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Las tres trampas de Bernanke

El presidente de la Fed ha impulsado un estímulo fiscal con el tiempo político adverso; el informe de desempleo de junio podría obligar al Banco Central a actuar más rápido.
mar 03 julio 2012 06:00 AM
Ben Bernanke fue designado como Presidente de la Fed por George W. Bush y Barack Obama lo confirmó para un segundo mandato.  (Foto: Cortesía CNNMoney)
Bernanke (Foto: Cortesía CNNMoney)

Después de seis años al frente de la Reserva Federal estadounidense (Fed) , Ben Bernanke se enfrenta a las más duras críticas de su presidencia.

Al finalizar la reunión de la semana pasada del Comité Federal de Mercado Abierto, los periodistas lo cuestionaron repetidamente sobre por qué no hacía más para reforzar la economía que parece debilitarse en vísperas de una elección presidencial.

Hasta ahora, la Casa Blanca se ha contenido de criticar a la Fed, pero las tensiones entre las dos instituciones van en aumento, como suele suceder durante las campañas electorales. En 1992, que también fue un año de tribulaciones económicas, muchas personas en la Casa Blanca creyeron que la inacción de Alan Greenspan le costó a George H. W. Bush la presidencia.

Los comentaristas de los medios y los demócratas presionan a Bernanke para que cambie el rumbo. Mientras que algunos miembros prominentes del partido Republicano, Mitt Romney incluido, lo han amonestado por alimentar burbujas de activos y quebrantar el valor del dólar. Al parecer, han olvidado que Bernanke es un republicano leal, designado por el propio ex Presidente George W. Bush.

En estos momentos, el titular de la Fed debe estar preguntándose por qué no se quedó en su cómoda cátedra en la Universidad de Princeton.

Ante el débil crecimiento del empleo , la caída de las ventas al por menor, y la amenaza del caos en Europa, comparto la opinión de que Bernanke debería estar haciendo más, pero también siento simpatía por él. Está en una trampa, de hecho, son tres: una trampa de liquidez, una trampa de comunicación y una trampa política. Y de esas tres, la única que es de su propia factoría es la que tiene que ver con la comunicación.

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En diciembre de 2008, Bernanke redujo la tasa de interés interbancaria de los fondos federales al nivel más cercano posible a cero con una receta tradicional de los banqueros centrales que operan en una profunda recesión.

Desde entonces, ha ido un poco más lejos. En un intento por rebajar las tasas de interés a largo plazo, la Fed introdujo dos rondas de "flexibilización cuantitativa", emitiendo aproximadamente dos billones de dólares para comprar bonos. En los últimos cuatro años, el balance de la Fed se ha inflado de 800,000 millones de dólares a cerca de 2.8 billones de dólares.

Como Keynes advirtió que sucedería, Bernanke se ha encontrado a sí mismo ‘empujando una cuerda,' es decir, recurre a políticas monetarias flexibles en un esfuerzo inútil. No importa cuánta liquidez inyecte la Fed en la economía, no parece conseguir nada.

Aunque  l as tasas hipotecarias están por debajo del 4% , el mercado inmobiliario se mantiene deprimido. Aunque los costos de financiación están en niveles mínimos récord, las empresas se sientan sobre sus arcas y se niegan a invertir en maquinaria y equipo.

En circunstancias como éstas, una política monetaria expansiva no asegura necesariamente una recuperación vigorosa. Es por eso que los keynesianos modernos, entre los que se encuentra Bernanke, también favorecen el estímulo fiscal.

Desde junio del año pasado, cuando finalizó la QE2 o segunda ronda de flexibilización cuantitativa, la Fed se ha mantenido en un compás de espera. Cabe destacar que su actual Operación Twist es muy pequeña para producir un impacto.

 

El presidente de la Fed ha impulsado un estímulo fiscal con el tiempo político en contra;

Si Bernanke hubiera hablado con franqueza y hubiera admitido que se había quedado sin munición y no podía hacer más, eso habría sido hacer algo. Con la Fed oficialmente atada de manos, la responsabilidad de impulsar la recuperación habría recaído sobre la administración y el Congreso.

En lugar de desistir, Bernanke insistió en repetidas ocasiones que la Fed no era impotente. Y lo dijo de nueva cuenta la semana pasada: "Los bancos centrales tienen cierta capacidad de proporcionar ayuda financiera y apoyar una recuperación aún cuando las tasas de interés están cercanas a cero".

Al comunicar este mensaje, Bernanke se ha tendido otra trampa a sí mismo. Si la Fed aún tiene las herramientas para dar un impulso a la economía, ¿por qué diablos no está  utilizándolas?

Sus propias previsiones muestran que la tasa de desempleo se estancará en un 8% al menos hasta 2014 . La tasa de inflación, mientras tanto, parece que se ubicará muy por debajo de la meta del 2% de la Fed, tanto en este año como el próximo. Para un banco central con un doble mandato de garantizar la estabilidad de precios y asegurar el máximo empleo posible, estas cifras sólo pueden significar una cosa: es hora de pisar el acelerador.

Si el informe sobre el empleo correspondiente al mes de junio, que el Gobierno dará a conocer el 6 de julio, muestra otro mes de escaso crecimiento, es casi seguro que Bernanke hará algo.

Así lo dijo la semana pasada: "Si no vemos una mejora sostenida en el mercado laboral, habría que adoptar medidas adicionales". Pero al esperar tanto tiempo para actuar, el presidente de la Fed quedará atrapado, haga lo que haga, en el fuego cruzado de la campaña electoral: esa es la trampa política.

Si la Fed lanza una QE3 que para lograr una diferencia real tendría que implicar una colosal inyección de dinero, tal vez un billón de dólares, los republicanos acusarán a Bernanke de ceder a los deseos de la Casa Blanca y degradar la moneda. Si Bernanke se cruza de brazos, los demócratas estarán furiosos con él, así como muchos observadores de la Reserva Federal.

A estas alturas, la esperanza para Bernanke de escapar a las múltiples trampas depende de que los reportes de empleo en los próximos meses arrojen datos mejores a los esperados.

Esto calmará los temores de otro bache recesivo y frenaría el clamor que pide cambios inmediatos en las políticas. En ese sentido, por lo menos, los intereses del republicano Presidente de la Fed y del demócrata Presidente del Gobierno que lo nombró para un segundo mandato estarán perfectamente alineados.

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