaria estadounidense se ha expandido vertiginosamente hasta convertirse en un colapso de la demanda global. El desmoronamiento del modelo de crecimiento de los mercados emergentes ha expuesto al mundo a un serio proteccionismo potencial, a guerras de cambio entre divisas y a un creciente incumplimiento del pago de créditos bancarios.

El colapso del comercio global ya ha sido devastador para China, el banquero actual de Estados Unidos. En respuesta, Pekín ha implementado un plan de estímulo fiscal masivo para intentar estimular la demanda doméstica. Pero convencer a una población de edad avanzada que carece de una red de seguridad social de consumir mucho más y ahorrar mucho menos no es una tarea fácil. El colapso del comercio global ha hundido la economía de Japón en la más profunda recesión en décadas.

El sector bancario europeo está demasiado expuesto a los incumplimientos de pago en los bancos de los mercados emergentes, en particular de Europa del Este- mucho más de lo que los bancos estadounidenses están expuestos a los desperdicios tóxicos o subprime.

El comercio global experimenta una disminución súbita, pero lo peor podría estar aún por venir. Y en la economía globalizada de hoy, no hay lugar para esconderse, porque el sistema financiero está interconectado. Si, por ejemplo, un gran banco europeo colapsa como resultado del incumplimiento de pago de billones de dólares en créditos de financiamiento a los mercados emergentes, el efecto en el sistema financiero estadounidense, de por sí lesionado, sería devastador.

Los formuladores de políticas económicas no inventaron el modelo de exportaciones de los mercados emergentes. Es un modelo que el mundo adoptó a causa de un evento histórico, la caída del muro de Berlín. Sin embargo, debe ser replanteado. Está claro que el mundo necesita un Proyecto Manhattan para reducir la exposición del sistema financiero estadounidense a complicados activos y derivados titularizados. Pero ese proyecto no puede limitarse a la reforma de los asuntos relacionados con la arquitectura financiera. También necesitamos una doctrina global financiera comprensiva -e interactiva- que impida que semejantes desbalances se desarrollen de nuevo. Los líderes del mundo, ahora concentrados en resolver sus propios caos domésticos, necesitan trabajar en los elementos fundamentales que abrieron paso a esta gran catástrofe en primer lugar.

David Smick es el autor del libr:, "The World Is Curved: Hidden Dangers to the Global Economy" (El Mundo Es Curvo: Los Peligros Ocultos que Acechan a la Economía Global). Es presidente y CEO de la firma de consultoría financiera de Washington D.C., Johnson Smick International Inc., y fundador y editor de la revista The International Economy (La Economía Internacional).

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