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Mario Vargas Llosa, un optimista que reflexiona sobre América Latina

El Nobel de Literatura 2010 escribió su libro menos pesimista; desconfía de la tecnología y del alejamiento de los escritores de la política
jue 28 noviembre 2013 06:17 AM

Mario Vargas Llosa, premio Nobel 2010, lamenta muchas cosas de un mundo que es muy diferente al que nació, en 1936, y en el que creció como intelectual: la ausencia de compromiso cívico-político entre los escritores más jóvenes, la extinción de la literatura seria en el mundo de la convergencia de las tecnologías, la violencia del narcotráfico y la corrupción –esa no tan nueva, aclara–.

Se aburrió con la serie Los Soprano (solo rescata The Wire), no usa celular –su esposa Patricia toma por él las llamadas, incluida en la que le avisaron que ganó el Nobel– y por supuesto escribe a mano. No ha podido leer un libro en formato electrónico, prefiere el peso del papel y la tinta. Pero ve un avance positivo en el mundo y su último libro,  El héroe discreto, es casi optimista .

"(El héroe discreto) es en todo caso mucho menos pesimista que mis otras novelas en lo que se refiere al Perú que describe; en cierta forma hasta optimista, porque muestra una sociedad que tiene muchísimos problemas, pero también una sociedad que progresa". La democracia "imperfecta" y "una sociedad que está creciendo económicamente, en la que hay oportunidades para gente humilde", como Felicito Yanaqué, el personaje principal, dice en entrevista Vargas Llosa.

Perú no es el único que  progresa; en 1990, el escritor definió como  "dictadura perfecta" al sistema político mexicano. Ahora ve un país muy diferente. "Hoy día México es una democracia y durante más de 70 años no lo fue".

"México es una sociedad libre, donde hay un juego político libre, hay elecciones libres, hay un derecho de crítica que se ejerce en la prensa que está ahí visible. Puede ser una democracia muy imperfecta como son todas las democracias en el mundo entero, pero también creo que es un país que va en la buena dirección pese a los problemas. Creo que vale eso para muchos países de América Latina, no para todos por desgracia, pero para muchos me parece que eso ocurre", dice.

Yanaqué, el protagonista de El héroe discreto, es un empresario transportista extorsionado por cartas anónimas, el precio de su éxito. Un progreso, que según Vargas Llosa, crece en las clases medias de América Latina. "Hijo de un comunero, analfabeto sin zapatos pasa a ser un pequeño empresario, es un caso que se da y se da no como algo excepcional sino como algo muy frecuente, muy extendido hoy en día en muchos países, no a la velocidad que debiera ser pero se da y en el pasado no se daba. Y eso es un progreso indiscutible".

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El reverso del progreso también ocupa un espacio en el libro, a través de la extorsión. "Hay una violencia delictiva, que está ahí que es como una perversión de ese progreso", dice Vargas Llosa. "Ese progreso no solamente da trabajo, enriquece a algunas personas, sino también permite que las mafias prosperen, que usufructúen de una manera delictuosa de esa legalidad. Hay una corrupción extendida, bueno son los problemas de nuestro tiempo y son los problemas que hoy día son globales, los compartimos el mundo subdesarrollado, el mundo desarrollado, tenemos que enfrentarnos a esa gran amenaza contra el progreso que es la corrupción".

Vargas Llosa visita México dentro del evento Viva Perú, una iniciativa binacional de la promotora Ingrid Yribarren, peruana naturalizada mexicana, para impulsar lo positivo de cada país y promover la cultura, la gastronomía, la economía y la moda del país andino. "Traemos la mejor imagen de Perú a México; con Viva México, llevaremos (en años alternos) lo mejor de México a Perú", explica Yribarren.

Literatura y compromiso

Fallecidos Carlos Fuentes y Octavio Paz, Vargas Llosa parece el último representante de una clase en extinción, el intelectual comprometido con los asuntos públicos. Quien fuera candidato a la presidencia de Perú en 1990 y derrotado por Alberto Fujimori, discrepa de los autores que desdeñan la política. 

"Sigo fiel a una cierta visión de la literatura que adquirí cuando era joven, cuando era todavía universitario", apunta.

"Pertenezco a una generación en la que parecía imposible para un escritor desentenderse de la vida política, de la problemática social. Cuando yo comencé a escribir las ideas que venían sobre todo de Francia, de Sartre, de Camus, de los existencialistas era que la vocación literaria implicaba un compromiso de tipo político que un escritor al mismo tiempo que escribía participaba en el debate público, defendiendo ciertas opciones, criticando otras".

