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En defensa de Wall Street

Bernardo Paasche dice que las crisis se deben ver como oportunidades para perfeccionar el sistema; el director de MD Advisors pide aprovechar para limpiar excesos, como el caso del fraude de Madoff.
dom 24 mayo 2009 06:00 AM

Últimamente se ha puesto de moda culpar de la crisis a la ‘avaricia’ de Wall Street y del sector financiero. Esta retórica es populista y peligrosa. La hemos escuchado tanto de Barack Obama durante su campaña hacia la Presidencia de EU, como de los diputados en México que ahora buscan ganar votos interviniendo en la actividad del sistema financiero.

Me pregunto si en el caso de las famosas hipotecas subprime (de alto riesgo) no es tan culpable el banquero como el individuo que aceptó comprar una casa que probablemente sabía que estaba fuera de su alcance económico. Si buscamos culpables de la crisis la lista puede ser muy larga.

Sin embargo, hay que distinguir claramente entre lo que constituye un fraude y la búsqueda de la maximización de la riqueza. Una cosa es cometer un fraude como el de Bernard Madoff, que mediante artimañas contables terminó defraudando a sus inversionistas, y otra cosa muy distinta es clasificar como malo o ‘avaro’ a un individuo, empresa o banco que busque maximizar sus utilidades o su riqueza aprovechando las oportunidades que el mercado le presenta.

La avaricia, entendida como la intención de cualquier persona de maximizar su riqueza, no sólo no es mala sino que es el motor que mueve la economía y hace del capitalismo el sistema económico más eficiente.

Las crisis son parte esencial del capitalismo y las seguirá habiendo mientras el capitalismo exista. Son oportunidades para perfeccionar el sistema y limpiarlo de excesos. Gracias a la crisis salió a la luz el fraude Madoff, que, de lo contrario, pudo haber continuado por años. La crisis ha destapado las áreas donde el gobierno debe mejorar la regulación.

En este sentido, queda clara la importancia de mantener una estructura en la que los originadores de crédito tengan en todo momento capital en juego al otorgar hipotecas. Por lo tanto, el gobierno debe vigilar que quien apueste ponga también capital propio en riesgo y no sólo capital de terceros.

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En mi opinión, el papel del gobierno debe restringirse a tres actividades principales: fomentar la libre competencia, mantener al consumidor informado y evitar que la banca arriesgue en forma irresponsable el dinero de sus depositantes.

Fue en esta tercera labor donde falló drásticamente el gobierno estadounidense al permitir que la banca tomara riesgos excesivos.

Pero, pese a sus grandes defectos, la banca siempre estará mejor en manos del sector privado que en las del gobierno. En manos del gobierno, el capital, que siempre es escaso, termina invirtiéndose en los sectores políticamente atractivos que, la mayoría de las veces, no son los más productivos. Y en el largo plazo puede tener un costo muy alto para todos, no solamente para los banqueros.

No hay que confundir regulación con intervención. El libre funcionamiento del sector financiero es crucial para un mayor crecimiento económico que beneficie a todos. Es mejor un alto crecimiento con ciclos, que un estancamiento estable.

La intervención de cualquier gobierno tiene que estar restringida a evitar abusos y castigar fraudes, mas no a limitar el funcionamiento del sector.

Tenemos múltiples ejemplos de distintas intervenciones gubernamentales realizadas con la mejor intención que provocaron efectos desastrosos, algunos todavía tienen sentido en algunos países.

Por ejemplo, en Europa, las leyes laborales son tan inflexibles, que impiden que una empresa con problemas ajuste su nómina de trabajadores obligándola a mantenerla abultada, lo cual termina por quebrarla. En consecuencia viene el desempleo.

De la misma forma, en México los políticos se pronuncian a favor de poner límites a las tasas de interés. Hacerlo provocará una mayor sequía del crédito, justo en el momento que más se necesita.

El sistema capitalista funciona y ha generado el mayor crecimiento económico en la historia, con todo y las crisis periódicas que siempre lo acompañan.

El autor es director de md Advisors, asesores en inversiones de capital.

Comentarios: opinion@expansion.com.mx

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