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Buffett, la confianza en las mujeres

El inversor llama a Estados Unidos a aprovechar el talento y la capacidad de sus ciudadanas; Buffett pide a los hombres superar la resistencia al cambio y a las mujeres a confiar en sí mismas.
vie 03 mayo 2013 06:02 AM
Warren Buffett es uno de los hombres más ricos del mundo gracias a su habilidad para invertir. (Foto tomada de CNNMoney)
warren buffett inversores (Foto: tomada de CNNMoney)

En un ensayo exclusivo, el presidente y presidente ejecutivo de Berkshire Hathaway explica por qué las mujeres son fundamentales para la prosperidad de Estados Unidos.

En medio del torrente de palabras escritas recientemente sobre las mujeres y el trabajo, me parece que se ha olvidado un punto relacionado y enormemente significativo. Tiene que ver con el futuro de Estados Unidos, acerca del cual -y ésta es una opinión familiar para mí- soy un optimista sin reservas. Ahora considera otra opinión mía: Las mujeres son una de las principales razones por las que nos va a ir muy bien.

Comienza con el hecho de que el progreso de nuestro país desde 1776 ha sido alucinante, como nada que el mundo haya visto jamás. El ingrediente secreto ha sido un sistema político y económico que desata el potencial humano en un grado extraordinario. Como resultado, los estadounidenses disfrutan hoy en día una gran cantidad de bienes y servicios que nadie podría haber soñado hace apenas unos siglos.

Pero eso no es ni la mitad o, más bien, es sólo de la mitad de ello. Estados Unidos ha forjado su éxito mientras utiliza, en gran parte, sólo la mitad del talento del país. Durante la mayor parte de nuestra historia, las mujeres -sean cuales sean sus capacidades- han sido relegadas a un segundo plano. Sólo en los últimos años hemos empezado a corregir ese problema .

A pesar de la inspirada afirmación de "todos los hombres son creados iguales" en la Declaración de la Independencia, la supremacía masculina fue rápidamente consagrada en la Constitución. En el artículo II, que trata de la presidencia, los 39 delegados que firmaron el documento -todos hombres, por supuesto- usaron repetidamente pronombres masculinos. En el póquer, a eso lo llaman un "tell".

Por último, 133 años más tarde, en 1920, Estados Unidos suavizó su discriminación contra la mujer a través de la 19ª Enmienda, que les dio el derecho de voto. Pero esa ley apenas pudo mover actitudes y comportamientos. A partir de ella, 33 hombres ascendieron a la Corte Suprema antes de que Sandra Day O'Connor lograra el título, 61 años después de la ratificación de la enmienda. Para aquellos de ustedes que gustan de los números, las probabilidades en contra de que esa procesión de hombres ocurriera son de más de 8,000 millones a uno.

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Cuando las personas cuestionaron la ausencia de nombramientos femeninos, la respuesta estándar sobre esos 61 años fue simplemente "no hay candidatas calificadas". El electorado tomó una postura similar. Cuando mi padre fue elegido al congreso en 1942, sólo ocho de sus 434 colegas eran mujeres. Una mujer solitaria, Margaret Chase Smith de Main, se sentó en el Senado.

La resistencia entre los poderosos es natural cuando el cambio los enfrenta con sus intereses propios. Los negocios, la política y, sí, las religiones proporcionan muchos ejemplos de este tipo de comportamiento defensivo. Después de todo, ¿quién quiere duplicar el número de competidores por las primeras posiciones?

Pero un mayor enemigo del cambio podría ser la actitud arraigada de quienes simplemente no pueden imaginar un mundo diferente del que han habitado. Lo que ocurrió en mi propia familia es un ejemplo. Tengo dos hermanas. Los tres fuimos considerados, por nuestros padres y maestros, como de más o menos igual inteligencia y los tests de coeficiente intelectual, de hecho, confirmaron nuestra igualdad. Durante mucho tiempo, para arrancar, mis hermanas tenían mucho mayor "inteligencia social" que yo (no, no tomamos pruebas para verificar eso, pero, créeme, la evidencia era abrumadora).

Sin embargo, en el momento en que salí del vientre de mi madre, mis posibilidades empequeñecieron las de mis hermanas, ¡porque yo era un niño! Y mis inteligentes, agradables y hermosas hermanas no lo eran. Mis padres nos amaban por igual, y nuestros profesores nos daban calificaciones similares. Pero a cada paso se les decía a mis hermanas -más a través de señales que de palabras- que el éxito para ellas sería "casarse bien". Mientras tanto, yo estaba escuchando que las oportunidades del mundo estaban allí para que yo las aprovechara.

