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Crisis en Japón: nueva amenaza mundial

La economía nipona se debilita y se acerca a ser la mayor preocupación ante la crisis global; el consumidor leal japonés se está descarriando, y el yen no pierde fuerza ante el dólar y el euro.
jue 16 febrero 2012 01:38 PM
La deuda total del país asiático, en relación a su PIB, asciende a 235%. (Foto: Reuters)
nikkeei

Ahora que el embrollo de la deuda soberana europea nos ha dado un pequeño respiro , en Wall Street crece la preocupación de que Japón pueda ser el próximo foco rojo en la actual crisis financiera global. Al parecer, la economía nipona podría llegar a un punto crítico en un futuro cercano, pues se debilita cada vez más y su deuda, en relación al PIB, alcanza niveles que hacen que Grecia nos parezca un administrador responsable .

Ante eso, Wall Street está comprando protección bajo la forma de credit default swaps (CDS o seguros contra impago de deuda) para estar preparada para el día en que Japón se desplome.

La negociación de swaps sobre bonos soberanos japoneses ha sido extremadamente volátil en los últimos 12 meses, actualmente sus CDS están cerca de los 135 puntos básicos, 100 puntos por encima del rendimiento de la deuda de Japón, dijeron a Fortune operadores en Nueva York y Londres.

Los swaps de default crediticio ofrecen a los inversionistas una forma de ganar dinero en el evento de una suspensión de pagos.

Aunque no se prevé que la bomba de deuda nipona explote mañana, los CDS japoneses se cotizan hoy 50% por arriba del precio que registraban hace un año.

Al mismo tiempo, la participación de Wall Street en el mercado de la deuda japonesa ha crecido en los últimos años, lo que podría ejercer presión sobre el Gobierno nipón para intentar resolver este dilema.

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Sin embargo, Wall Street y sus vigilantes del mercado de bonos podrían empujar los rendimientos de los bonos japoneses a niveles que pudieran paralizar la capacidad gubernamental para pagar sus deudas, creando las condiciones para uno de los defaults soberanos más fecundos en la historia.

Parece una locura pensar que Japón, una nación célebre por su eficiencia y su población educada, se haya hundido en ese pozo de endeudamiento. Pero la deuda total del país asiático, en relación a su PIB, asciende a 235% y aumenta cada día. Como referencia comparativa, la deuda de Estados Unidos respecto al PIB es de alrededor de 98%, mientras que los más atribulados miembros de la zona euro, Grecia y Portugal , tienen una ratio de cerca de 159% y 110%, respectivamente.

No obstante, Japón ha sido capaz de acumular más endeudamiento porque cuenta con algunas notables protecciones. Esas defensas incluyen una sólida industria de exportación, que le permite al país ser un importador neto de capital, y la lealtad de su población nacional, que tiende a invertir y a gastar en casa.

Y a diferencia de otras economías desarrolladas, la mayor parte de la deuda japonesa está en posesión de sus propios ciudadanos, así que no ha tenido que sufrir toda la ira de los inversionistas en bonos de Wall Street.

Pese a ello, el país dio a conocer esta semana algunos datos económicos alarmantes, que han causado grietas en sus defensas. Además de anunciar una contracción del PIB mayor a la esperada, de 2.3% anual en el último trimestre de 2011, Japón, ese motor exportador, dijo que había registrado su primer déficit comercial anual desde 1980 . El ministro de Finanzas atribuyó dicho déficit a los altos precios de la energía y a la interrupción de las exportaciones provocada por el devastador terremoto del año pasado. Pero aunque ambos factores contribuyeron al déficit comercial, el principal problema parece ser la divisa nipona.

Actualmente, el yen se encuentra muy fuerte frente al dólar y al euro, lo que hace que las exportaciones japonesas parezcan más caras que nunca en el mercado internacional.

