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El costo de enfrentarse a las cementeras

Los constructores y vivienderas se pelean con Cemex por la subida en los precios del cemento y el concreto, que consideran no justificada. No es el primer conflicto de un sector muy concentrado.
mié 05 julio 2017 01:17 PM
Polémica.
Polémica. El barco Mary Nou trató en 2004 de vender cemento en México y acusó a las cementeras de impedírselo. El caso terminó en los tribunales. (Foto: Foto: Adán Gutiérrez/Archivo Expansión)

La industria vive actualmente una 'guerra del cemento'. Los desarrolladores, las vivienderas y las cementeras, en especial Cemex —que tiene cerca de la mitad del mercado en México— están peleados por la subida de los precios del cemento y del concreto, que en lo que va de año supera el 20%.

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Los constructores y las vivienderas afirman que las cementeras no han explicado esa subida, y aseguran que no tiene justificación. Las cementeras destacan que se debe al aumento de la demanda y a otros factores económicos y opinan que el resto de la industroa no está abierto al diálogo. Como consecuencia, Cemex se retiró de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC) y de la Cámara Nacional de la Industria de Desarrollo y Promoción de Vivienda (Canadevi).

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No es el primer conflicto que vive un sector concentrado en unas pocas empresas. El siguiente reportaje lo publicó Expansión en mayo de 2014, acerca del polémico caso que involucró a Cemex y a unos ex empleados de la empresa que trataron de importar cemento a México durante más de una década.

Este fue el texto publicado:

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El Atenea, con su bandera boliviana raída y descolorida, parece un bote salvavidas al lado del enorme crucero atracado en el puerto de Progreso, en Yucatán.

El barco navegó unos 2,000 kilómetros para descargar, en febrero de 2014, unos 67,000 sacos de cemento cubano. Es su segundo desembarco en cuatro meses. En total, trajo 5,700 toneladas de material al país.

Ricardo Alessio es quien pagó por el cargamento. Él y sus otros dos socios —Luis Bonales y Ricardo Camacho— llevaban más de una década luchando por importar cemento a México. En 2004 intentaron traer unas 26,000 toneladas de Rusia, en el famoso caso del buque Mary Nour, pero una serie de amparos, denuncias y embargos les impidió descargar el material.

“Pensamos que sería sencillo”, dice Alessio. “Ninguna ley te lo impide”.

El empresario, de 43 años, acusa a Cemex, que controla casi la mitad del mercado cementero en México, de boicotear su operación. La compañía regiomontana lo niega. Señala que desde hace años se importan libremente cientos de miles de toneladas. “Las importaciones en México siempre han existido”, dice Mauricio Doehner, vicepresidente de Asuntos Corporativos de Cemex (actual presidente de la Cámara Nacional de la Industria del Cemento).

Un tribunal administrativo en Nuevo León cerró el caso en junio de 2013. Desestimó la multa que la extinta Comisión Federal de Competencia (CFC) impuso a la cementera tras acusarla de boicotear la operación de Alessio y sus socios.

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“Ello implicó retirarle la multa y no aceptar que Cemex incurrió en prácticas monopólicas de boicot”, dice Luis Alberto Ibarra, uno de los cuatro ex comisionados que votó a favor de multar a la empresa.

Alessio y sus socios —todos ex empleados de Cemex— perdieron por lo menos 1.7 millones de dólares (mdd) en su intento fallido de importar cemento a México. Eso, sin contar lo que gastaron para defenderse de las acusaciones por contrabando y falsificación de documentos que interpusieron en su contra Cemex y la Cámara Nacional del Cemento (Canacem).

Sin poder encontrar un despacho de abogados que los representara, Alessio estudió una maestría en Derecho Mercantil para continuar la pelea para importar cemento. Ahora que lo logró, intenta construir un negocio vendiéndolo.

“Son más tercos que una cabra”, dice de los socios uno de sus abogados, que pidió no ser identificado.

La llegada del Atenea a la península yucateca representa una victoria largamente esperada para Alessio. Su siguiente meta es montar una planta propia. Aun así, su objetivo de competir con las grandes del cemento todavía parece muy lejano. (En la actualidad, el empresario planea importar cemento desde Europa).

