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Corporativos verdes ¿realmente lo son?

La cadena para que una empresa sea ambientalmente sustentable debe partir desde sus proveedores según la CEPAL, en México sólo el 29% de las Pyme controlan las emisiones de su cadena producti
mar 18 diciembre 2007 01:21 PM
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Ahorrando en plástico, un fabricante pudo congelar los preci

¿Cómo hace Sabritas, que fabrica frituras, para salvar en su proceso 50,000 árboles? Reutilizando siete veces la misma caja de cartón. En alguna de sus ocho plantas, esa empresa empaca productos en la caja, la cual es enviada a uno de los 200 centros de distribución y de ahí sale hacia alguno de los 750,000 puntos de venta.

Después de ser vaciada, regresa por la misma ruta hasta la planta, el fabricante la recoge para llevarla a su planta, convertirla en pulpa y elaborar nuevos empaques para Sabritas. Este ciclo se repite hasta siete veces. Con el reuso, la firma ahorra 100 millones de cajas al año, recicla tres millones, ahorra un millón de metros cúbicos de agua y 1.8 millones de litros de combustible.

“La corporación mundial (Pepsico) tiene una filosofía integral de sustentabilidad en la que se busca regresar al entorno lo que se utiliza”, refiere Edgar Valladares, gerente de Operaciones de Sabritas. Se involucran desde el área de compras, los centros de distribución, la tienda que regresa las cajas a la planta y el proveedor (que recoge las ya usadas y las recicla).

Se trata de la cadena de suministro ‘verde’ que consiste en seguir como sabueso el producto desde la fábrica. “Desde la materia prima hasta que el cliente desecha el producto”, explica Fernando Mata, director asociado de la Escuela de Graduados del Tecnológico de Monterrey (EGADE). El reciclaje va más allá, pues comprende el seguimiento de todo el periplo del producto hasta que regresa a su origen.

En países desarrollados, grandes corporativos incluyen la gestión de la cadena de valor con un enfoque ambiental dentro de sus políticas de responsabilidad social corporativa o en los criterios para contratar a proveedores. Uno de esos casos es el de la farmacéutica Bristol-Myers Squibb, que entre sus metas de sustentabilidad para 2010 está “lograr entre proveedores clave un mejor desempeño en seguridad laboral y gestión ambiental”. Uno de los principios de los distintos índices de sustentabilidad Dow Jones, donde están listadas 311 empresas de 24 países (ninguna de ellas mexicana), incluyen la gestión de la cadena de proveedores como uno de los principios que promueve. Allí están GE, Pfizer, HSBC, Daimler, Bayer y Procter & Gamble, entre otras.

Pero el tema en México aún no trasciende. Una investigación –en la que participó Mata, de la EGADE– concluye que los criterios de selección y evaluación que emplean 400 manufactureras mexicanas son primordialmente económicos y de calidad, no ambientales.

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Sólo algunas grandes empresas han adoptado esta idea de sellar licencias ambientales de largo plazo con proveedores. Éste es el caso de Grupo Modelo, Jumex o corporativos extranjeros como Wal-Mart y filiales de farmacéuticas que trasladan las políticas diseñadas por sus casas matrices.

También hay iniciativas individuales, como las de Sabritas, o grupales, como ‘Cadenas Competitivas de proveedores’ de la IGEMI (Iniciativa Global en Gestión Ambiental, por sus siglas en inglés) y la Comisión para la Cooperación Ambiental (CCA), que intentan una mejor gestión ambiental en proveedores de empresas líderes. Por su parte, la Universidad Anáhuac y el Banco Interamericano de Desarrollo promueven la implantación de medidas de responsabilidad social, entre ellas, la ambiental, en las pyme guiadas por grandes empresas.

El alcance de estos esfuerzos todavía es incipiente. Únicamente 0.2% de las unidades económicas de este país son grandes compañías. Sin embargo, el efecto puede ser multiplicador, si se enfrenta el gran reto de subir al resto –las micro, pequeñas y medianas empresas– al tren de la sustentabilidad.

Clientes preocupados

“No es suficiente que la empresa que genera el producto final lo haya hecho de manera sustentable; se exige que el suministro de insumos o materias primas, o la prestación de algún servicio asociado a la producción también lo sea”, sostiene Georgina Núñez, experta de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), organismo de la ONU. En resumen: una empresa no puede decirse sustentable en el renglón ambiental si sus proveedores no lo son.

“Al final yo asumo la responsabilidad de la tapa, caja o etiqueta que otro hizo”, señala Alejandro Romay, gerente de Seguridad y Ecología de Jumex. La mayor preocupación de las grandes empresas es que una mala gestión ambiental de un eslabón ponga en riesgo la continuidad de toda la operación. “Si un proveedor tuviera un accidente ambiental, clausura por un incumplimiento, comprometería nuestro futuro”, señala Guillermo Moreno, gerente de Seguridad y Medio Ambiente de Bristol-Myers Squibb en México.

