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Inversionistas, el nuevo reto británico

Tras la degradación, el Gobierno debe dar la imagen de ser un refugio seguro, dice Cyrus Sanati; que no nos engañe la nula reacción del mercado a la rebaja, agrega la colaboradora de Fortune.
mar 26 febrero 2013 01:40 PM
El mercado espera a ver qué cambios hará el Gobierno del Reino Unido en su política económica. (Foto: Getty Images)
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La pérdida de la calificación de crédito AAA del Reino Unido no debe tomarse a la ligera. Si bien algunos podrían tratar de minimizar la importancia de la degradación, la mella en la credibilidad de la nación podría tener dolorosas consecuencias económicas a largo plazo.

El Gobierno debe actuar rápidamente para apuntalar la confianza de los inversionistas internacionales mientras continúa imponiendo estrictas medidas de austeridad en casa si es que pretende sacar al Reino Unido de este prolongado bache económico .

Es fácil restarle importancia a los informes de una nueva degradación de una deuda soberana, especialmente una que involucra a una nación europea. El recorte en la calificación del Reino Unido, emprendida por Moody's la noche del viernes, baja la nota crediticia de la nación un nivel por debajo de AAA, la calificación más alta posible, dejándola en AA1 y dándole la misma calificación crediticia de países como Estados Unidos y Francia.

La respuesta del mercado ha sido más bien moderada ya que esta acción fue vista por muchos como algo que debió ocurrir hace tiempo. La escasa reacción de los mercados ante la rebaja británica está siendo comparada con el momento en que Standard and Poor's recortó la calificación de Estados Unidos en 2011 , cuando hubo muy poco movimiento en los mercados el día siguiente a la noticia.

De hecho, los rendimientos (tasas de interés) para los bonos del Tesoro estadounidense disminuyeron a raíz de la rebaja, dando a los inversionistas la impresión de que las calificaciones de crédito soberano en realidad no importaban ya, sobre todo tratándose de economías avanzadas.

Los contrastes con lo vivido en Estados Unidos

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Pero el Reino Unido no es el país norteamericano y ni siquiera se le parece. Su economía no es tan diversa o robusta, ni tan ágil como la de la Unión Americana, y nunca lo será, dado el tamaño de la isla-nación, su geografía y la falta de abundantes recursos naturales.

No hay garantía de que los inversionistas extranjeros continuarán viendo los ‘gilts' (los bonos soberanos británicos) como una inversión segura, como lo hacen con los bonos del Tesoro estadounidense a pesar de la degradación. En el mismo sentido, no hay forma de saber si los jeques del petróleo y los multimillonarios seguirán viendo el mercado inmobiliario de Londres como una vaca lechera que sigue produciendo.

Las expectativas sobre la conducción británica

Por ahora, parece que el mercado está esperando a ver qué cambios hará el Gobierno del Reino Unido en su política económica como consecuencia de la rebaja. El actual Gobierno conservador estableció entre sus principales prioridades conservar la calificación AAA del país, sentando las bases para una muy impopular, aunque necesaria, política fiscal austera.

Ahora, habiendo fracasado en mantener la máxima calificación, el Gobierno seguramente se verá presionado por sus críticos para cambiar de estrategia, ya sea incrementando el gasto o reduciendo los impuestos para proporcionar algún tipo de "estímulo" para la economía.

Si bien es cierto que la economía británica necesita algunos cambios estructurales importantes, el Gobierno debe seguir recortando el gasto en áreas no vitales que producen poca -o ninguna- ventaja económica.

Ha sido este compromiso de recortar el gasto lo que permitió al Reino Unido conservar su calificación crediticia AAA durante tanto tiempo. Y lo que le ha permitido tomar préstamos baratos, ahorrando al Gobierno miles de millones de libras en el pago de intereses, dinero utilizado para poner el gasto público en línea con los ingresos.

La Oficina de Responsabilidad Presupuestaria del Reino Unido proyecta que cada aumento de 100 puntos base en las tasas de los bonos soberanos equivaldría a un aumento en la deuda neta de 1.2% del PIB entre 2014 y 2016.

