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El nuevo ‘motor’ de sueños de Detroit

La ciudad fue el símbolo del desastre económico de EU cuando comenzó la crisis en 2008; hoy debe vivir de algo más que autos, y un empresario reinicia la producción… con artistas.
jue 01 julio 2010 06:01 AM
El Centro Rusell alberga negocios de corte artístico, como costura, soplado de vidrio o clases para baile ‘streaptease’. (Foto: Cortesía Fortune)
detroit centro russell (Foto: Cortesía Fortune)

Ésta es la historia de dos fábricas de Detroit, una es símbolo de la desesperación y la otra de la promesa. Por un lado tenemos a la vieja planta de autos Packard en East Grand, 3.5 millones de pies cuadrados en 88 acres desolados: ventanas rotas, ladrillos caídos, enredaderas por doquier y un letrero de "Se vende" que lleva ahí colgado desde hace años. "Su mayor atractivo es tirarlo y vender su acero", dijo David Wax, agente de bienes raíces.

Por otro lado, al final del camino hay un ícono de esperanza, un enorme complejo, el Centro Industrial Russel. Tiene la misma calidad que la planta Packard (ambas diseñadas por Albert Kahn), y la misma antigüedad (ambas fueron construidas en la década de los 20). Como ex oficinas centrales en Murray Corp, que crearon las carrocerías de Ford en sus años de gloria, esta planta también está ocupada por fantasmas. Pero aquí, los fantasmas comparten oficinas con una compañía de espíritu fuerte: una mezcla de sopladores de vidrio, fabricantes de gabinetes, arquitectos, un diseñador de tenis deportivos, tres mujeres que enseñan baile en tubo y costureras: un total de 160 pequeños negocios, la mayoría de los cuales operan en la línea de frente de la creativa economía de Detroit.

El terrateniente es Dennis Kefallinos, de 55 años de edad, quien llegó a Estados Unidos proveniente de la isla griega de Zakynthos a los 15 años. Cuando llegó, comenzó a trabajar de lavaplatos, y desde entonces nunca dejó de trabajar, sólo para aprender a leer y escribir adecuadamente. Hoy, aunque es mejor conocido como el dueño de Niki's Pizza y de un lugar llamado Bouzouki (un bar de streaptease), es uno de los principales barones de los bienes raíces en la ciudad.

Kefallinos comenzó comprando "propiedades en peligro y estructuras grandes" en la década de los 90, pensando que "en 20 años, Detroit será la sensación, ¿no es una locura?". Compró el Centro Russel en 2003 por 1.5 millones de dólares. Fue una ganga, excepto porque la mayor parte de sus 2.2 millones de pies cuadrados estaban vacíos, muchas de sus ventanas habían desaparecido en un tornado y perdía 50,000 dólares al mes. Chris Mihailovich, el administrador de la propiedad, no sabía qué hacer con el lugar, hasta que comenzaron a llamar los artistas.

"Al principio nos reímos", dijo Mihailovich, pero como no tenían nada que perder, escogieron un piso vacío, lo dividieron en estudios de 1,000 pies cuadrados y cobraron rentas de 550 dólares al mes, con calefacción incluida. "Y adivinen qué: lo llenamos, y después hicimos otro y otro más".

El Centro Russell no es la propiedad más rentable de Kefallinos. Para ser honestos, no le convence del todo a la comunidad artística: sigue buscando a alguien que tome 100,000 pies cuadrados de golpe. Pero los tipos creativos siguen llegando, en promedio con un inquilino nuevo a la semana.

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Sea lo que sea que esté pasando aquí (por cierto, sin ayuda de filántropos ni de gobiernos), es orgánica, se apoya entre sí y es del estilo de Detroit.

Terri McQueen trabajó durante nueve años en la planta Axle de Chrysler en Detroit hasta que un día se enfermó mucho y fue enviada a casa. Nunca regresó. Este abril, después de 18 meses de planeación, abrió Ya Digg Records, donde vende discos de vinilo en el Centro Russel.

Lisa Caston, cuyo estudio está en el piso de arriba, es dueña, junto con su hermana, Deborah Edgar, del Detroit Sewing Spot. A Caston le gusta buscar piezas de maquinaria oxidada en una fábrica de Cadillac abandonada, y usa el material para transferir patrones de la edad industrial en tela. Otro inquilino de Russel, el diseñador Christian Unverzagt, también toma la tecnología de la industria automotriz, como cortes láser de acero inoxidable, para poner en marcha sus visiones.

Sarah Lapinski, una de las empresarias más jóvenes del Centro Russel, creció en los suburbios de Detroit. Estudió en Wayne State, donde solía soñar con mudarse a un lugar más rentable, como Portland, Oregón, pero después de la universidad, Lapinski dio un giro repentino: "comencé a coser como loca". Hoy tiene su propia línea de ropa, Wound Menswear, y su propio negocio, Motor City Sewing, y además es dueña de una casa al suroeste de Detroit, cerca del primer auto-cine en Estados Unidos.

"Ahora veo a los amigos con los que crecí y con los que fui a la escuela, y todos están comenzando sus pequeños negocios también. Siempre ha sido un pueblo chico para mí, con amenidades de ciudades grandes. Me encanta el movimiento agrícola urbano: que la industria siga saliendo, estamos limpiando el aire y limpiando el agua, y me parece genial". 

Al menos 25,000 trabajadores asalariados se ganaban la vida en la vieja planta Packard en su época de esplendor, y eso que sólo era una fábrica. Incluso ahora, el Centro Russel está desocupado en un 75%. Quizás esto tomará algo de tiempo. 

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