El Mary Nour

Alessio, Bonales y Camacho se conocieron a fines de los 80, cuando estudiaban la carrera de Ingeniería Civil en el Tecnológico de Monterrey. En 2002, tras pasar por las filas de Cemex, fundaron la constructora Irkon, cuyo principal insumo era el cemento.

En su búsqueda por reducir costos, los tres amigos decidieron que importarían cemento del extranjero, donde era más barato. En el año 2005, en México se vendía uno de los cementos más caros del mundo, según la investigación de la CFC, que tomó 27 meses.

"Para que te des una idea: en 2004, el cemento al mayoreo en México estaba en 120 dólares”, dice el empresario. “Yo compré el cemento en Rusia a 30 dólares”. La intención de los mexicanos era importar unas 26,000 toneladas de cemento a granel.

"El cemento del Mary Nour se (iba) a vender como pan caliente”, dice Alessio. “Porque todo mundo (...), que necesariamente le tienen que comprar a las cementeras, se iban a arrebatar mi producto”.

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Él y sus socios primero intentaron adquirirlo de una filial de Semen Gresik, la tercera cementera más grande de Indonesia. Pero el acuerdo de compraventa se cayó en el último momento.

Alessio acusó a Cemex de presionar a la compañía asiática para que no les surtiera. La cementera entonces poseía 25.5% de las acciones de Semen Gresik.

Después buscaron a la taiwanesa China Rebar, pero ésta también se negó a venderles. Alessio volvió a acusar a Cemex. Esta vez, dijo, por amenazar con inundar Taiwán con cemento barato. La firma había enfrentado en 2001 un caso por dumping en ese país, según documentos de la CFC.

Al final, Alessio y sus socios compraron el cemento en Rusia, a un precio por tonelada tres dólares por encima del pactado con los proveedores en Indonesia y Taiwán. Cargaron el producto en el buque Mary Nour, que le habían rentado a la empresa jordana CTI Group, y éste zarpó hacia México.

Tenían programado atracar en Tampico, Tamaulipas. Pero Cemex presentó un amparo en el que argumentó que el desembarco pondría en riesgo sus operaciones en el puerto. La capitanía les negó el permiso para desembarcar. Así que navegaron hacia Altamira, a 16 kilómetros de Tampico. Ahí, la autoridad portuaria embargó el Mary Nour y su cargamento, en respuesta a una acusación de contrabando de la Canacem. En total, el buque-silo pasó todo un año frente a la costa tampiqueña sin poder descargar un solo saco de cemento.

En junio de 2005, CTI le ordenó al capitán noruego del Mary Nour abandonar las aguas mexicanas. La empresa jordana pagó 9,000 dólares por cada día que el buque estuvo varado en costas mexicanas.

“Le rogamos que, por favor, no sacara el barco, que teníamos amplias posibilidades de ganar los juicios”, dice Alessio. “Que no era el momento de doblar las manos”.

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Dos años más tarde, Alessio y sus socios denunciaron a la Canacem, Cemex, Grupo Cementos Chihuahua, Lafarge y Moctezuma por prácticas monopólicas. Dijeron que la cámara y sus miembros les habían impedido sumarse al padrón de importadores, entre otras cosas. Cemex, por su parte, denunció a los tres por difamación y falsificación de documentos.

Alessio, Bonales y Camacho intentaron importar cemento nuevamente en 2011, esta vez, de Jamaica. Pero ninguna cementera quiso hacer negocios con ellos. Alessio volvió a acusar a Cemex.

Luego vino el arresto de uno de sus socios.

La noche en Apodaca

"¿Es usted Luis Bonales?”, le gritó un hombre con pantalón de mezclilla y una playera blanca, tipo polo, a Bonales.

Dos agentes ministeriales lo detuvieron la mañana del 22 de agosto de 2011 en su casa en Monterrey. Respondieron a una denuncia de Cemex, que lo acusaba de falsificar facturas. Alessio dice que eran siete, de 80 pesos cada una.

