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Crecimiento económico ilimitado, un mito

La productividad mundial tenderá a desacelerarse en el próximo siglo, afirma Martin Wolf; el académico opina que la innovación necesaria para el crecimiento lleva estancada cincuenta años.
jue 04 octubre 2012 06:05 AM
La desaceleración en la innovación llevará a la desaceleración económica.(Foto: Archivo)
crecimiento economico (Foto: Archivo)

¿Podría estar acabándose el crecimiento? Ésta es una pregunta herética. Sin embargo, Robert Gordon, un profesor de la Universidad de Northwestern, experto en productividad, lo ha cuestionado en un provocativo estudio llamado Is US Economic Growth Over? Faltering Innovation Confronts the Six Headwinds . En él, desafía la visión convencional de los economistas de que "el crecimiento económico... continuará indefinidamente".

Sin embargo, el crecimiento ilimitado es una suposición descomunal. Durante la mayor parte de la historia, se registró un crecimiento en la producción por persona casi cercano a lo no mesurable. El crecimiento que se produjo provino del aumento en la población.

Luego, en la mitad del siglo 18, algo comenzó a agitarse. La producción per cápita en las economías más productivas del mundo -el Reino Unido hasta 1900 y Estados Unidos a partir de entonces- comenzó a acelerarse.

El crecimiento de la productividad alcanzó un pico en las dos y media décadas siguientes a la Segunda Guerra Mundial. A partir de entonces, el crecimiento se desaceleró de nuevo, a pesar de un repunte al alza entre 1996 y 2004. En 2011 -de acuerdo con la base de datos del Conference Board- la producción por hora de Estados Unidos fue un tercio menor de lo que hubiera sido si la tendencia de 1950-1972 hubiera continuado. Gordon va más allá. Él sostiene que el crecimiento de la productividad podría continuar desacelerándose durante el próximo siglo, llegando a niveles insignificantes.

El futuro es inescrutable. Sin embargo, el pasado es revelador. El centro del argumento de Gordon es que el crecimiento es impulsado por el descubrimiento y por la subsecuente explotación de tecnologías específicas y -sobre todo- por las "tecnologías de propósito general", que transforman la vida de manera amplia y profunda.

La implementación de una serie de tecnologías de propósito general descubiertas a finales del siglo 19 llevó a la explosión en productividad de mediados del siglo 20, argumenta Gordon. Éstas incluyen la electricidad, el motor de combustión interna, el agua corriente y el alcantarillado doméstico, las comunicaciones (radio y teléfono), los químicos y el petróleo.

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Éstas constituyeron "la segunda revolución industrial". La primera, entre 1750 y 1850, se inició en Reino Unido. Ésa fue la era del vapor, que culminó con el ferrocarril. Hoy en día, vivimos en una tercera y que ya tiene unos 50 años de edad: La era de la información, cuyas tecnologías líderes son la computadora, el semiconductor y el Internet.

Gordon argumenta, a mi juicio convincentemente, que en su impacto sobre la economía y la sociedad, la segunda revolución industrial fue mucho más profunda que la primera o la tercera.

La energía motorizada reemplazó la tracción animal, en todos los ámbitos, eliminando los desechos animales de las carreteras y revolucionando la velocidad. El agua corriente reemplazó el acarreo manual de agua y de los residuos domésticos. El petróleo y gas sustituyeron el acarreo de carbón y madera. Las luces eléctricas sustituyeron a las velas. Los aparatos eléctricos revolucionaron las comunicaciones, el entretenimiento y, sobre todo, el trabajo doméstico. La sociedad se industrializó y se urbanizó. La esperanza de vida se disparó.

Gordon señala que "es poco conocido el hecho de que la tasa anual de mejora en la esperanza de vida en la primera mitad del siglo 20 fue tres veces más veloz que en la segunda mitad". La segunda revolución industrial transformó mucho más que sólo la productividad. Las vidas de los estadounidenses, los europeos y, más tarde, los japoneses, fueron cambiadas por completo.

