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Nadie necesita un reloj; todos lo desean

La tecnología ha liberado al hombre de llevar este accesorio al pulso para obtener información; como pasó con el caballo, remplazado por el motor, el reloj es hoy un objeto de culto y colección.
jue 01 noviembre 2012 06:00 AM
Quizá no haya nada tan deliciosamente superfluo que una creación de alta relojería. Eso es quizá lo que las hace irresistibles, ya que sus complicaciones clásicas en algún momento, siglos atrás, fueron vitales para quienes los portaban. (Foto: Getty)
reloj

Nadie necesita un reloj... pero todos queremos uno.

Si la única razón fuera por leer la hora hay miles de sitios hacia dónde mirar para saber a qué altura del día nos encontramos o qué parte del mes es la que navegamos: pantallas de computadora, celulares, el tablero o radio del automóvil o simplemente el reloj de alguien más.

Sin embargo, hay algo más acerca de poseer un reloj , ya que en realidad es una máquina miniatura que depende de nosotros, como puntualiza Julio Cortázar en el delicioso “Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj”.

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En otros tiempos dependíamos del reloj de pulso, pero ya no más. No es que ya no necesitemos de su información, sino que ahora nos llega de forma omnipresente y más precisa, la cual nos libera para llevar al pulso un reloj por pura pasión, por expresión personal o simple apreciación de la mecánica más pura y fina.

Las impresionantes complicaciones como los calendarios perpetuos, tourbillones, cronógrafos, ecuaciones del tiempo e indicadores de la fase lunar, son delicadas funciones traducidas en una miríada de componentes miniatura, los cuales han sido organizados en una compleja simbiosis de engranes, ruedas, cremalleras y palancas, regulados por el ir y venir de un volante en continua oscilación, mismo que finalmente es un péndulo contenido dentro de una pequeña caja.

Quizá no haya nada tan deliciosamente superfluo que una creación de alta relojería. Eso es quizá lo que las hace irresistibles, ya que sus complicaciones clásicas en algún momento, siglos atrás, fueron vitales para quienes los portaban.

Y como sucedió con el caballo al ser reemplazado por los vehículos a motor, el reloj de alta complicació n se convirtió en un objeto de culto, algo que se atesora por lo que es: el fruto de cientos de años de conocimiento sobre el universo y la física condensados en un minúsculo mecanismo que podemos atar a nuestra muñeca.

Es una invención cuidadosamente construida por manos expertas con técnicas antiguas combinadas con moderna maquinaria computarizada.

Los relojes son, de algún modo, un resumen del conocimiento humano mezclado con arte y maestría sobre los materiales clásicos y modernos; la irrelevancia llevada a un nivel exquisito que le habla directamente a lo más primordial de nuestro ser.

*Carlos Matamoros es editor adjunto de la revista Revolution.

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