"Lo que intentaban demostrar esas facturas ante la CFC era que el precio del cemento en México en diferentes casas de materiales era más alto que el precio internacional”, explica Alessio. “El problema era que esas copias traían mal la leyenda. Debían haber dicho ‘copias certificadas de copia notarial’ y lo que decían era ‘copia certificada del original’. Fue un error nuestro, pero no era una falsificación. Era una falta administrativa”.

La detención tuvo sus momentos irónicos.

"Como yo estaba en puro bóxer y sin playera, uno de los ministeriales me dijo: ‘A ver, así no puedes entrar, estás muy encuerado’”, cuenta Bonales. “El ministerial va a su coche, abre la cajuela y, yo no sé si a manera de burla o de casualidad, había comprado un saco de cemento el día anterior. Me regaló una camiseta que decía ‘Cementos Monterrey’, talla XL”. Cementos Monterrey es una de las siete marcas de Cemex en México.

Bonales pasó unas 40 horas en el penal de máxima seguridad de Apodaca, a las afueras de Monterrey. Durmió —o intentó hacerlo—en el dormitorio Delta, que separa a los Zetas de los miembros del cártel del Golfo. Seis meses más tarde, esa área fue el epicentro de un violento motín en el que murieron 44 reos.

Luego de Apodaca, Bonales quiso salirse del negocio del cemento, pero Alessio y Camacho lo convencieron de no darse por vencido. Se mudó a Motul, una ciudad a 45 minutos de Mérida. Tiene un rancho de agricultura orgánica, cría gallinas y pollos. Monta a caballo y duerme en una hamaca. Fundó una ONG para rehabilitar a jóvenes pandilleros.

Salir a flote

Al pie del Atenea, Alessio supervisa el desembarco del cemento. Contrató a seis choferes para mover la carga. En esta ocasión, le toca salir a un chico moreno y cachetón conocido como el Chocotorro.

El Chocotorro transporta sacos de cemento de la marca Siboney, que Alessio y sus socios le compraron a la Empresa Importadora y Exportadora de la Construcción, que tiene participación del gobierno cubano y de la cementera suiza Holcim.

Cada embarque de 2,850 toneladas les cuesta unos 450,000 dólares. Es, en proporción, más caro que los 1.7 mdd que pagaron por las 26,000 toneladas del Mary Nour.

Cada saco importado de Cuba contiene 42.5 kilos de cemento, en lugar de los 45 que tienen los de otras cementeras en México. Alessio dice que la calidad del producto significa que las personas no necesitarán tanto material, lo que se traducirá en ahorros. A principios de año, un saco de 45 kilos costaba entre 115 y 120 pesos en la península de Yucatán.

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"Estamos hablando de que, si una señora se ahorra 200 pesos al comprar su cemento, eso (equivale) al día de un albañil”, dice un maestro de obras que trabaja en el Country Club Yucatán, el desarrollo inmobiliario donde vive Alessio.

Lucas Santander, el arquitecto español a cargo de las obras en el Country Club, es uno de sus clientes más satisfechos. "Nadie de la competencia te dice: ‘Mi saco tiene menos cemento, pero rinde igual’”, dice Santander, alzando un poco la voz por los sonidos de los albañiles que martillan y que meten la pala a la grava. “Al principio, dudas, pero sí es así”.

Alessio y sus socios ya venden los sacos importados en Chetumal, Cancún, Riviera Maya, Ciudad del Carmen y Campeche.

“Las dos penínsulas son las más desatendidas en cuanto a plantas”, dice Alessio. "La única planta en la península de Yucatán está concentrada al centro y al norte”.

La publicación especializada International Cement Review dice que la entrada de la marca Siboney a Yucatán redujo hasta 10% los precios en la región.

Doehner, de Cemex, duda de que el negocio de Alessio funcione. “Lo que tengo entendido es que no han podido comercializar como ellos quisieran”, dice. “El rumor que me ha llegado de distribuidores es que el producto no es tan fácil de colocar”.

Los socios esperan importar este año 48,000 toneladas, más de 1,000 sacos de cemento. Esto representa menos del 1% del consumo nacional y 600 veces menos de la capacidad instalada de Cemex en el país. Su primer paso para desafiar a las grandes empresas del sector le llevó una década. La distancia que falta recorrer para poder competir todavía es enorme.

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