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¿Quieres cocinar? ¡Usa el sol!

Oscar Guajardo planea convertir a la Olla Solar en un negocio sustentable; en áreas rurales de México ya hay 6,000 unidades del artefacto que en lugar de leña utiliza el
vie 14 diciembre 2007 08:49 AM
Óscar Guajardo, un empresario de logística de Monterrey. (Se

Óscar Guajardo se borró el signo de pesos de la mente; dejó encargadas sus tres firmas de logística en Monterrey, se mudó a San Antonio y decidió convertirse, hace dos años, en un empresario social.

“Quería salirme del rat race (ajetreo) y despejarme, en un ambiente donde la visión es totalmente diferente a hacer dinero”, comenta el dueño de Integrated Logistic Solutions y socio de otras dos compañías que, en conjunto, tienen ventas anuales cercanas a los 4 MDD.

Su reto ahora es convertir en negocio sustentable la iniciativa de un inventor estadounidense y de un conservacionista mexicano: la Olla Solar.

Frijoles, listos en seis horas. Un pan de plátano, en tres. Un huachinango en hojasanta, cocinado en dos horas bajo el rayo del sol. La Olla Solar es diseño de Darwin Curtis y otros estadounidenses que promueven el uso de la energía solar. El artefacto ya llegó y está en uso en muchas casas rurales de México y en países tan remotos como Mali y Senegal, por obra de Lorenzo Rosenzweig y del Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza (FMCN) que él dirige.

La tarea de Guajardo, de 37 años, es abrir mercado a la Olla Solar entre los consumidores de altos ingresos, que puedan pagar hasta 120 dólares por el artefacto, y así subsidiar el producto a los habitantes de zonas empobrecidas.

En México ya están en uso unas 6,000 y en algunas zonas la llaman ‘la olla frijolera’, para satisfacción de los promotores, pues los frijoles son uno de los alimentos que requieren más leña y tiempo de cocción. La usan en rancherías y ciudades. Margarethe Pachl cocina el húngaro goulash en su patio de Guadalajara; campistas y cocineros gourmet en EU presumen sus experiencias culinarias al aire libre por YouTube.com.

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“Todavía no generan tendencia, pero las ollas solares están atrayendo la atención, por el intenso sabor que dan a la comida, sin par y sin enchufes”, publicó la revista House & Garden este año. Esta estufa se abre paso entre los adeptos al slow food y en el mercado ‘verde’. El objetivo principal de Curtis, Rosenzweig y Guajardo y su legión de colaboradores, es reducir el consumo de leña y la deforestación. Millones de mexicanos utilizan leña como principal combustible, sobre todo para cocinar. Además, cocinar con leña eleva el riesgo de las personas a desarrollar enfisema pulmonar y bronquitis crónica, que, según autoridades, ya son la sexta causa de muerte. Mujeres y niños están más expuestos a este riesgo.

En cielo despejado
“Es innecesario utilizar combustible cuando se tiene un sol radiante, como es tonto sacar un horno solar cuando llueve”, afirmó Darwin Curtis a Earth Observatory, una publicación en línea de la NASA. En muchas zonas soleadas del mundo, 40% del ingreso de las familias se destina a pagar por la energía para cocinar, dijo el fundador de la organización Solar Household Energy (SHE), que como el FMCN disemina el uso de la Olla Solar en naciones subdesarrolladas. “A veces gastan más en combustible que en la comida”, argumenta.

Las estufas solares no son realmente una novedad –hay antecedentes desde el siglo XVIII– pero los modelos eran muy aparatosos, caros o poco durables. Este otro diseño resultó de dos años de desarrollo con especialistas de diversas instituciones en EU.

Curtis y sus colegas llegaron a este modelo a partir del reflector plegable diseñado en la década de 1990 por el francés Roger Bernard. Consiste en un recipiente de vidrio refractario con tapa, que contiene una vasija de peltre negro, y un reflector plegable, de aluminio o de cartón plateado, que concentran la energía en el refractario.

En julio de 2004 salió la primera producción, de 6,000 piezas. El Fondo invirtió en el desarrollo, los moldes y la capacitación para entrenar a mujeres en el uso de este utensilio, explica Mariana Díaz, quien está a cargo del proyecto por parte del FMCN.

La Olla Solar es hecha en México; el recipiente de vidrio, en la planta de Vitro, en Monterrey; la vasija de peltre, en Cinsa, una subsidiaria de Grupo Industrial Saltillo. El proyecto ha recibido 400,000 dólares de financiamiento del FMCN, de la Fundación Alcoa (de la productora más grande de aluminio en el mundo), de SHE y de la Dorothy Ann Foundation, comenta Díaz.

Plan de negocio
Óscar Guajardo entró hace dos años al relevo de la compañía regia Energía Portátil, para ser el empresario social. “Conmigo llegaron con el producto y me dijeron ‘hazlo sustentable, que nunca deje de existir’. Y ésa es mi misión. Hacerlo sustentable, como un negocio en la base de la pirámide”.

“Gran cantidad del tiempo me la paso de creativo, y me encanta; por ahora el signo de pesos no está en mi mente”, dice Guajardo, propietario además de OG Walsh Enterprises y socio de Strap México, importador de productos para seguridad de la carga.

