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TLCAN a revisión

Jaime Zabludovsky subraya que el presidente Calderón aceptó revisar el Tratado, mas no renegociarlo; el articulista duda que coincidan las voluntades entre ejecutivos y legislativos de los tres...
lun 02 febrero 2009 06:00 AM
México y Estados Unidos pueden ampliar su relación para salir de la crisis. (Foto: Archivo)
En guardia Los empresarios mexicanos dicen que no aceptarán la imposición de aranceles. (Foto: FotografiaBasica/Getty Images/iStockphoto)

En la primera entrevista del presidente Felipe Calderón con su homólogo de EU, Barack Obama, se informó que los dos países revisarían los acuerdos suplementarios al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en materia laboral y ambiental. Sin embargo, Calderón precisó que el Tratado “no se renegociaría”. Aunque es prematuro saber qué es lo que acordaron los dos mandatarios, es probable que la interpretación de México sea diferente a la de EU.

Durante la campaña por la presidencia de EU tanto Obama como Hillary Clinton señalaron que presionarían a México para renegociar el TLCAN, con el fin de incluir disposiciones en materia ambiental y laboral. Ambos candidatos manifestaron, incluso, que en caso de que México rechazara la renegociación EU se retiraría del Tratado.

La insistencia de incluir estas cláusulas es una añeja demanda de los sindicatos estadounidenses. De hecho, en 1993 el presidente Bill Clinton condicionó su apoyo al TLCAN, negociado y firmado por el gobierno republicano de George H. Bush, a que se suscribieran adicionalmente dos acuerdos de cooperación ambiental y laboral, que no son parte del Tratado, pero que se presentaron dentro del paquete legislativo que aprobaron los tres Congresos en 1993.

Sin embargo, estos ‘acuerdos paralelos’ no han sido suficientes para aplacar la oposición al Tratado. La razón es muy sencilla. Los acuerdos obligan a Canadá, EU y México a cumplir sus legislaciones laborales y ambientales y prevén sanciones en caso de violación de estos compromisos. Pero, a juicio de los opositores al TLCAN, estos procedimientos de solución de controversias para permitir la imposición de dichas sanciones son demasiado estrictos e insuficientes.

Tan es así que, a partir de la experiencia del TLCAN, la posición de Estados Unidos se ha endurecido y en sus tratados comerciales con Centroamérica, Colombia y Perú, las disposiciones laborales y ambientales son parte integral de los acuerdos con disciplinas más estrictas que en los acuerdos paralelos del TLCAN.

El artículo 2202 del Tratado prevé que “las partes podrán convenir cualquier modificación o adición al TLCAN”. Sin embargo, para que éstas sean parte integral del Tratado, “tendrán que ser acordadas por los tres países y aprobadas según los procedimientos correspondientes de cada parte”. Esto implica que deberá haber una coincidencia de voluntades no sólo entre los ejecutivos, sino, también, entre los poderes legislativos de las tres partes.

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Si EU quiere incorporar disciplinas laborales y ambientales, México y Canadá deben aceptarlas y, evidentemente, lo mismo se aplicaría si México o Canadá quieren aprovechar la renegociación para poner otros asuntos en la mesa.

Suponiendo que este difícil escenario se diera, los tres Congresos deberían, también, aceptar estos cambios sin ninguna modificación posterior. Claramente, esta alineación de las estrellas no se va a dar. Aunque no sea políticamente correcto decirlo, cambiar el TLCAN es más difícil que enmendar la Constitución mexicana.

Tampoco es realista suponer que Obama cumplirá su amenaza de retirarse del TLCAN. Aunque el artículo 2205 prevé que cualquiera de las partes se puede retirar del acuerdo, previo aviso con seis meses de anticipación, esto, simplemente, no va a suceder. Hoy, al amparo del Tratado se da una de las relaciones comerciales más intensas del mundo con cerca de 1 millón de millones de dólares al año. Para EU, México es, por mucho, el segundo mercado de exportación, con alrededor de 150,000 mdd. Esto es lo mismo que EU importa de China y Japón juntos. Si Estados Unidos decide unilateralmente denunciar el Tratado, perdería el acceso preferencial al mercado mexicano y al canadiense.

Hoy, el TLCAN es una realidad consumada. De hecho, y aunque les cueste trabajo reconocerlo a algunos, el Tratado tiene a México, EU y Canadá comprometidos en una relación contractual de largo plazo. Y ésta es la mayor ventaja del acuerdo.

* El autor es presidente ejecutivo de CONMÉXICO y vicepresidente del consejo de Iqom Inteligencia Comercial.

 

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