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Ben Bernanke ¿debe dejar la Fed?

El presidente Obama enfrenta la decisión de dejar o no al jefe de la Reserva Federal en su puesto; Bernanke ha tenido aciertos recientes, pero tardó en percatarse y responder a la crisis hipotecaria.
jue 23 julio 2009 06:00 AM
La Reserva Federal de EU podría enfrentar el bloque del Congreso de ese país para expandir su balance general. (Foto: Reuters)
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La especulación sobre un segundo renombramiento de Ben Bernanke como presidente de la Reserva Federal, una vez que su plazo termine en enero de 2010, debe ser un recordatorio de la calidad fantasiosa que maneja Washington.

Si Bernanke fuera renombrado presidente de la Reserva Federal, esto significaría que, en las profundidades de la peor recesión estadounidense en el período de la posguerra, se le está reasignando el puesto a la misma persona cuyas huellas (junto con las de Alan Greenspan) indican que estuvieron inmiscuidas en la recesión.

La ocupación de Bernanke como presidente de la Reserva Federal ha coincidido con el período más turbulento de la economía estadounidense desde la Gran Depresión. Si algo aprendimos de esta experiencia es el alto precio que el país está pagando por una Reserva Federal que, entre 2000 y 2006, hizo caso omiso al peligro de las burbujas en los mercados crediticios y de vivienda en el período de la posguerra.

A estas alturas también debimos haber aprendido el alto precio de una Reserva Federal cuyas reacciones, al reventar esas burbujas en 2007, fueron dolorosamente lentas; asimismo careció de una estrategia real en el mercado financiero para recoger las piezas rotas cuando la burbuja no aguantó más.

Mientras se decide si renovar o no el plazo de Bernanke, el presidente Barack Obama haría bien en preguntarse si durante un cargo de cuatro años como presidente, Bernanke le ha mostrado consistentemente ser un buen previsor de problemas inminentes. También sería útil que se preguntara si Bernanke ha tenido el carácter suficiente para lidiar con estos problemas una vez que fueron identificados.

Sería útil que Obama comenzara por preguntarse por qué Bernanke se quedó callado cuando la burbuja de las viviendas se inflaba y cuando los peores préstamos hipotecarios con tasa no preferencial aparecían. Durante ese año, un total de cerca de 600,000 millones de dólares en préstamos hipotecarios no preferenciales (o cerca de la mitad de todos los préstamos no preferenciales nunca antes vistos) se hizo bajo condiciones que eran materialmente más laxas que en los años previos de los préstamos con crédito insuficiente.   

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También sería razonable que Obama hiciera responsable a Bernanke por haber hecho cálculos errados en cuanto a la seriedad del estallido de la burbuja de los mercados de viviendas y su repercusión en la economía general, y por no haber medido la magnitud de lo que estas pérdidas significarían para el sistema financiero debido a los préstamos imprudentes de crédito bajo.

En abril de 2007, cuando se identificó por primera vez que algo no estaba bien con estos préstamos, él aseguró al Congreso que el problema de los préstamos con créditos deficientes sería limitado, y que se contendría cualquier falla en el sector vivienda. Su estimado más alto en 2007 fue que dichas pérdidas le costarían a la economía cerca de 150,000 millones de dólares. El último estimado de las pérdidas concernientes a estos préstamos en el sistema bancario estadounidense es de más de 1.5 billones de dólares.

Tal vez algo que a Obama le pueda parecer más inquietante es la ceguera que mostró Bernanke ante la necesidad de acciones políticas monetarias expeditas y decisivas para contener el estallido de la burbuja del mercado de las viviendas. De hecho, no fue sino hasta agosto de 2007 cuando la Reserva Federal comenzó su ciclo de recortes en las tasas de interés.

Pero esto ocurrió mucho tiempo después de que, para muchos observadores, fuera obvio que las grandes pérdidas por estos préstamos y la falta de transparencia en los instrumentos modernos de deuda estaba ocasionando la parálisis del sistema bancario internacional. Incluso cuando la Reserva Federal comenzó a recortar las tasas de interés, lo hizo con cautela, y una vez más pasó por alto los riesgos que involucraba el desastre en el mercado de las viviendas para el crecimiento económico.

Quienes están a favor del reposicionamiento de Bernanke hacen énfasis en sus impresionantes conocimientos académicos como experto en la Gran Depresión y en la crisis financiera de 1990 en Japón. Estos conocimientos, como ellos alegan, son la herramienta más importante en esta difícil etapa de la crisis económica estadounidense. 

Ellos se apoyan en la habilidad consumada de Bernanke cuando previno la catástrofe financiera en vísperas del fracaso bancario de Lehman en octubre de 2008. También subrayan la forma tan creativa (aunque tardía) en que Bernanke ha duplicado el tamaño de los balances de la Reserva Federal y recurrió a las llamadas facilidades cuantitativas en los últimos meses para reducir las tasas de interés a largo plazo y mantener a los mercados financieros con la liquidez adecuada.

Mientras se decide si reasignar o no el puesto a Bernanke, Obama haría bien en concentrarse en los registros de toda su gestión en ese puesto en vez de prestar atención a sólo éxitos relativos en los nueve meses después de la bancarrota de Lehman. 

Si Obama hiciera esto de una forma objetiva y deliberada, se daría cuenta de que el desempeño entero de Bernanke ha sido, en el mejor de los casos, accidentado. Debe haber otros candidatos de quienes se espere un mejor trabajo que el de Bernanke como presidente de la Reserva Federal .

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