El autor dice que esas ideas resultan obsoletas para los escritores jóvenes. "Ellos más bien tienen mucho desprecio por la política, piensan que la literatura no debe contaminarse con una actividad que es tan profundamente sucia y vil a veces como la política pero yo creo que eso es un error, que eso más bien ayuda a degradar la política a envilecerla", reflexiona.

"Si queremos que la política no sea puramente una técnica de gestores de lo existente, que tenga elevación, que aspire realmente a cambiar profundamente las cosas, la política tiene que estar llena de ideas y llena de invención, de creatividad y en ese campo que un escritor, un artista algo puede aportar a la vida política y tiene además la obligación de intervenir de alguna manera en la búsqueda de soluciones para los problemas que existen".

La literatura como vocación

En El héroe discreto reaparecen personajes de La casa Verde (1966) como Lituma y "los inconquistables", pero también la familia protagonista de Elogio de la Madrastra (1983) y los Cuadernos de don Rigoberto (1997).  El autor no tiene muy claro por qué estos personajes reaparecen una y otra vez.

"Puedo dar una respuesta pero que no me convence a mí mismo, nunca sé por qué ciertos personajes que he inventado no se quedan confinados en la historia para la cual los inventé y en mi memoria siguen pugnando para reaparecer en otras historias (...) como si no los hubiera aprovechado bastante, como si realmente pudieran dar mucho más". Según el autor son generalmente personajes "del montón", no los más descollantes, como Lituma y los Inconquistables.

La pasión por el teatro se mantiene constante en el escritor. Su primer drama, La huida del inca, lo escribió a los 15 años y no ha dejado de escribir para la escena. En 2012 estrenó la adaptación Las mil noches y la una noche.

"Estoy trabajando en un proyecto que me da vueltas en la cabeza hace mucho tiempo, que es una obra de teatro basada en el Decamerón de Boccaccio, yo desde que leí el Boccaccio siempre quedé muy fascinado por los cuentos desde luego pero sobre todo por la situación de base".

En una Florencia asediada por la peste, un grupo de jóvenes se esconde en una casa. "La peste avanza matando a diestra y siniestra y ahí están ellos escapando hacia un mundo de fantasías, de fábulas, que impregna realmente todos los cuentos de Boccaccio", cuenta el autor.

Tecnología y literatura

Vargas Llosa no es precisamente un entusiasta de internet, la telefonía celular, el libro electrónico o la exploración de las plataformas multimedia. Está en las antípodas de quienes opinan que internet produce un cambio civilizatorio como la invención de la imprenta en el siglo XVI.

"La creación de la imprenta fue un salto formidable hacia el progreso, hacia la civilización, hacia la libertad, si los libros digitales ocupan enteramente el mercado y el libro de papel desaparece yo me quedaría muy preocupado con el futuro de la humanidad, porque no estoy convencido que el soporte sea un mero soporte y que no tenga ningún efecto sobre el contenido del producto literario".

Dickens o Cervantes escribieron para las masas. Vargas Llosa duda de que la televisión haya producido nada semejante a sus libros. "Temo mucho que si un día se escribe solo para la pantalla, ocurra con la literatura lo que ocurre en estos días con la televisión. Hay productos que son extraordinariamente entretenidos, extraordinariamente divertidos ¿pero hay productos de una creatividad equivalente a la de las grandes obras literarias? La pantalla exige llegar al gran número y que ese esfuerzo por llegar al gran número implica simplificación, banalización, frivolización, puede producir cosas enormemente entretenidas y divertidas pero no va a producir jamás un Quijote, una Guerra y Paz, Los Miserables, las novelas de Dickens, la poesía de Neruda".

Vargas Llosa ha sido periodista ­–cubrió la crisis de los misiles en Cuba para la prensa francesa–, crítico literario, revolucionario, intelectual liberal, cineasta, político, pero su aspiración es “ser recordado como un buen escritor”.

“Esa es mi máxima aspiración, eso es lo que yo soy, yo soy un escritor fundamentalmente, todo lo demás es como complementario, de alguna manera ligado a esa vocación, pero mi vocación única y exclusiva es la literatura”.

Y si de escoger uno de sus libros se trata, aunque reconoce que "es triste tener que recordar a uno y eliminar a todo el resto", al final "probablemente me quedaría con Conversación en la Catedral (1969)”. 

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