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Reforma laboral, necesaria pero estéril

La discusión se complica al ser propuesta al final del Gobierno, dice el especialista Ricardo Sodi; el analista detalla lo que en su opinión son las fortalezas y las debilidades de la iniciativa.
jue 27 septiembre 2012 06:03 AM
La Comisión del Trabajo de la Cámara de Diputados discutirá el proyecto en lo particular este jueves. (Foto: Notimex)
diputados

Poner a prueba la capacidad de negociación de un Gobierno, discutiendo una reforma trascendente sobre una materia como la laboral, que de suyo desata pasiones, es un reto monumental.

El panorama se complica cuando el Gobierno que la propone es el saliente y el que perdió las elecciones, que pasó a ser la tercera fuerza política del país y ha sufrido el desgaste que implica desempeñar la Presidencia de la República.

Además, se estrena la nueva facultad constitucional de iniciativa preferente del presidente de la República , que obliga al Congreso a sustanciarla de manera pronta y expedita.

Una reforma de esta naturaleza debe emprenderse al principio de un Gobierno, previa consulta y concertación con los principales actores políticos del país y de cara a la sociedad a través de foros de análisis, ya que la materia laboral es transversal e impacta con mucho en el desarrollo del país.

El trabajo no es una simple mercancía que está en el comercio. Éste es un principio fundamental del derecho laboral contemporáneo. Se trata de una actividad de interés público, es decir, su normatividad y la aplicación de ésta, son de aplicación general e irrenunciable, ya que afectan a la sociedad en su conjunto.

Utilizar una figura como la iniciativa preferente pone al Poder Legislativo en una disyuntiva de aprobar o rechazar la reforma, o peor aún, aprobar una reforma híbrida que no resuelva las necesidades que el nuevo mercado laboral demanda por la competencia globalizada.

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Los temas de fondo que aborda la reforma son tan sensibles que difícilmente podremos encontrar puntos de coincidencia entre los actores políticos y los intereses económicos.

Se pretende legislar de espaldas al reclamo legítimo de una clase trabajadora explotada tradicionalmente por sus líderes y por los empresarios, que cuando ha buscado un espacio de diálogo ha encontrado cerrazón y oprobio; que cuando ha buscado mejorar su nivel de vida, se ha enfrentado a fenómenos económicos que impiden alcanzar sus justas aspiraciones de bienestar y desarrollo.

Una debilidad de la iniciativa de reforma, se refiere al nuevo tratamiento del derecho de huelga.  Es un tema polémico, por ser una reivindicación social, que sin embargo no tiene mayor impacto en la dinámica contemporánea de las relaciones colectivas de trabajo. Politizarlo y debatirlo afectará el resultado del proyecto.

Otra debilidad de la reforma se refiere al cobro por hora; se busca incorporarla como panacea para el desarrollo, sin observar que la experiencia en otros países abarató la fuerza laboral, disminuyó la estabilidad del empleo y provocó el fenómeno contrario al buscado: en vez de crecer, disminuyó la oferta laboral.

Cada vez que se habla de los trabajadores, solamente se escucha la voz de sus líderes, que desde la comodidad de una curul o escaño y disfrutando de un abultado sueldo, deciden lo que mejor conviene a la clase trabajadora. No se debe ignorar la opinión del trabajador que con su jornal enfrenta las adversidades económicas y los reclamos de bienestar de sus familias.

Sin duda, la reforma laboral es necesaria. Enfrentamos un mundo globalizado donde la competencia condiciona el contenido de las leyes. Pero no debemos olvidar que el frente laboral no es el único que debe aportar esfuerzos para ello, también debe considerarse una reforma fiscal y una reforma al sistema de producción agrícola que complemente esta visión.

Por todo lo anterior, presentar una reforma al cuarto para las doce, sin posibilidad real de éxito, es un error político y de visión.  Lejos de mejorar el sistema laboral mexicano, constituye un esfuerzo estéril de un Gobierno que agoniza y pretende por todos los medios justificar su imagen ante la historia.  Finalmente, se obliga al Gobierno entrante, quiera o no, a fijar una postura anticipada, condicionante de su gestión pública.

Nadie puede pronosticar el alcance e impacto de la reforma preferente en materia laboral. Las sociedades políticas actúan y a veces se equivocan y cuando ello sucede, vuelven a actuar. Lo que no se vale es la inmovilidad que produce desconfianza y desesperanza. La peor reforma es la que no se hace y la mejor es aquella que pese a sus defectos, pero en su concepción original, inicia su vigencia y permite valorar sus resultados. México merece esta oportunidad.

El autor es director de la Facultad de Derecho de la Universidad Anáhuac México Norte*

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