Así que mi piso se convirtió en el techo de mis hermanas y nadie pensó mucho acerca de romper ese patrón hasta hace unas pocas décadas. Ahora, gracias a Dios, las barreras estructurales para las mujeres están cayendo.

Todavía sigue siendo un obstáculo: Muchas mujeres siguen imponiéndose limitaciones sobre sí mismas, convenciéndose de no alcanzar su potencial. Aquí, también, he tenido un poco de experiencia de primera mano.

Entre las decenas de mujeres brillantes e interesantes que he conocido se encuentra la difunta Katharine Graham, durante mucho tiempo accionista mayoritaria y presidenta ejecutiva de Washington Post Co. Kay sabía que era inteligente. Pero le habían lavado el cerebro -no me gusta esa palabra, pero es adecuada- su madre, esposo, y quién sabe cuántos más para hacerle creer que los hombres eran superiores, sobre todo en los negocios.

Cuando murió su esposo, estaba en el interés propio de algunos de los hombres que rodeaban a Kay convencerla de que sus sentimientos de inadecuación eran justificados. Las presiones que pusieron sobre ella eran torturadoras. Afortunadamente, Kay, además de ser inteligente, tenía fuerza interior. Apelando a ella, se las arregló para hacer caso omiso de las voces de barítono que la instaban a entregarles su herencia.

Conocí a Kay en 1973 y rápidamente vi que era una persona con capacidad y carácter inusual. Sin embargo, las dudas sobre sí misma relacionadas con el género ciertamente estaban allí también. Su cerebro lo sabía, pero ella no podía acallar la voz en su interior que decía: "Los hombres saben más sobre cómo ejecutar un negocio que lo que ella sabría jamás".

Le dije a Kay que tenía que desechar los espejos deformantes que los otros habían puesto frente a ella y en vez de eso, verse a sí misma en un espejo que reflejara la realidad. "Entonces", dije, "verás a una mujer que está a la par de cualquier persona, hombre o mujer".

Me gustaría afirmar que tuve éxito en esa campaña. Las pruebas ciertamente están de mi lado: La acción del Washington Post subió más de 4,000% -eso es 40 por uno- durante los 18 años de Kay como jefe. Después de retirarse, ganó un Premio Pulitzer por su espléndida autobiografía. Pero mantuvo la duda sobre sí misma, una prueba de hasta qué punto un mensaje de poca valía puede implantarse incluso en una mente brillante.

Estoy feliz de decir que los espejos deformantes son cada vez menos comunes entre las mujeres que conozco. Trata de poner uno delante de mi hija. Ella sólo se reirá y lo destrozará. Las mujeres nunca deben olvidar que es común que los hombres poderosos y aparentemente seguros de sí mismos tengan un poco de Mago de Oz en ellos. Corre la cortina, y a menudo descubrirás que no son superhombres, después de todo. (¡Pregúntale a sus esposas!)

Así que, compañeros varones, ¿que representa esto para nosotros? ¿Por qué debería importarnos si los obstáculos que aún enfrentan las mujeres son desmantelados y los espejos deformantes desechados? No importa que yo crea que el caso ético en sí es suficientemente convincente. Observemos, en cambio, sus propios intereses.

Ningún gerente opera sus plantas a un 80% de eficiencia cuando podría tomar medidas que aumentarían la producción. Y ningún presidente ejecutivo quiere que los empleados masculinos sean infrautilizados cuando una mejor capacitación o mejores condiciones de trabajo aumentarían su productividad. Así que vayamos un paso más allá: Si hay un claro flujo de beneficios por ayudar al componente masculino de la fuerza de trabajo a alcanzar su potencial, ¿por qué el mundo no desea incluir a su contraparte?

Compañeros varones, súbanse al barco. Cuanto más cerca esté Estados Unidos de emplear plenamente el talento de todos sus ciudadanos, mayor será su producción de bienes y servicios. Hemos visto lo que se puede lograr cuando se utiliza el 50% de nuestra capacidad humana. Si visualizas lo que el 100% puede hacer, te unirás a mí como un optimista desenfrenado sobre el futuro de Estados Unidos.

Este artículo es de la edición del 20 de mayo de 2013 de Fortune.

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