Este laboratorio, junto con Jumex, es una de las 10 empresas integrantes de la versión mexicana de IGEMI. Hace dos años iniciaron un programa junto con la CCA (organismo trinacional creado a partir del TLCAN) para ayudar a las Pyme proveedoras de grandes empresas a mejorar su desempeño ambiental. Ahora es una de las mayores herramientas en México enfocada en capacitar a las Pyme con menos de 500 empleados.

Según la CEPAL, en México el desempeño de una compañía en este tema tiene relación directa con el tamaño de la empresa: mientras más chica, peor desempeño. “Sólo 70 a 80% de las empresas grandes controlan emisiones. Pero de las Pyme, sólo 29% lo hace”, alude el estudio ‘El sector empresarial en la sostenibilidad ambiental’.

En septiembre, IGEMI empezará la tercera fase del programa piloto. En 2005 y 2006 participaron 78 proveedores cuyos proyectos generaron ahorros por 14.5 mdp y 25.5 mdp, respectivamente. Este año serán 150 participantes, lo cual incluso supera la convocatoria de un programa similar promovido por el gobierno de EU (‘Green Supplier Network’) y que logró la participación el año pasado de 50 empresas.

Los elegidos

Antes de octubre de 2005, para Diego Moreno la palabra ecoeficiencia no le decía nada. En los 13 años que entonces llevaba como gerente de planta de Talleres Carmo, fabricante de artículos con inyección de plástico, jamás la había escuchado. De ahí que cuando la farmacéutica Bristol-Myers Squibb, a la que vende vasos dosificadores, botellas y tapas para medicinas, lo invitó a asistir a un taller en ecoeficiencia pensó: “Perderé tiempo más de lo que obtendré”.

En una Pyme, un empleado cumple varias funciones y Moreno debía invertir 100 horas repartidas en alrededor de seis meses. Pero Bristol es uno de sus tres mayores clientes y le deja 15% de sus ingresos. “Aunque es voluntario, entendimos que les interesaba que asistiéramos. No queríamos tener problemas”, comenta Moreno.

Atraer a los proveedores de la primera fase fue lo más difícil: era una apuesta pues aún no se sabía si tendrían beneficios económicos. “Los convencimos con sueños. No estábamos seguros de que podrían lograr ahorros”, dice Alejandro Sosa, director general de IGEMI, asociación civil fundada en 1994. El mayor estímulo: aplicar la ecoeficiencia que consiste en que si hacen uso adecuado del agua y la energía y reducen sus emisiones y residuos, pueden bajar sus costos de producción y se les facilita el cumplimiento de la legislación ambiental.

Antes de conocer más al respecto, Talleres Carmo sólo separaba la basura que generaban sus plantas y reciclaba las hojas de papel en las oficinas, debido a que su giro de negocios no le impone ninguna norma ambiental.

Dinero verde

Hoy, los ahorros son un hecho para Talleres Carmo. Detectaron que la ineficiencia estaba en el consumo de energía y materia prima. Con un pequeño cambio en la forma de fabricar los vasos dosificadores, cada mes ahorran 25% en materia prima y con el mismo consumo energético producen 20% más de piezas. Todo estaba en los residuos que salían de los canales que inyectan el plástico a los moldes. Ese material, ya frío, debían molerlo, almacenarlo y luego venderlo. Con el nuevo proceso, en el que Carmo invirtió 325,000 pesos, no genera residuos y no hay merma.

Este cambio va más allá de los moldes. “Se requiere menos petróleo para generar la materia prima que usamos”, explica Diego Moreno. Los ‘ecomapas’ y ‘ecobalances’ fueron clave para eso. Los mismos que utilizó Grupo Gondi, fabricante de cajas y charolas de cartón corrugado para Jumex, tras asistir al programa de IGEMI, el año pasado. Con el ‘ecomapa’ detectaron que las máquinas de corrugado paraban 15 veces cada ocho horas, y con el ‘ecobalance’ se percataron de que, cuando eso ocurría, la caldera seguía prendida.

Gondi logró que en el cambio de turno los empleados entraran 10 minutos antes y optimizó los tirajes de papel para no cambiar constantemente los rollos que usan las máquinas, ya que eso implica pararlas. Ahora, con el mismo consumo de gas, produce 60% más de cartón cada mes. Además, quieren disminuir residuos y así bajar el costo de confinarlos.

“Antes el área ambiental estaba a cargo, ahora se involucra a todas las áreas que deben informar qué residuos generan”, menciona Daniel Bautista, gestor ambiental de Celulosas Mairo, filial de Gondi en el Estado de México.

Hasta un comercializador de embalajes de plástico para los medicamentos de Bristol como Burbupack aplicó estas herramientas en su almacén para optimizar su inventario y obtuvo beneficios por 181,000 pesos al año.

Empresas tutoras y proveedores coinciden en que el mayor beneficio es que ahora conocen mejor las expectativas del otro. “Estamos creando un proceso de mejora donde el que no se alinee se saldrá solo o será desplazado por los que cumplan”, advierte Alejandro Romay, de Jumex.

Al final se conformará una red de proveedores que serán contratados por las grandes interesadas en producir de manera sustentable. “El mensaje es para todos –dice Romay–: quiero negociar con empresas ambientalmente responsables”.  

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