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La riqueza mundial, en manos del 1%

El que los ricos lo sean cada vez más, no significa que aumenten los pobres, dice Pablo Majluf; el peligro que traen las grandes fortunas es la concentración del poder en un sector de la sociedad.
mar 11 febrero 2014 06:00 AM
Tan solo 85 personas acumulan más bienes que lo que poseen las 3,000,000,000 de personas más pobres del mundo. (Foto: Getty Images)
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El polémico reporte Trabajando para unos pocos de Oxfam, organización internacional antipobreza, contiene un dato ciertamente abrumador: las 85 personas más ricas del planeta acumulan más riqueza que toda la mitad más pobre. Así es. Solamente 85 individuos tienen más riqueza que los 3,000 millones más pobres… ¡juntos!

A continuación se presentan otros datos del reporte que sacudieron a la opinión pública mundial:

  • La riqueza del 1% más rico suma 110 billones de dólares. Es decir, 65 veces la riqueza de la mitad más pobre; o si prefiere algo más personal, aproximadamente 100 veces la economía entera de México.
  • 7 de cada 10 personas viven en países donde se incrementó la desigualdad de riqueza en los últimos 30 años, lista que lidera Estados Unidos.
  • En ese país, el 1% más rico acumuló el 95% de la riqueza producida desde la crisis financiera del 2009, mientras que el 90% restante perdió riqueza.
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  • En todos los países de alto ingreso del G-20, excepto Corea del Sur , se incrementó considerablemente la desigualdad.
  • En 9 de cada 10 países, el 1% más rico aumentó su riqueza exponencialmente desde 1980; en Estados Unidos, el incremento fue de 150%.

Ahora bien, antes de sulfurarse, es importante saber que la riqueza de unos pocos no necesariamente ocasiona la pobreza de unos muchos. Ingreso y riqueza son cosas diferentes. El ingreso es cuánto gana uno. Pero riqueza es el patrimonio -en propiedades, acciones, participaciones bursátiles- que naturalmente se acumulan cuando uno no gasta lo que gana.

Y puesto que los pobres gastan su ingreso inmediatamente y los ricos lo ahorran o invierten, es normal que la riqueza sea tan desigual. Como escribió Derek Thompson en The Atlantic a propósito del reporte: “El aumento en la desigualdad de la riqueza no quiere decir que haya más pobres, sino que los ricos se hacen más ricos”.

Efectivamente. Si medimos por ingreso, la tasa global de personas en pobreza extrema -aquellos que ganan menos de $1.25 dólares al día- se redujo en un 80% desde 1970, según Maxim Pinkovkiy. A ese ritmo, la pobreza extrema global, actualmente en 22.5%, se reducirá al 5.4% para el 2030, y si Bill Gates tiene razón, “ para 2035 habrá muy pocos países pobres en el mundo ”.

Eso quiere decir que hoy, a pesar de que los ricos se hacen más ricos, el mundo se hace notoriamente menos pobre. Solamente China, que tiene un quinto de la población mundial, redujo el porcentaje de su población en pobreza extrema de 80% a 20%, según datos de Martin Ravallion. Lo mismo en India (de 40% a 20%), en Brasil (de 20% a 10%) y en la mayoría de países.

Otro dato consolador es el aumento en la esperanza de vida, por cierto muy proporcional a la reducción de la pobreza. Desde 1990, los países más pobres sumaron 8 años a la esperanza de vida de su población (de 52 años a 60), los medianamente pobres 7 años (de 59 a 66), los medianamente ricos 6 (de 68 a 74), y los ricos 4 (de 76 a 80), según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud.

Más ricos, ¿menos pobres?

Todos los datos que consulté -Banco Mundial, UNICEF, OCDE, PNUD- indican que la pobreza global está en su menor nivel de la historia. Algunos estiman que se ha reducido en 50% y otros en 80%. Unos dicen que más y otros dicen que menos, pero todos, invariablemente, concuerdan en que el número proporcional de pobres hoy es el más bajo de todos los tiempos.

Asimismo con la riqueza. Según todos los datos, el mundo es más rico hoy que en cualquier época previa.

De forma que, contrario a lo que podría pensarse, las inmensas fortunas no necesariamente traen consigo -aunque bien pueden- mayor pobreza; sino acaso algo más dañino y difícil de controlar: exceso de poder.

En todas las sociedades -incluso en las democracias más avanzadas- las concentraciones exorbitantes de riqueza afectan gravemente los procesos de representación política.

Retomando lo más rescatable del propio reporte, “cuando los ricos se adueñan de la política y la formulación de leyes, las reglas los favorecen conspicuamente en detrimento de los demás. Consecuentemente se erosiona la democracia, se fractura la cohesión social y disminuye la igualdad de oportunidades”.

Por eso, las concentraciones de riqueza han inquietado a filósofos políticos, a disidentes morales y a emancipadores sociales a lo largo de la historia; porque, como lo demuestran los datos, es probable que no se trate de un problema de lucha de clases en términos de explotación - como pensaba Karl Marx -, sino en uno político en términos de dominación -como pensaba Max Weber-.

Si es así, el erróneamente titulado reporte de Oxfam no debe interpretarse como evidencia de que el capitalismo es injusto, sino que la democracia necesita instituciones fuertes que la defiendan.

*El autor es periodista y maestro en Comunicación por la Universidad de Sydney , Australia. Escribe sobre comunicación y cultura política. Es coordinador de información digital del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Las opiniones de Pablo Majluf son a título personal y no representan necesariamente el criterio o los valores del CEEY ni de CNNExpansión. 

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