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Carney, ¿hombre ideal para Inglaterra?

El nombramiento del canadiense como jefe del banco central tiene pros y contras, dice Martin Wolf; al no ser inglés, tendrá más independencia en las decisiones pero su legitimidad será cuestionada.
mié 28 noviembre 2012 06:03 AM
Mark Carney dirige el Banco de Canadá desde 2008. (Foto: AP)
banco inglaterra (Foto: AP)

El nombramiento de Mark Carney como gobernador del Banco de Inglaterra es un acontecimiento histórico. Es extraordinario -y admirable- que un país decida dar su posición oficial más importante a un extranjero como Carney, incluso si los canadienses no son tan extranjeros y el gobernador designado, con su esposa y conexiones inglesas, lo es menos que la mayoría de sus compatriotas. Pero también es una sorpresa y una apuesta.

Es una sorpresa porque Carney, un ampliamente respetado gobernador del Banco de Canadá, no solicitó el trabajo, hasta donde yo sé. Y es una apuesta porque un extranjero estará asumiendo un cargo que es inevitablemente político y, en las actuales difíciles circunstancias económicas y financieras de Reino Unido, incluso será más político de lo habitual.

George Osborne, el ministro de Hacienda, merece el crédito no sólo por elegir a una persona excepcional, sino por persuadirlo para aceptar el trabajo. Sin lugar a dudas, Carney es un hombre de calidad, con una amplia experiencia en economía, finanzas y banca central. En persona, es a la vez brillante y convincente. En una conocida ocasión, participó en una riña feroz con Jamie Dimon -el imponente jefe de JPMorgan- y se mantuvo firme.

Carney tiene títulos de licenciatura y posgrado en Economía por la Universidad de Harvard y la Universidad de Oxford. Trabajó durante 13 años en Goldman Sachs. Ha sido gobernador del Banco de Canadá desde 2008 y presidente del Consejo de Estabilidad Financiera desde 2011, cuando Mario Draghi , otro ex ejecutivo de Goldman, salió para ocupar la presidencia del Banco Central Europeo (BCE).

Entre otras cosas, se le ha acreditado por el desempeño relativamente sólido de la economía canadiense durante su período en el banco central canadiense. Hasta qué punto es responsable de estos felices resultados no es algo claro, como sucede a menudo con muchas de estas cosas.

Sin embargo, Carney enfrenta tres grandes retos en su nuevo trabajo.

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El primero es político. La idea de que el trabajo de dirigir el Banco de Inglaterra es esencialmente tecnocrático es claramente errónea. En una economía que utiliza únicamente dinero fiduciario (o fabricado por el estado), el banco central toma decisiones discrecionales con consecuencias enormes para la distribución de los ingresos, la salud financiera, la situación económica y la solvencia fiscal.

No existen soluciones tecnocráticas ingeniosas. Esto es mucho más evidente hoy en día, después de la crisis financiera, la cual demolió la errónea noción de que estabilizar la inflación era una condición suficiente para estabilizar la economía.

Las decisiones del Banco de Inglaterra son profundamente políticas. Son políticas en sí mismas. Se vuelven aún más políticas cuando el gobernador está obligado a comentar sobre la política fiscal o a intervenir en el sistema financiero. Un extranjero tendrá algunas ventajas en la toma de estas difíciles decisiones. Será más independiente. Pero ¿será visto también como legítimo?

El segundo desafío de Carney será organizacional. Él heredará un mundo en proceso de cambio, no sólo en el propio Banco de Inglaterra, sino también en la arquitectura regulatoria británica, europea y mundial, y en los sistemas financieros.

Bajo el nuevo régimen, el Banco de Inglaterra ha consolidado la responsabilidad sobre la política monetaria, la política financiera y la supervisión bancaria. La gama de estas nuevas responsabilidades es imponente; la necesidad de integrar la toma de decisiones dentro del Banco de Inglaterra es un reto; las obligaciones, tanto para coordinar políticas con el Gobierno y explicárselas al público son apremiantes y onerosas.

Un gran problema, en mi opinión, es la dificultad de coordinar las políticas en el interior del Banco de Inglaterra. Es simplemente falso que la estabilidad financiera y la política monetaria pueda ser tratada por separado, sobre todo en tiempos como los actuales.

Las políticas que abordan la estabilidad del sistema financiero, como el aumento de los requisitos de capital o la limitación de los préstamos, tienen consecuencias poderosas y directas sobre la política monetaria, y viceversa. Sin embargo, según los planes previstos, sólo unos pocos funcionarios permanentes tienen asiento en todos los comités. Esto les dará una extraordinaria influencia sobre el proceso y dejará a los extranjeros que tengan asiento en sólo uno de estos cuerpos con una enorme desventaja. Esto es un error.

Más allá de eso, las investigaciones sobre el desempeño del Banco de Inglaterra durante la crisis han puesto de manifiesto graves deficiencias. El examen del desempeño antes de la crisis podría revelar defectos aún más importantes. Como un extranjero experimentado, Carney está en una posición relativamente buena para actuar como la necesaria escoba nueva. Debe hacerlo. Pero a medida que lo haga, debe prestar atención a hacer que el Banco de Inglaterra sea menos centralizado, sin que por ello se vuelva menos capaz de responder rápidamente a los acontecimientos.

El tercer y mayor desafío de Carney es intelectual. A diferencia de Canadá, Reino Unido ha caído en una situación económica desesperada. A pesar de su facilidad monetaria excepcional, la economía está estancada. La política fiscal de coalición es polémica. Las fuentes de crecimiento futuro son oscuras, mientras que el reto de restablecer un necesario equilibrio económico es imponente.

Durante el mandato del próximo gobernador, el Banco de Inglaterra debe trazar el viaje de vuelta a algo cercano a la normalidad, en cooperación con el Gobierno. Debe evitar tanto el estancamiento permanente como la alta inflación. Sin embargo, éstas son en gran medida aguas sin explorar para la economía y para los responsables de la política monetaria.

Por tanto, la mayor tarea de todas para Carney será guiar al banco central y a la economía hacia el destino menos intolerable. Buena suerte.

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