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Las novatadas de Wall Street, en secreto

Kappa Beta Phi, la asociación de altos ejecutivos financieros fue muy reservada en su reunión anual; ha prohibido a sus miembros hablar sobre su alocada cena de gala para proteger su imagen pública.
jue 23 enero 2014 06:02 AM
Robert Benmosche, Alexandra Lebenthal y Mike Bloomberg, entre los miembros selectos. (Foto: Cortesía de Fortune)
kappa (Foto: Cortesía de Fortune)

La noche del jueves de la semana pasada, Kappa Beta Phi, una sociedad secreta de los peces gordos de Wall Street, celebró su gala anual número 82 en el Hotel St. Regis en Manhattan.

En estas cenas de gala, alrededor de 200 de los mayores nombres de las finanzas arman escándalo como niños de fraternidad, lanzando insultos y panecillos a los nuevos reclutas que caminan vestidos de mujer durante parodias intencionalmente vergonzosas.

Por una noche, los titanes de las finanzas increíblemente ricos y frecuentemente engreídos se burlan entre sí de sus impactantes salarios, sus pésimos acuerdos, sus escándalos y sus pomposas declaraciones a la prensa.

"Se pretende que sea una noche donde los competidores realmente bajen las armas y salgan del patrón de Wall Street, en un modo completamente diferente", dice uno de los miembros.

Entre los ilustres miembros de Kappa Beta Phi se encuentran el exalcalde de Nueva York, Mike Bloomberg; el presidente de AIG , Robert Benmosche; los capitalistas de riesgo Wilbur Ross y Ken Langone; y negociantes legendarios como Joe Perella de Perella Weinberg Partners y Jimmy Lee de JPMorgan Chase . También hay una lista VIP de mujeres poderosas, entre ellas la reina de los bonos municipales, Alexandra Lebenthal, y la famosa analista Meredith Whitney.

No es de extrañar que una sociedad secreta quiera mantener sus rituales en secreto. Pero este año los famosos miembros de Kappa Beta Phi aparentemente estaban mucho más asustados que nunca -rayando en lo paranoico, de hecho- de que los detalles de su bacanal anual se filtraran.

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Por un lado, quieren mantener su noche loca tan alocada como siempre. Por otro lado, temen que las historias de su comportamiento intencionalmente indigno puedas ser dañinas incluso a medida que se reduce la ira populista acerca de los rescates, los recuerdos de Occupy Wall Street se desvanecen y las ganancias repuntan.

Censura a toda costa

La organización ordenó un bloqueo sin precedentes sobre todo comentario. Cuando se llamó a las fuentes para solicitar un informe sobre la gala, este reportero se acostumbró a respuestas como: "¡La organización ha estado enviando mensajes de correo electrónico a todos, advirtiéndonos de no decir nada!"

En una ilustración extrema del secretismo como obsesión, una persona cercana al grupo advirtió: "¡Los empleos están en juego!" La gente que trata de presentarse como divertida y sin pretensiones parece perder el sentido del humor cuando se trata de que se filtren los chismes sobre sus payasadas.

Kappa Beta Phi fue fundada en marzo de 1929, pocos meses antes del colapso de octubre. El nombre es un juego de palabras de la famosa sociedad honorífica Phi Beta Kappa, con el Phi y el Kappa invertido. Los primeros miembros, todos hombres, presumían nombres formidables como Pierpont, Grosvenor y Gould.

Los miembros usan dijes de oro que recuerdan las llaves de Phi Beta Kappa en cintas rojas alrededor de sus cuellos. Los principales funcionarios de la organización tienen títulos intencionalmente ridículos, como "El Gran Mozo" y "El Gran Farsante". La sociedad no tiene casa club, y sus cuotas son de apenas 450 dólares al año, según el último reporte.

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Desde el principio ha existido principalmente por la cena realizada una vez al año, celebrada para introducir a los nuevos miembros y para instaurar nuevos líderes. Desde 1938 el recinto ha sido por lo general el salón de baile del veinteavo piso en la azotea del venerable St. Regis, bajo candelabros dorados y una cúpula de nubes pintadas de color rosa.

Ritual de iniciación

El evento gira en torno a la escandalosa actuación de sobremesa montada por los miembros de nuevo ingreso, llamados "neófitos" (a pesar de que su edad promedio es frecuentemente de más de 50).

Según los relatos de los miembros anteriores y actuales, los neófitos deben asistir a un par de ensayos de cuatro horas un par de semanas antes del show en enero. Durante esas sesiones, un coreógrafo de Broadway les enseña rutinas de canto y baile -las canciones son tonadas populares ajustadas a letras satíricas que se burlan de los últimos escándalos y de las mayores personalidades de Wall Street-. "El coreógrafo se enoja mucho si no te aprendes bien esas rutinas", dice uno de los miembros.

