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La semilla de la discordia de Monsanto

La firma de agro-biotecnología está en una disputa contra DuPont por el gen Roundup Ready; la industria se enfrenta a algo nuevo; la caducidad de una patente y la creación de su genérico.
mar 11 mayo 2010 06:03 AM
Dupont pide a Monsanto una licencia para estudiar y copiar el gen, y así ofrecerlo cuando venza la patente. (Foto: Jupiter Images)
bio tecnologia monsanto dupont agricultura fruta (Foto: Jupiter Images)

"Es fascinante porque estamos en un territorio desconocido", dijo el genial escocés, de 52 años, quien curiosamente se llama, Hugh Grant (como el actor de origen inglés).

Grant es el presidente ejecutivo de Monsanto, tal vez la corporación más temida de Estados Unidos. La empresa domina a la industria de agricultura biotecnológica, cuya audaz misión es transformar la composición genética del abastecimiento alimenticio del mundo. Más del 80% de las soyas y algodones cultivados en aquel país tienen al menos un gen de Monsanto patentado, al igual que el 70% de los campos de maíz.

Monsanto es la compañía mejor conocida (según el documental que hayan visto) por alimentar de forma inapropiada a los niños, por causar catástrofes ecológicas y por demandar a familias de granjeros en problemas para defender sus patentes.

Por otro lado, aquellos que no infaman a Monsanto suelen hablar maravillas de él, o al menos de su misión. En un mundo que debe producir alimento para satisfacer 9,100 millones de bocas para el año 2050, la magia negra de la agro-biotecnología ofrece el único prospecto aparente de salvación: cultivos que serán más resistentes a los insectos, a enfermedades y a cambios climáticos, que necesitarán menos agua, menos fertilizantes y menos pesticidas, y que traerán cosechas más nutritivas y abundantes.

Sin importar qué crean, hay una nueva razón para temer a Monsanto, y está relacionada con el territorio desconocido al que aludió Grant con su acento inconfundible. La creación genética más importante que se ha realizado: el gen tolerante a los herbicidas de Monsanto, conocido como Roundup Ready, cuya patente va a expirar. Como muestra de lo joven que es este sector de negocios, esto nunca había ocurrido antes.

DuPont, su competencia directa, afirma que Monsanto está empleando provisiones de licencia de la patente de forma abusiva y que está empleando otras estrategias que limitan el desarrollo de versiones genéricas de Roundup Ready como el producto de DuPont, conocido como Optimum GAT. Los reguladores antimonopolios estatales y federales están analizando el caso.

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DuPont vende semillas modificadas mediante su subsidiaria Pioneer Hi-Bred International, de Johnston, Iowa. DuPont/Pioneer afirma que si Monsanto logra posponer la disponibilidad de los productos de la competencia, eso obligará a los granjeros a optar por una oferta de segunda generación, Roundup Ready 2 Yield, cuyas patentes no expirarán sino hasta 2020. Roundup Ready 2 cuesta actualmente cerca de 40% más que su predecesor.

"Si Monsanto tiene éxito, el costo para los granjeros y los consumidores será de miles de millones de dólares", dijo David Boies, abogado de DuPont y tal vez el abogado más codiciado de Estados Unidos hoy en día. "Pero el peor costo será el de las restricciones en la innovación y los límites del alcance que tendrán que enfrentar los agricultores estadounidenses para ser más competitivos en todo el mundo y seguir alimentando más gente con pocos recursos".

Monsanto afirma que los alegatos de DuPont no tienen sentido y que su rival está manipulando cínicamente tanto la opinión pública como a los reguladores antimonopolio en un esfuerzo por ganar ventaja en una disputa de negocios mundana. El verdadero problema de DuPont, según Monsanto, lo tiene en su línea de producción: un producto genético clave para DuPont no funcionó como esperaba, y ahora necesitan que el Roundup Ready 1 arregle su problema, y se está negando a pagarle a Monsanto una cuota de uso justa.

"Espero un pago dentro de la vida de la patente", dijo Grant, quien afirma que el problema es muy simple: "tarda más de lo necesario contar la historia".