Muchos de estos cambios fueron algo excepcional. La velocidad de desplazamiento pasó del caballo al del jet. Luego, hace unos 50 años, se estancó. La urbanización fue algo extraordinario. También lo es el colapso de la mortalidad infantil y la triplicación de la esperanza de vida, así como el control de las temperaturas en el hogar. Y la liberación de la mujer de la servidumbre doméstica.

Bajo esas normas, la actual era de la información está llena de ruido y luces pero significa poco. Muchos de los beneficios de las computadoras que sirven para ahorrar tiempo se produjeron décadas atrás. Hubo un aumento en el crecimiento de la productividad en la década de 1990. Pero el efecto se desvaneció.

En la década de 2000, el impacto de la revolución de la información llegó en gran parte a través de dispositivos de información y comunicación fascinantes. ¿Qué tan importante es eso? Gordon propone un experimento mental:

¿Qué pasaría si sólo pudieras conservar los brillantes dispositivos inventados desde 2002 o el agua corriente y los baños en el interior de tu casa? Es más, incluiré a Facebook en la oferta. ¿Eso te hace cambiar de opinión? Sabía que no. Yo no mantendría todo lo inventado a partir de 1970 si la alternativa fuera perder el agua corriente.

Lo que estamos viviendo es un intenso, pero estrecho, conjunto de innovaciones en una importante área de la tecnología. ¿Tiene importancia? Sí. Después de todo, podremos ver que en una o dos décadas a partir de ahora todos los seres humanos tendrán acceso a toda la información del mundo. Pero la visión de que la innovación es ahora más lenta que hace un siglo es convincente.

¿Qué nos dicen estos análisis? En primer lugar, Estados Unidos sigue siendo la frontera de la productividad global. Si el ritmo de avance de la frontera se ha desacelerado, alcanzarlo podría ser más sencillo.

En segundo lugar, alcanzarlo podría impulsar el crecimiento mundial a un ritmo elevado durante mucho tiempo (si los recursos lo permiten). Después de todo, el promedio del Producto Interno Bruto (PIB) per cápita de los países en desarrollo sigue siendo de sólo una séptima parte del de Estados Unidos (en paridad de poder adquisitivo).

Tercero, el crecimiento no es sólo producto de los incentivos. Depende aún más de las oportunidades. Los rápidos incrementos de la productividad en la frontera son posibles sólo si las innovaciones adecuadas ocurren. Las tecnologías de transporte y energía apenas han cambiado en medio siglo. Bajar los impuestos no cambiará esta situación.

Gordon señala otros obstáculos para la mejora del nivel de vida de los estadounidenses comunes . Estos incluyen: La inversión del bono demográfico que provino de los baby boomers y el movimiento de las mujeres hacia la fuerza laboral; la estabilización de los logros educativos; y los obstáculos para los niveles de vida del 99% de la población en el nivel más bajo. Estos obstáculos incluyen la globalización, el aumento en los costos de los recursos y los altos déficits fiscales y deudas privadas.

En resumen, Gordon prevé que el aumento de los ingresos reales disponibles de aquellos fuera de la élite se desaceleren. De hecho, parece que ya está sucediendo. Lo mismo está ocurriendo en otros países de altos ingresos.

Durante casi dos siglos, los actuales países de altos ingresos disfrutaron de olas de innovación que los hicieron mucho más prósperos que antes y mucho más poderosos que todos los demás. Éste era el mundo del sueño americano y el excepcionalismo americano.

Ahora la innovación es lenta y la economía la alcanzará rápidamente. A las élites de los países de altos ingresos les gusta bastante este nuevo mundo. Al resto de la población le gusta mucho menos. Hay que acostumbrarse. Esto no va a cambiar.

*Martin Wolf es jefe de opinión en la sección de economía del Financial Times.

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