Algunas de las principales compañías exportadoras del país están reportando pérdidas históricas como consecuencia de la disminución de los envíos al exterior. Panasonic, por ejemplo, dijo recientemente que preveía una pérdida de 10,000 millones de dólares  (mdd) para el año fiscal, mientras que Sony anunció también que pronosticaba registrar pérdidas por 2,800 mdd en el año fiscal, la mayor pérdida en la historia de la compañía. Ese quebranto en las finanzas de las firmas más grandes del país se traduce en un menor crecimiento económico y en gran decremento en los ingresos gubernamentales. Eso obliga a las autoridades de Tokio a pedir prestado a sus ciudadanos para mantenerse a flote.

Entre tanto, el leal consumidor japonés ha comenzado a descarriarse un poco, pues el apreciado yen ha hecho que los bienes extranjeros luzcan más baratos en comparación con los productos nacionales, una situación que agrava el déficit comercial del país.

Las importaciones reales a Japón, en diciembre, incumplieron las previsiones de contracción y reportaron, por el contrario, un incremento de 4.1%. Se prevé que esta tendencia continúe mientras el yen siga apreciándose y el consumidor nipón se sienta cada vez más cómodo comprando bienes extranjeros.

El fuerte yen y las débiles tasas de interés también han afectado al leal inversionista japonés. Aunque la gran mayoría de activos japoneses se mantienen en bancos y en bonos gubernamentales que reportan poco rendimiento, se ha producido en los dos últimos años un cambio hacia la inversión en valores internacionales con mayor rendimiento, ofrecidos a través de fondos mutuos. Al mismo tiempo, la proporción de deuda nipona a corto plazo en manos de extranjeros se ha dublicado en la última década, hoy representa casi el 20%.

El Gobierno de Tokio ha intentado en vano debilitar al yen. Ha implementado múltiples rondas de flexibilización cuantitativa (QE o quantitative easing), inflando la oferta de dinero. El Banco de Japón lanzó tres rondas de QE el año pasado, pero el yen continuó apreciándose. El martes, el Banco de Japón sorprendió a los mercados con el anuncio de una ampliación de su programa de QE, inyectando otros 130,000 mdd al sistema bancario. El yen se debilitó un poco, pero no se espera que la nueva QE tenga un efecto duradero en el valor de la moneda.

Así, con el yen aumentando su valor y con las tradicionales defensas dañadas, las condiciones están puestas para que Wall Street alce la voz como lo hizo con Europa hace un año. La diferencia en términos de rendimiento entre las tasas de interés japonesas y los CDS japoneses implica que los extranjeros están cada vez más temerosos de la solvencia de Japón. Es comprensible, pues este año el Gobierno nipón apenas ingresará en recaudación fiscal el 40% de lo que necesita para cubrir su presupuesto.

Pese a todas estas claras señales de problemas y al deterioro de sus defensas, la deuda soberana japonesa aún se cotiza por debajo de 1%, lo que facilita que el Gobierno siga pidiendo prestado. Empero, la volatilidad de los CDS en el último año sugiere una vulnerabilidad donde incluso un ligero evento de crédito puede detonar una huída de los bonos soberanos, tanto de tenedores nacionales como extranjeros, lo que dispararía de inmediato las tasas de préstamo a niveles estratosféricos, como le ocurrió a Italia en 2011.

No parece que Japón tenga una salida fácil para escapar de su endeudamiento. Podría intentar salir del embrollo duplicando o triplicando la oferta de dinero, pero eso diezmaría los ahorros de la nación. También podría implementar algunas medidas de austeridad para controlar el gasto, o subir los impuestos para aumentar la recaudación, pero ambas medidas tendrían severas consecuencias en el crecimiento económico. La medida más audaz que el Gobierno propone es aumentar el impuesto sobre las ventas a 8% en 2014, y subirlo a 10% al año siguiente, pero no es suficiente para salir de su enorme aprieto crediticio.

No es posible saber cuándo sucumbirá Japón a sus deudas. Su envejecida población se jubilará en masa durante los próximos años, lo que significa que dejarán de comprar y comenzarán a liquidar sus bonos, impidiendo que el Gobierno pueda autofinanciarse. Y dado que sus defensas contra un default han perdido solidez, el día del juicio final para el país del sol naciente podría sobrevenir más pronto de lo que nadie imagina.

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