Al centro de la controversia hay algo que los abogados llaman "la carga de la patente". En la Constitución estadounidense, el Congreso tiene el poder de "promover el progreso de la ciencia y de las artes útiles" recompensando a los inversionistas con un monopolio legal en las ventas de sus innovaciones por un periodo limitado, actualmente de hasta 20 años después de que se haya realizado la solicitud de la patente. A cambio, el inventor debe mostrarle al mundo cómo duplicar su invento. Al final del término de la patente, su hallazgo pertenece al dominio público.

Mientras Roundup Ready se acerca al fin de su patente (para la soya en 2014), la preocupación es que Monsanto pueda impedir a sus rivales comenzar con el largo proceso de desarrollo, pruebas y registros internacionales de las versiones genéricas de Roundup Ready, al menos hasta que su patente caduque, ampliando así su monopolio otros cinco o siete años, si no es que más.

La controversia surge de un vacío legislativo. Mientras que la industria farmacéutica cuenta con la Ley Hatch-Waxman de 1984 para indicar a los jugadores cómo cambiar del monopolio de una patente a la competencia genérica, la biotecnología agrícola no tiene este equivalente.

Hay mucho más en juego que un simple intento de lograr cinco años más de protección de patente para un producto exitoso, una hazaña común en el sector farmacéutico. Pero la apuesta es mayor porque esta industria es distinta al negocio de los medicamentos de una forma crucial: con las farmacéuticas, un paciente con dos necesidades médicas puede comprar el medicamento patentado por su primera condición y el otro medicamento con otra empresa.

Pero en el mundo de la agro-biotecnología, el consumidor no goza de esta libertad. Está limitado por el hecho de que una planta puede crecer de una semilla. Si un granjero quiere que su cultivo contenga más de un rasgo genético patentado, como soya con Roundup Ready y un gen resistente a los insectos creado por DuPont, Bayer, Syngenta, Dow AgroSciences o BASF, se debe alterar una sola semilla con todos estos elementos.

Varios granjeros afirman que el Roundup Ready es tan crucial que no podrían comprar otro producto genéticamente ingeniado a menos que las semillas lo contengan, pues hace que los cultivos sean inmunes a la mayoría de los pesticidas. A cambio, los desarrolladores de rasgos y los criadores de semillas no pueden alterar una semilla con Roundup Ready a menos que Monsanto les de permiso para hacerlo con una licencia de patente.

Desde la perspectiva de DuPont y otros observadores alarmados, esta situación convierte a Monsanto en un limitador capaz de decidir qué rasgos pueden ser genéticamente modificados y cuáles no, es decir, Roundup Ready se ha vuelto un producto de plataforma de monopolio, como el sistema operativo Windows de Microsoft cuando entró al mercado de las computadoras personales a finales de 1990.

La comparación no está lejos del alcance del consejero Boies, presidente de Boies Schiller & Flexner, ministro del Departamento de Justicia que llevó el caso antimonopolio contra Microsoft. Él alega que las restricciones de Monsanto son más reprensibles que la conducta que metió en problemas a Microsoft hace 15 años . "Las acciones de Microsoft prohibían que el buscador Netscape funcionara en el sistema operativo Windows de Microsoft", dijo Boies. "Aquí hay una prohibición abierta de alterar genéticamente un rasgo encima del rasgo que ya alteró Roundup Ready de Monsanto".

Las autoridades de Monsanto dicen que los argumentos de Boies son parte de una campaña de "ruido" e "invenciones" diseñada por DuPont. Monsanto suele dar licencias a los desarrolladores de rasgos, con al menos nueve productos comerciales de semillas en el mercado hoy en día, donde las alteraciones de los otros fabricantes son integradas a la semilla encima de los rasgos que ya incluyó Monsanto, y entre estos productos hay uno de DuPont. Dicen que el problema es que mientras que DuPont obtuvo el permiso para integrar el rasgo encima de Roundup Ready, ahora implementa un gen que está fuera del alcance de su licencia. Y este es un derecho de inclusión por "el que nunca pagaron", dijo Grant. "Y en esto consiste el problema".

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