Publicidad

Síguenos en nuestras redes sociales:

Publicidad

Una multitud en las calles de Madrid despide a la actriz Sara Montiel

La actriz y cantante española recorrió calles de Madrid donde decenas de españoles presentaron sus respetos antes de su entierro en privado
mar 09 abril 2013 11:40 AM

Este martes en Madrid se produjeron dos despedidas para una misma persona: primero, la Gran Vía, arteria de la vida cultural de la ciudad, se engalanaba para darle el último adiós a Sara Montiel, la gran artista.

Minutos después, se enterraba de manera sobria a María Antonia Abad, una mujer no menos inolvidable.

"Sabré marcharme cuando me dé cuenta de que la gente empieza a cansarse del mito", dijo en vida. Pero ese momento nunca llegó y permaneció activa hasta que  falleció este lunes a sus 85 años , de manera totalmente imprevista, antes de un viaje a Oviedo para una consulta oftalmológica.

Nacida en Campo de Criptana (Ciudad Real), Sara Montiel se sentía universal, pero también tan madrileña como La violetera, una de sus películas más recordadas y que se proyectó en la plaza de Callao para deleite de los cientos de personas que se arremolinaban al paso de la comitiva fúnebre.

Once coches, dos de ellos repletos de coronas de flores, recorrieron la capital desde el tanatorio de San Isidro hasta la Gran Vía, como si fuera una romería dedicada a la diosa del cuplé.

"¡Viva Sara!", "¡Olé, Sara!" o estrofas de algunas de sus canciones más célebres han acompañado en su dolor a Thais y Zeus Tous, sus dos hijos adoptivos, visiblemente afectados. Pero la reunión de admiradores hablaba de la amplitud del calado de la Montiel.

Publicidad

Por un lado, vecinos de su pueblo natal, como Antonio Carreras y su esposa Pilar, o mujeres del extrarradio madrileño que vivieron el estreno de sus películas más famosas. "Ha sido muy querida y no me importa pasar frío", decía Ascención.

Por otro, jóvenes que la reivindicaron como icono de la modernidad más kitsch y como musa del colectivo homosexual. Así, Ruben, Aitor y Joan, hablaban de la cantante de Fumando espero como "una actriz completa" y se indignaban de ver que  la muerte de Margaret Thatcher  le ha eclipsado en las portadas de los periódicos.

Incluso un transformista enseñaba una foto de sí mismo caracterizado como Sara Montiel en su última época, cuando incurrió en la autoparodia y se convirtió en reina de las revistas del corazón.

Fuera de la pompa, el exceso y el barroco que acompañaba a la gran Sara Montiel, de los relatos en tono de leyenda sobre su relación con James Dean, Marlon Brando o Gary Cooper (con quien protagonizó Veracruz, de Robert Aldrich), la intimidad y la sencillez se apoderaron de la Sacramental de San Justo, recordando que bajo las túnicas de Sara Montiel seguía existiendo la manchega hija de labriegos, María Antonia Abad.

Junto a Giancarlo Viola, su examante, abriendo entre lágrimas la comitiva al sepulcro que ella misma había mandado construir para su madre, apenas 200 personas, muchas de ellas de los medios de comunicación, despidieron a la protagonista de El último cuplé y pionera en el desembarco español en Hollywood.

Un ataúd color caoba rematado con un Cristo y una docena de claveles rojos acercaban a la cotidianeidad su adiós, que fue oficiado por un sacerdote negro que la recordó primero como María Antonia Abad para luego añadir que era "más conocida como Sara Montiel".

"Llegó por el mar un día y se marchó por el mar. Se llevó como recuerdo un beso, no pidió más", eran los versos de La sirena, de Ramón Alarcón, que se recitaron antes de dejar definitivamente a la actriz y cantante junto a su hermana, Elpidia, y su madre, María Vicenta.

"No molestó mucho, dos suspiros y hala", dijo Loles León, que junto al presentador de televisión Boris Izaguirre o el productor Enrique Cerezo fueron algunos de los rostros conocidos en este acto fundamentalmente familiar, con sus hijos al frente, uno de ellos, Thais, quien descubrió este lunes el cuerpo sin vida de Montiel.

Tras la ovación, los asistentes de manera espontánea comenzaron a cantar La violetera y a lanzar claveles a la tumba. Así se despedía para siempre a la que consiguió su principal objetivo en la vida: "Me juré no tener ningún amo, ser pájaro libre y lo he cumplido", había dicho.

No te pierdas de nada
Te enviamos un correo a la semana con el resumen de lo más importante.

¡Falta un paso! Ve a tu email y confirma tu suscripción (recuerda revisar también en spam)

Ha ocurrido un error, por favor inténtalo más tarde

Publicidad
Publicidad