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El doble filo de la austeridad en Europa

Las políticas adoptadas ante la crisis de deuda causan más daño que alivio, afirma Wolfgang Münchau; es necesario respaldar la austeridad con reformas estructurales y una política monetaria adecuada.
mar 09 octubre 2012 06:03 AM
Las políticas de austeridad impiden el crecimiento del PIB. (Foto: AP)
españa grecia (Foto: AP)

Hemos llegado a un punto en que las políticas adoptadas para resolver la crisis de deuda de la eurozona están causando más daño que lo que sea que haya originado el problema en primer lugar. Esto es dolorosamente obvio en Grecia y también cada vez más en España.

La troika del Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Europea y el Banco Central Europeo (BCE) está exigiendo que Grecia adopte de manera anticipada medidas de austeridad para 2013 bajo el argumento de que es casi seguro que el país incumplirá el objetivo de déficit nominal para 2013.

El Gobierno griego había pronosticado una caída del Producto Interno Bruto (PIB) de "sólo" 3.8%, pero la troika cree que es más probable que el descenso en el PIB sea del orden del 5%, según el diario griego Kathimerini. Eso implicaría que Grecia incumplirá el objetivo general de un superávit primario (el superávit antes del pago de intereses de la deuda) el próximo año.

¿Por qué está cayendo tan rápidamente el PIB griego contrariamente a lo que los pronósticos oficiales habían estimado? El panorama económico mundial podría no ser de ayuda. Pero la contracción anual de la economía griega de alrededor del 5% a través de los años es causada principalmente por la persecución incesante de objetivos de déficit nominal. Si la economía no logra cumplir con los objetivos, se aplica una mayor austeridad, lo que provoca una continua caída en el PIB, seguida de otro fracaso para alcanzar la meta.

En otras palabras, la troika está exigiendo una acción política cuyo efecto será un mayor deterioro de la economía griega, y por lo tanto un mayor deterioro de la relación de deuda, que a su vez requerirá una mayor acción política del mismo tipo de autoderrota.

España no está en ese punto todavía, pero va en la misma dirección. Luis María Linde, el gobernador del Banco de España, dijo la semana pasada a la comisión de presupuesto del Congreso de Diputados que España está en riesgo de incumplir el objetivo de déficit de este año.

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Linde recomendó que el Gobierno adopte medidas adicionales de austeridad para compensar este déficit . Debido a que nadie, incluyendo presumiblemente él mismo, cree en la optimista predicción del Gobierno español de una caída del 0.5% en el PIB el próximo año, la probabilidad de que el país se quede corto en el déficit de 2013 es cercana al 100%.

Al igual que en el caso de Grecia, hay una dinámica de trabajo en España en la que los políticos están persiguiendo un objetivo nominal, acumulando un programa de austeridad sobre el otro, y luego incumpliéndolos por un amplio margen.

Como miembro de la troika en Grecia, el FMI es parte de este proceso de autoderrota. Uno se pregunta a veces si éste es el mismo FMI que en su Panorama Económico Mundial más reciente realizó un análisis muy serio de las crisis de deuda pasadas, titulado The good, the bad, and the ugly: 100 years of dealing with public debt overhangs.

El análisis llegó a la conclusión de que los programas de reducción del déficit sólo pueden funcionar bajo ciertas condiciones favorables y no deben implementarse de forma ciega y mecánica. "La primera lección es que los esfuerzos de consolidación fiscal deben complementarse con medidas que apoyen el crecimiento: los problemas estructurales deben ser abordados y las condiciones monetarias necesitan brindar todo el apoyo posible", indica el análisis.

Entonces, ¿qué tipo de condiciones estructurales y monetarias deben implementarse? Los sucesivos gobiernos españoles han anunciado muchas reformas estructurales, en su mayoría irrelevantes a la crisis.

La reforma que importaría más - el cierre de las improductivas cajas de ahorros y la consolidación de todo el sector- no está sucediendo por razones políticas. Me estremezco cuando oigo a Luis de Guindos, el ministro de Finanzas español, decir que él no espera que un solo banco español quiebre; a pesar del hecho de que el sector bancario español en su conjunto es insolvente.

Cuando el FMI habla sobre políticas monetarias, en un primer momento se podría concluir que esta condición más o menos ha sido cumplida. La tasa oficial de interés a corto plazo del BCE es baja. Ofrece soporte al sector bancario a través de una liquidez ilimitada. Pronto podría apoyar al Estado español a través de compras de deuda soberana. Pero las condiciones monetarias están lejos de ser flexibles en España. Las tasas reales de interés, tanto para el sector privado como para el sector público, inducen a una depresión.

Por tanto, España no cumple con ninguna de las dos condiciones impuestas por el FMI como pre-requisitos de éxito para reducir la deuda. En ausencia de un cambio extremadamente grande en la política, deberíamos esperar que España caiga por el mismo camino que Grecia.

Las autoridades políticas europeas siempre se han aferrado a la esperanza de que la recuperación posterior se haría cargo de todos los problemas. Crónicamente han infravalorado el efecto de la austeridad en el crecimiento, especialmente si otros países de la región siguen las mismas políticas . Como el FMI señaló en su estudio, muchos episodios exitosos de reducción de deuda fueron acompañados por un buen crecimiento económico en otras partes. Grecia y España no son tan afortunados.

Mi conclusión es que la política actual no es compatible con la supervivencia de estos dos países en la eurozona. Ésta no es una predicción de que no tienen más remedio que abandonarla. Simplemente es una enumeración de sus opciones políticas.

*Wolfgang Münchau es editor asociado de Financial Times, donde escribe la columna semanal sobre la Unión Europea y la economía de europea. Se desempeñó como coeditor de Financial Times Deutschland de 2003 a 2005.

Antes de trabajar en FT Deutschland, Münchau fue corresponsal en Frankfurt y más tarde corresponsal de economía de Financial Times, al informar sobre la preparación para la fase final de la unión monetaria y el lanzamiento del euro.

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