Antes de la hora del coctel, los neófitos realizan un ensayo final en una pequeña habitación en la planta principal del St. Regis, informalmente llamada la "sala de novatadas". Esta es la actuación que muchos conocedores más atesoran ver. La habitación está totalmente oscura, en un extremo se encuentran los actuales y anteriores "Mozos" y "Haraganes" y otros funcionarios. Los neófitos marchan uno a la vez. Son recibidos con un reflector que los deslumbra. Se supone que los neófitos deben mostrar un adelanto de sus números a esta audiencia ingrata.

Los neófitos no pueden ver a sus torturadores ni saber quién habla. El público destroza sus carreras con comentarios como: "¡Ese fue el peor acuerdo de la historia!" Y luego se burlan de su desempeño en lenguaje profano. La mayoría de los neófitos son abucheados fuera del cuarto oscuro en un lapso de cinco minutos. "La idea es ponerte muy nervioso antes de la actuación real", dice uno de los sobrevivientes. "El propósito es hacer que estés tan aterrorizado que no logres hacer la exhibición real".

Durante la hora del cóctel, los reclutas están detrás de una valla a la altura de la cintura, en lo que se llama el bullpen, ataviados con trajes de colores chillones. "La idea es traer gente que está acostumbrada a ser respetada y obligarlos a hacer el ridículo", dice un miembro.

Durante el show, cada neófito -alrededor de 20 son inducidos cada año- aparece solo o hace una rutina con un par de compañeros, acompañados por una banda de seis integrantes. El final es un gran espectáculo extravagante de burla estilo Rockettes con todos en el escenario.

Vestidos de mujer

En 2012, un grupo de reclutas masculinos que incluía al multimillonario Marc Lasry de Avenue Capital y a Warren Stephens de Stephens & Co. vistieron faldas con lentejuela doradas y senos postizos para hacerse pasar por animadoras femeninas. El público les arrojó panecillos, pastelitos y servilletas mojadas en vino tinto (cabernet chileno barato, por cierto).

Esos detalles vienen directamente del New York Times, cuyo reportero entró al evento. La historia posterior provocó una acalorada editorial escrita por el mandamás de PBS, Bill Moyers, y su jefe de guionistas. Moyers vilipendió a los parranderos con referencias a la "edad dorada", "magnates ladrones" y a "María Antonieta".

Puede que los recuerdos de ese ataque hayan causado la obsesión actual de la organización con mantener, como a sus líderes les gusta decir, que "lo que pasa en el St. Regis se queda en el St. Regis".

Parece que es más difícil reclutar a miembros altamente influyentes hoy en día que en el pasado. "Cuando algunos candidatos son llamados, dicen: '¡No quiero estar cerca de eso!'", dice uno de los miembros. El evento es muy apreciado por la vieja guardia de Wall Street, gente retirada que, en palabras de uno de los miembros, "no están en el centro de atención ahora, (personas) que no tienen que tener cuidado". Añade otro miembro: "Ahora, es la vieja guardia, y los jóvenes y valientes".

¿Es posible entrar?

De hecho, incluso en la década de 1990, la sociedad contaba entre sus miembros a los presidentes ejecutivos generales de casi todas las principales firmas bancarias de Wall Street. Hoy en día, son pocos los CEO importantes que se unen, aunque los negociadores, administradores de inversiones, y ejecutivos de firmas como Goldman Sachs y Barclays todavía se inscriben.

Una vez que sobreviven a la novatada, los ejecutivos prometedores pueden seguir utilizando a Kappa Beta Phi como una forma de hacer contactos con sus compañeros de élite.

Este reportero se presentó en el evento de anoche, pero rápidamente me di cuenta de que no tenía ninguna posibilidad de conseguir la admisión. "Después de que el periodista del New York Times irrumpió, la seguridad ha sido increíble", dice uno de los miembros. "Prácticamente tienes que firmar sobre la cabeza de tu primogénito para entrar".

Tomé el elevador hasta el piso 20 del salón de baile y vi a la gente registrarse, pero fui detenido por dos asistentes. De nuevo en la calle 55, me encontré con una puerta lateral marcada como "Entrada de servicio y asociados". Le pregunté al encargado detrás del plexiglás si esa era la entrada para la cena de Kappa Beta Phi. "Sí, señor", declaró. Le dije que volvería más tarde, pero el encargado me persiguió por la calle. "Lo siento, no sé de ninguna organización", dijo. "No hay eventos en el hotel esta noche".

Mientras tanto, algunos de los mayores egos del mundo estaban de fiesta y haciendo novatadas entre sí veinte pisos más arriba.

 

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