Para que el proyecto sea sustentable, debe comercializar 10,000 ollas al año. “Si logro colocar 2,000 en el mercado lucrativo, las 8,000 las puedo vender casi al costo en el mercado rural”. Por ahora ya vende unas 200 mensuales en el mercado lucrativo. “Estoy hablando de 2% de arriba de la pirámide. Gente que tiene microondas, estufa, horno eléctrico y horno de gas. Incluso al republicano hard core. ¿No les crees a Al Gore y el calentamiento global? ¡No importa! ¿Te importa tu tiempo?”. El gancho de venta en ese segmento no sólo es la magia de cocinar con el sol y el sabor de los alimentos. “La olla les ahorra tiempo en la cocina”, asegura Guajardo. Él deja la olla con frijoles en el patio de su casa, pasa la mañana fuera sin el riesgo de que la casa explote, lo mismo podrían hacer los anglosajones con el pavo de la cena del día de Acción de Gracias. “Con la Olla Solar, la gente no tiene que estar pegada a la estufa”, asegura.

En EU, el precio a mayoristas para este segmento anda en 70 dólares. En México, el consumidor puede encontrarlas entre 600 y 800 pesos en algunas tiendas alternativas. Guajardo dice que están buscando que las tiendas de orgánicos, como Green Corner, se vuelvan distribuidores.

El reto está en la base de la pirámide. “Necesitamos hacer llegar la olla por menos de 250 pesos en México. Y en África tengo que ofrecerla entre 15 y 20 dólares. Ésta es una herramienta que está destinada a erradicar la pobreza, y mi objetivo es lograrlo. Que en cada región del planeta que tenga 270 días del año con sol yo les pueda hacer llegar una alternativa a la cocina rural, a un precio que puedan pagar”. Para reducir el costo, diseñó con la firma WireHouser un reflector de cartón sólido, con una capacidad reflexiva incluso superior a la del aluminio y muy durable. Están imprimiendo el instructivo de uso en el reflector para que, si llegan a una zona de desastre como Tabasco –donde el FMCN recién donó 300– la gente sepa fácilmente como utilizarlo.

Por ahora, sus principales clientes son SHE y el FMCN, que le compran unas 3,000 al año para hacerlas llegar a organizaciones en México y países de África y Centroamérica.

El fondo dona las ollas a cuatro organizaciones civiles y les aporta fondos para que capaciten a las mujeres en su uso y hagan seguimiento. Además tiene representantes en el norte, sur y centro del país para impulsar esta tecnología.

El gobierno de Zacatecas compró 800 para ofrecer a mujeres campesinas; se las vende a un precio bajo y pide a cambio que hagan labores para la comunidad. “Es un proyecto que necesita mucho trabajo de campo, porque la gente no tiene registro de que el sol cocine”, cuenta Mariana Díaz. Quienes intervinieron en el desarrollo de la olla han tenido que pensar en todo. Que el material no pueda ser mordisqueado por cabras, o que se pueda anclar para que resista un ventarrón y la comida de esa familia pobre no caiga al suelo.

Más aliados
Lo más difícil ha sido cambiar la percepción que la gente tiene del sol. “Dejar la comida al sol no la echa a perder. La estás cocinando”, comenta Michael Rattinger, un consultor austriaco avecindado en Monterrey. “La gente asocia que si a ellos les da cáncer, también se los puede dar una comida cocinada al sol. Y hay que tener respuestas para eso”, refiere.

Rattinger está articulando una siguiente etapa en la vida de la Olla Solar. “Si logro demostrar que esta tecnología ahorra leña, puedo crear un mecanismo para vender estas emisiones mitigadas (de CO2, el dióxido de carbono que no lanzaron al ambiente) y, a la vez, reducir el costo de las ollas”. Lo que va a hacer es vincular a esas mujeres campesinas con los brokers del mercado voluntario de bonos de carbono. Se trata de un mercado que permite que organizaciones, gobiernos, empresas e individuos se responsabilicen de su impacto ambiental y paguen por sus emisiones comprando bonos.

Él y las ONG han montado un sistema de monitoreo para probar que quienes usan esta tecnología están evitando emisiones de CO2 –uno de los gases precursores del calentamiento global–. Una selección de mujeres anota en un formato las horas al día que utilizó la olla y para qué platillo. “Hay márgenes de seguridad para calcularlo, porque no se trata de calcular bonos donde no los hubo”, dice Rattinger.

Por lo pronto, tiene un acuerdo con Lindblad Expeditions, una empresa de ecoturismo asociada a National Geographic, que financiará 300 ollas para Baja California, como una de varias acciones para mitigar sus emisiones.

Los clientes que se embarquen para observar ballenas en el Mar de Cortés tendrán la opción de aportar una cantidad adicional para compensar por su ‘huella ambiental’.

“Apoyar el proyecto de las estufas solares en Baja California es una muy buena manera de ayudar a las comunidades locales, con una solución de bajo costo y fácil de usar”, dice  Sven Lindblad, presidente de la firma. “Proyectos como éste permiten a compañías como Lindblad Expeditions ser impulsoras de un cambio social positivo”.

Muchas comunidades de esta desértica península dependen de la leña como combustible, y el palo fierro, un árbol que llega a vivir cientos de años, ya está en peligro de desaparecer. “El compromiso que tengo es poner 4,000 ollas bajo el esquema de Baja California, para 2008”, asegura Rattinger. “Imagínate, si todas las aerolíneas que traen turistas a México tuvieran un programa de bonos ligados a proyectos ambientales”. El dinero obtenido por la venta de los bonos irá al FMCN para financiar la compra de más piezas.

A Guajardo le gusta cocinar, en siete horas de patio, el texano brisket, un gran trozo de carne de res especiado. Rattinger recomienda el huachinango en hierbasanta o el salmón en leche de coco con un poco de jengibre, chile jalapeño, ralladura de limón, una pizca de sal y polvo de curry. ¿La instrucción?: “Se pone y se deja todo ahí, al sol”.

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