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Vicente Leñero, el escritor que halló en el periodismo su "germen" vital

El escritor, originario de Jalisco, dejó sus carrera de ingeniería para estudiar periodismo y con ello afinar su redacción
mié 03 diciembre 2014 12:36 PM
vicente leñero archivo
vicente leñero archivo vicente leñero archivo

Vicente Leñero Otero edificó su trayectoria en los ámbitos del guionismo, el periodismo y la literatura, al relegar la ingeniería para enfocarse en el objetivo de ser escritor, “la actividad que le dio soporte y sentido al pedregoso camino emprendido desde joven”, hasta llegar a la vejez.

El autor que nació el 9 de junio de 1933 en Guadalajara, estado de Jalisco, comenzó a empecinarse en el oficio de dominar las letras mientras era un estudiante que fabricaba relato tras relato en una máquina de escribir que le prestó su hermano.

Esos escarceos para tratar de perfeccionar “el difícil arte del fraseo y la composición del lenguaje”, lo llevaron a ganar en 1958 un concurso literario –en el que los escritores Juan Rulfo y Juan José Arreola eran jurados-  con el cuento de La polvareda.

En aquella época, Leñero combinó los estudios de ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con los de periodismo en la escuela Carlos Septién, una institución donde encontró el “origen mismo” de su condición de periodista y escritor, “el germen” de su vida profesional, como comentó al recibir el Premio Nacional de Periodismo de ese centro educativo, en el 2010.

Pero a fin de cuentas, El flaco, como lo llamaban en su época de estudiante, optó por dedicar la mayor parte de sus horas de trabajo a la misión de contar historias.

“No estuvo mal haber dejado la ingeniería porque seguramente no hubiera ganado nada…”, comentó en una entrevista con el diario La Jornada, en el 2008.

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“Le debo mucho al periodismo, sin él no habría podido encontrar un camino para la escritura. Mientras estudiaba ingeniería, me inscribí en la escuela de periodismo no con ánimos de ser reportero, sino de escribir.

“Quería encontrar un método para redactar bien, algo que toda la vida me ha costado trabajo. Entre la ingeniería y la literatura había un doble salto mortal y la red de protección era aprender a escribir bien dentro del periodismo”, expresó el ganador del premio Xavier Villaurrutia 2001.

El hombre a quien le gustaba coleccionar máquinas de escribir y jugar ajedrez, según crónicas periodísticas, se caracterizó por ser “muy obsesivo” con la forma y la estructura de sus relatos.

“Sus guiones siempre son mecanismos de relojería. Funcionan través de tiempos que se yuxtaponen unos a otros. La estructura del Callejón de los Milagros (1995), o de Los Albañiles (1976), es realmente muy compleja”, comentó a CNNMéxico José Antonio Valdés Peña, investigador de la Cineteca Nacional.

La versión literaria y el guión cinematográfico de Los Albañiles, donde se narran las circunstancias que rodean la muerte del velador de un edificio en construcción, ganó los premios Biblioteca Breve Seix Barral 1963 y el Oso de Plata del Festival de Cine de Berlín.

Su adaptación al teatro también obtuvo un reconocimiento, el premio Juan Ruiz de Alarcón a la mejor obra estrenada en 1969. El propio Leñero dijo en alguna ocasión que era uno de sus trabajos predilectos.

Con Los Albañiles, “Leñero logra retratar lo popular, el habla, el sentir del pueblo”, mencionó Valdés Peña. “Al mismo tiempo en que se levanta un edificio, se levanta una historia”, destacó el especialista.

Para Raúl Miranda, coordinador del Centro de Documentación de la Cineteca Nacional, con ese relato el ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes de México en el área de Lingüística y Literatura logró hacer un “viaje a un microcosmos particular, que es el de la construcción en la Ciudad de México”, donde tienen interacción diferentes hablas y estratos sociales.

“El Oso de Plata me lo dieron en Berlín por mi interpretación de don Jesús, el personaje central de Los Albañiles. Siempre tendré la más alta opinión de Vicente Leñero como escritor, como ser humano, como amigo, como hombre de letras. Escribe en todas las formas y estilos y cuanto hace, lo hace muy bien”, opinó el actor mexicano Ignacio López Tarso, según el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).

La producción literaria de Vicente Leñero incluye las novelas La voz adolorida (1961), Estudio Q (1965), El garabato (1967), Redil de Ovejas (1973), El evangelio de Lucas Gavilán (1979), y La vida que se va (1999), entre otras.

“Yo tenía 18 años, empecé a leerlo y descubrí que la literatura tenía puertas en todas las direcciones y que prácticamente eran infinitas”, mencionó en una ocasión el novelista José Agustín, con quien Leñero colaboró en la revista Claudia, en la década de 1960.

