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Lady Gaga es una artista que no hace arte

Stefani Joanne Angelina Germanotta es pianista, cantante y compositora; hoy también es moda, performance y glamour
lun 15 marzo 2010 06:11 PM
Sin Pie de Foto
Lady-Gaga Sin Pie de Foto

En el sitio oficial de Lady Gaga un texto presume: “Ésta es una estrella pop en ascenso que no fue seleccionada en un casting de modelos, que no nació en una familia famosa, que no ganó un reality show de canto ni empezó en un programa de televisión para adolescentes”: ésta es una celebridad que, por lo menos, se nos vende como anti-Hannah Montana, anti-Britney Spears, incluso anti-Susan Boyle.

Que muchos no encuentren el sentido secreto de su nombre, incluso cuando saben que se deriva de una canción de Queen, es señal de que muchos se han olvidado de ese grupo musical, del glam rock y de ese momento extraño, único de la historia en que la música pop se cruzó a la vez con el rock y con el teatro.

La criatura resultante, hija de tres padres, tenía que ser un monstruo; y lo fue, como se puede ver en la obra bella y repelente de Lou Reed, de David Bowie, de Peter Gabriel y Brian Eno…, y también en la de Lady Gaga, quien les hace un homenaje light, una actualización para el tiempo de lo hiperbanal.

De hecho, compararla con Madonna, como se ha intentado en más de una ocasión, es seguir la pista más falsa de todas: desde el comienzo de su carrera, Madonna se dedicó a promover su propio ser, su cuerpo, su postura ante el mundo.

Lady Gaga, por el contrario, se dedica a hacer. Su interés es la interpretación, lo que crea con su cuerpo. No compone óperas, no exhibe su virtuosismo en piezas complejísimas ni sondea el lado oscuro de la existencia: es toda frivolidad, style checking, vidrios de colores, lujo y esplendor, hecha para descargarse por iTunes y para que le compremos, junto con los álbumes, todos los otros productos; y, sin embargo, no es una diosa: no hace arte (o bien: hace pop), pero es una artista.

Hay que ver la forma en que lo extraño y lo siniestro se insinúan en todo su trabajo, manchando la blancura y la suavidad de las superficies. Ésta es una cantante que no tiene miedo de deformarse, de ir incluso más allá de la perversidad fingida y las rutinas del escándalo.

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Por ejemplo, hay que escuchar algunos fragmentos de la letra de “Bad Romance” (Mal Romance), tan insustancial y pegajosa: “I want your ugly / I want your disease […] I want your horror / I want your design / ‘Cause you’re a criminal / As long as your mine”. ("Quiero tu mal / Quiero tu enfermedad [...] Quiero tu horror / Quiero tu diseño / Porque eres un criminal / Mientras seas mio")

Y también hay que verla a ella, de muletas y collarín, envuelta en metal y con la expresión vacía de un enfermo terminal, en el video de su canción “Paparazzi”, dirigido por Jonas Akerlund. La impresión es semejante a la que produce “The Beautiful People” de Floria Sigismondi y Marilyn Manson, aquel corto en el que Manson canta a través de una prótesis dolorosa que le llena la boca y se vuelve un muñeco espástico, un cadáver que empieza a corromperse (Marilyn Manson también aprendió todo del glam.)

“Ahora”, dice Lady Gaga desde la cúspide, “estoy tratando de cambiar al mundo, de lentejuela en lentejuela”. Mentira piadosa, claro, porque su propio mundo ya es perfecto y no puede cambiar. Su perfección es la de su mirada: la de cómo mira su gloria, inalcanzable para todos nosotros.

Alberto Chimal es narrador y ensayista. En 2009, Almadía publicó su primera novela, "Los esclavos; La ciudad imaginada", colección de relatos, fue editada por Libros Magenta.

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