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Republicanos, ¿rehenes del cierre en EU?

Los líderes opositores esperan que Obama acepte reducir la seguridad social, dice Nina Easton; sin embargo, nada garantiza que esta solución deje contenta a su ala más radical, el Tea Party.
lun 07 octubre 2013 01:59 PM
El líder republicano John Boehner accedió a las demandas de la parte más radical de su partido. (Foto: Cortesía CNNMoney)
john boehner (Foto: Cortesía CNNMoney)

Como si esto diera consuelo: resulta que los líderes republicanos en realidad no creyeron que sus acciones podrían acarrear el cierre del Gobierno estadounidense (el llamado government shutdown o parálisis administrativa). "Nos tropezamos con una situación que nadie planeó," confiesa uno de los miembros del Partido Republicano en el Congreso.

Estupendo, la economía se tambalea entre un incidente menor causado por 800,000 personas que de súbito han dejado de recibir su sueldo y el posible choque fatal que se produciría si Washington cayera en default el 17 de octubre... y los republicanos "responsables" deambulan por el Capitolio aturdidos y confundidos, como las víctimas de un accidente.

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Los líderes republicanos habían esperado en vano que se desvaneciera la rebelde facción (su ala más conservadora) que exigía el quitar fondos a 'Obamacare' a cambio del financiamiento del Gobierno. Esperaron infructuosamente que Ted Cruz en el Senado y Tom Graves en la Cámara baja dieran su brazo a torcer. No va a suceder.

Ahora, esa misma ilusión o vana expectativa permea la elaboración de posibles estrategias de salida. Los líderes republicanos esperan que si el presidente Obama no accede a cambiar su emblemática legislación, la Ley de Atención Médica Asequible, quizás podría aceptar en su lugar reducir los costos de la Seguridad Social y Medicare. Entonces, suficientes republicanos estarían dispuestos a aprobar una ley de presupuesto, reanudar los servicios y actividades del gobierno, y elevar el techo de deuda. Evitando así la doble crisis.

Pero ¿accedería Obama a este quid pro quo? En un universo político alternativo, tal vez. El mandatario estadounidense apoya la evaluación socioeconómica en el caso de los beneficiarios de Medicare y está dispuesto a considerar la modificación de la fórmula con la que se calculan los aumentos en los cheques del Seguro Social. Pero toda la retórica pasada sobre un "gran pacto" se ha desinflado ante la renuencia de Obama de darle la espalda a la fuerte oposición al interior de su base liberal y de poderosos grupos de interés, como la AARP. Ahora, que la culpa por el cierre del Gobierno recae sobre los republicanos, el presidente tiene menos incentivos para negociar.

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Y la ironía es ésta: aunque la Casa Blanca acordara pactar, los derechistas del Partido Republicano que emprendieron esta lucha a muerte contra el Obamacare probablemente no apoyarán una estrategia de salida que, en lugar de retirarle los fondos a la reforma sanitaria, sólo se limite a tocar la concesión de prestaciones. "Los tipos que nos metieron en este lío ni siquiera estarán allí cuando alcancemos un acuerdo para sacarnos de él," dice el mismo miembro del Congreso.

De hecho, los activistas de la derecha no quieren medias tintas, nada que no sea retirar los fondos a la ley de salud, al Obamacare. Como escribió esta semana Erick Erickson de RedState: "Los republicanos deben mantener la línea. Deben exigir que se le retire la financiación al Obamacare. Si los van a culpar por el cierre del gobierno, bien podrían ir con todo y mantenerlo cerrado hasta que se salgan con la suya. Claro, tomará tiempo, pero finalmente Barack Obama parpadeará".

Así que la economía del país es rehén de la dudosa premisa de que Barack Obama , cómodamente reelegido hace 11 meses, va a "parpadear" en el tema del Obamacare. No es de extrañar que los nervios estén crispados en ambos partidos. Un demócrata dijo que le preocupa que este choque sea mucho más grave que cualquiera de las batallas por el presupuesto y la deuda en los últimos tres años.Tengamos en cuenta, también, que durante los prolongados cierres del Gobierno ocurridos en la década de 1990, la economía estadounidense era mucho más fuerte.

Hace sólo unas semanas, los líderes republicanos en ambas cámaras desacreditaron la campaña de la derecha para desfinanciar la reforma sanitaria calificándola de "necia" y "tonta" - una lucha autodestructiva que no se podía ganar porque los demócratas controlan el Senado y la Casa Blanca. Y a pesar de ello, el presidente de la Cámara de Representantes John Boehner accedió a las demandas de esa derecha, y ahora encuentra su partido sumido en esa misma lucha imposible de ganar.

En la edición de la revista Fortune del 16 de septiembre, comparé a los insumisos del Partido Republicano con el obstinado niño Pierre del cuento infantil de Maurice Sendak. Pierre responde con un "¡No me importa!" a cada solicitud razonable que se le hace, y lo repite de nuevo cuando un león amenaza con devorarlo.

Ahora el león ha devorado no sólo a esa ala obstinada y pendenciera del partido (llamémosla facción Pierre) sino también a los líderes republicanos del Congreso. En el cuento de Sendak, los padres de Pierre lo rescatan al final. No está claro quién va a venir al rescate esta vez.

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