“¿Está aquí el señor que es una mina de recursos literarios?”, preguntó Agustín cuando comenzó a trabajar en esa publicación, de acuerdo con un relato que hizo Guadalupe Loaeza, columnista del diario Reforma, respecto a la amistad entre los dos autores.

Leñero y Agustín recibieron el 21 de septiembre de 2011 la Medalla Bellas Artes, la máxima distinción que otorga ese recinto cultural.

Las letras de Leñero en el séptimo arte

En el ámbito cinematográfico, el ganador de la medalla Salvador Toscano 2007 destacó por los guiones de las cintas Mariana, Mariana (1987); El Callejón de los Milagros (1994), una adaptación de la novela del escritor egipcio Naguib Mahfuz; La Ley de Herodes (1999), con el que ganó el Premio Ariel al mejor guión original, y El crimen del Padre Amaro (2003), adaptación de la novela de José Eça de Queiroz, que rompió récord de taquilla después de las críticas que recibió de grupos conservadores. 

“Debo confesar que yo no ambicionaba convertirme en periodista”, expresó Leñero en un discurso en noviembre de 2010. Según el escritor, incursionó en el oficio periodístico solo para afinar su redacción, sin embargo a la postre colaboró en algunos de los medios más importantes del país.

El novelista trabajó en Excélsior hasta que el periodista Julio Scherer tuvo que dejar la dirección de ese medio escrito, a causa de la presión que ejerció el gobierno de Luis Echeverría. Ante esa circunstancia, Scherer y otros colaboradores fundaron el semanario Proceso, donde Leñero tuvo los puestos de subidrector editorial y vicepresidente.

El ganador del Premio Fernando Benítez en 1998, que en el inicio de su carrera escribió radionovelas, trabajó en la publicación Revista de Revistas, y escribió crónicas y reportajes como Viaje a Cuba (1974), Los periodistas (relato novelado con elementos documentales sobre el “golpe a Excélsior”, de 1978), La Zona Rosa y otros reportajes (1968), Los pasos de Jorge (1989), y un Manual de Periodismo, junto a Carlos Marín.

“Solo el reportero es quien merece a cabalidad el crédito de periodista, es la clave del periodismo”, indicó Leñero al hacer un análisis del oficio.

Para Jaime Chabaud, especialista teatral de la revista Paso de Gato, Vicente Leñero también fue una “figura crucial” en su faceta como dramaturgo, tanto por las obras que escribió, como por su labor como mentor de otros autores, en los talleres donde compartió sus conocimientos.

La mudanza es una de sus obras emblemáticas, porque explora la obsesión de Leñero sobre el realismo. Vicente es el instaurador del realismo en el teatro mexicano. Generó toda una corriente esa obsesión realista, dejó una huella en alumnos como Sabina Berman, o Rascón Banda”, indicó Chabaud a CNNMéxico.

Pueblo rechazado, Compañero, La carpa,  Los hijos de Sánchez, El juicio, Alicia tal vez, El martirio de Morelos, La visita del ángel, Pelearán diez rounds, Jesucristo Gómez, Nadie sabe nada, El infierno y La noche de Hernán Cortés, y Hace ya tanto tiempo, son algunas de las obras  que salieron de la pluma de Leñero, y que le granjearon el aprecio de sus compañeros de trabajo.

“La estima que le tengo me hace recomendar siempre la lectura de su obra, sobre todo a los jóvenes. La mía es una recomendación muy modesta, muy humilde, pero eso sí, muy bien fundamentada por los años que he dedicado a la lectura de un escritor que como Vicente nos ha aportado tanto a los mexicanos”, aseguró López Tarso.

A lo largo de las seis décadas que dedicó a las letras, Leñero llegó a decir que sentía que sus libros pasaban inadvertidos para la crítica. “Quizá porque el medio cultural y literario veía como un contrasentido que fuera escritor y abiertamente católico”, contó a la periodista Silvia Cherem, según el texto Entrevista a medio juego, publicado en la revista de la UNAM.

“Viví al margen, no encajaba: entre los ingenieros era escritor; entre los periodistas, novelista; y entre los escritores, ingeniero”, agregó.

Pero ante situaciones de ese tipo, o el rechazo de su padre a que se dedicara a escribir, Leñero contó con el apoyo de su esposa, Estela Franco.

“Mi papá le pedía que me convenciera de continuar de ingeniero, pero ella hacía lo contrario. Me decía: 'Si lo que quieres es ser escritor, pues órale, no te detengas'… Estela, el periodismo y la literatura han sido mis fuerzas purificadoras’”, dijo el autor que ocupó la silla XVIII a la Academia Mexicana de la Lengua, a partir del 2011.

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