El Reino Unido tendrá que pedir prestado entre 130,000 y 150,000 millones de libras anuales durante los próximos años en su intento de cerrar la brecha presupuestaria, de acuerdo con Barclays, por lo tanto, es extremadamente importante mantener las tasas bajas.

Para que eso suceda, el Gobierno debe dar la impresión de que Reino Unido es un refugio seguro a pesar de la pérdida de su calificación AAA.

Los inversionistas extranjeros estarían más dispuestos a darle al Gobierno británico el beneficio de la duda y continuar con sus bonos si saben que está haciendo todo lo posible para reducir el gasto a fin de cumplir con el pago de sus obligaciones.

Pero como explica Moody's, aun cuando el Reino Unido ha sido eficiente a la hora de recortar el gasto, no ha podido generar nuevos ingresos.

Esto enfrenta al Gobierno con un dilema: ¿debería aumentar temporalmente el gasto y reducir los impuestos para "estimular" la economía, o debe seguir recortando el gasto para equilibrar el presupuesto?

Las dos opciones no son necesariamente excluyentes entre sí, aunque por lo general se perciben así. Es posible que el Gobierno realice las dos cosas ajustándose a su presupuesto y orientando su gasto con prudencia.

Aún hay mucha grasa de donde cortar

En Estados Unidos, el programa sanitario Medicare gasta el 3% de su presupuesto en gestión, mientras que en el Reino Unido, el Servicio Nacional de Salud (NHS) gasta casi cinco veces más, una diferencia que asciende a 10,000 millones de libras.

Seguramente hay una manera de reducir parte de ese abultado aparato administrativo sin sacrificar la atención al paciente.

Otro ejemplo, el Reino Unido sigue subvencionando la mitad de los costos de matrícula para los estudiantes universitarios, a pesar de los grandes recortes que implementó en 2010 al presupuesto de educación del país. Los subsidios sólo deberían darse a los estudiantes que buscan licenciarse en carreras especializadas donde hay una escasez de graduados, como es el caso de la informática. Esto podría reducir los costos al tiempo que ayuda a estimular la economía, ya que podría subsanar los grandes déficits de cualificaciones en la fuerza laboral de la nación.

El comercio con los BRIC

En cuanto a estimular aún más la economía del Reino Unido, debería ser una prioridad promover relaciones comerciales más estrechas con sus socios de la Commonwealth y con los llamados países BRIC (Brasil, India, China y Rusia).

El porcentaje de las exportaciones del Reino Unido hacia los BRIC tiene el potencial de duplicarse a cerca de 16% en 2030, según un estudio de PricewaterhouseCoopers.

Para que esto se convierta en realidad, Reino Unido debe dirigir su atención al mercado correcto y ser más competitivo que Alemania y Estados Unidos.

Por ejemplo, las exportaciones de vehículos del Reino Unido a China han crecido un 34% en la última década. La demanda no es de un modelo británico barato (los chinos siempre podrán producir un coche más barato), sino que se centra en marcas icónicas de lujo como Rolls-Royce, Bentley, Range Rover y Aston Martin.

Así, acuerdos comerciales bilaterales entre Reino Unido y China donde se reduzcan los aranceles en este mercado específico podrían ayudar a estimular la demanda de automóviles británicos. Esto no sólo estimularía la economía nacional, también disminuiría el creciente déficit comercial del país.

Hasta la fecha, la economía británica no ha tenido el desempeño que esperaba el Gobierno conservador cuando asumió el poder hace unos años.

Ahora, ante la perspectiva de una dañina recesión, Moody's ha puesto sobre aviso a los inversionistas de que quizás Gran Bretaña no sea una "gran" inversión después de todo. Ahora le toca al Gobierno convencer a los inversionistas y a sus críticos que, si bien permanece firme en lo que respecta a la austeridad, también está haciendo un esfuerzo coordinado para aumentar las exportaciones británicas.

Si falla en esto, el Reino Unido pronto podría verse atrapado en una peligrosa espiral descendente, retrocediendo económicamente una generación.

 

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