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Un día con Warren Buffett

Adina Chelminsky relata qué se siente ir a la reunión anual del segundo hombre más rico del planeta; la economista y experta en finanzas personales destaca la atracción que ejerce entre...
mar 16 junio 2009 06:00 AM
Una vez al año, todo el pueblo de Omaha se reúne para escuchar al multimillonario, su hijo pródigo. (Foto: Bloomberg News)
Warren Buffett (Foto: Bloomberg News)

El primer sábado de cada mayo el mundo financiero, que generalmente es bastante impaciente, se calla y escucha. La voz no viene de Nueva York ni de Londres ni de Tokio, sino de una pequeña ciudad justo en el medio de Estados Unidos: Omaha, Nebraska. Es ahí en donde una vez al año Warren Buffett, el segundo hombre más rico del planeta y, sin lugar a dudas, el inversionista más admirado y exitoso de todos los tiempos, habla.

El hombre que durante 364 días al año es particularmente reservado, e incluso hosco, en sus comentarios y opiniones económicas, abre sus micrófonos y durante seis horas contesta cualquier pregunta que los accionistas de su empresa, Berkshire Hathaway (BH), le quieran hacer; sobre la situación económica actual y futura, sobre su estrategia de inversión, sobre diversos sectores y compañías.

A lo largo y ancho de todo el mundo, los oídos de inversionistas profesionales y amateurs escuchan atentos cada palabra que él dice y buscan el significado en las que omite.

Asistir en persona a esta reunión anual de accionistas es un suceso sui géneris, una mezcla entre peregrinar a Tierra Santa y conocer a Los Beatles. No sólo por la magnitud del evento en sí, sino por tener la oportunidad de presenciar la sabiduría y el magnetismo de un hombre que predica el evangelio del capitalismo y del value investing con tal fervor y conocimiento de causa, que pudiera haber convertido a Karl Marx en creyente del libre mercado.

Warren Buffett no es un financiero multimillonario cualquiera. Es una leyenda. Más de 50 libros se han escrito sobre él y su estrategia de inversión. A través de Berkshire Hathaway controla 77 de las compañías más importantes del mundo en una diversidad impresionante de sectores; desde aseguradoras (GEICO) y empresas de energía (MidAmerican Energy) hasta distribuidoras de diamantes (Borsheims) y fabricantes de goma de mascar (Wrigley’s). Además, su portafolio de inversión, valuado en más de 50,000 millones de dólares, incluye, entre muchas otras, 13% de las acciones de American Express, 8.6% de Coca-Cola y 7.2% de Wells Fargo.

En los 43 años que ha dirigido la empresa, el rendimiento promedio anual de la acción ha más que duplicado el Índice S&P (20.3 vs 8.3%). Quien invirtió 10,000 dólares con él en 1965, hoy tiene “nada más” 28 millones de dólares.

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Pero más allá de las cifras, la razón por la que sus palabras son tan esperadas es por la impresionante visión a futuro que posee y la capacidad de anticipar los embates de las burbujas financieras. Fue uno de los pocos inversionistas que, a finales de la década de los 90, advirtió sobre la burbuja en el sector de internet y tecnología y el único que, en 2002, llamó a los derivados financieros en el mercado de bienes raíces “armas de destrucción masiva”. El oráculo de Omaha, lo llaman, con razón. Su carta a los accionistas, documento que publica previo a la reunión anual, es el documento financiero más leído del mundo. Este año, aun cuando BH no ha sido inmune a los golpes de la crisis global, el mundo financiero esperaba con ansia sus palabras.

Tener el privilegio de oír a Buffett en persona es, como él mismo lo diría, simple pero no sencillo. Hay que poseer por lo menos una acción de su compañía (precio de la acción BRK, serie A: 94,000 dólares) o tener un amigo accionista que te invite a la reunión.

Ésa es justamente la manera en la que abordo un avión, acreditación en mano, para conocer y oír a quien es, sin lugar a dudas, el personaje que más admiro. Mis amigos suelen vacilarme que, si pudiera, le pediría un autógrafo en la ropa interior… por si las dudas, empaqué un par extra.

Sigue el camino amarillo
No estoy sola. Desde el jueves anterior a la reunión, 50,000 personas viajan a Nebraska para presenciar el evento ya sea dentro del auditorio (si cuentan con acceso) o en alguna de las pantallas gigantes que se instalan en diversos sitios. Toda la ciudad se vuelca a atender a estos peregrinos inversionistas que portan sus credenciales de acceso alrededor del cuello como una medalla de honor.

Todos los cuartos disponibles a 100 kilómetros a la redonda están llenos, reservados con un año de anticipación. Los restaurantes, sobre todo los que Buffett considera sus favoritos, están abarrotados; todos ordenan los platillos favoritos de Warren: T-bone con doble ración de papas hash brown y Coca-Cola. Como si el secreto de su éxito financiero estuviera en los alimentos.

“Hay que llegar a formarse a las 4:00, me recomiendan. No hay lugares apartados y lo mejor es formarse temprano para agarrar un buen lugar”. Cuando llegamos a las puertas del auditorio, a esa hora, estamos bastante adelante pero no somos los primeros en llegar.

Poco después de las 5:00 hay miles y miles de personas formadas. Blancos y negros, estadounidenses, europeos, latinos, chinos y japoneses, parejas de retirados, familias con hijos pequeños, grupos de viejecitas, estudiantes de negocios, yuppies y hippies. Es como una cola de Disneylandia en donde todos están leyendo The Wall Street Journal o el Financial Times. Algunos son Buffett virgins y ésta es su primera vez, otros hacen este viaje año con año y se reconocen y saludan en la fila.

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A las 7:00 en punto abren las puertas y empieza una corrida similar a la de la pamplonada.

Todos buscan encontrar un buen lugar, lo más adelante posible y junto a los micrófonos, para los que desean preguntar. Un par de maniobras me ubican en la primerísima fila. La adrenalina es electrizante. ¿Qué irá a decir?, ¿hablará de su sucesor?, ¿qué piensa del mercado de bienes raíces y de la Bolsa?

Entran al auditorio Warren Buffett y su mano derecha, y vicepresidente de BH, Charlie Munger (acompañados de otro amigo y directivo de la empresa, un tal Bill… Gates). La única vez que he visto una reacción similar del público fue en un concierto de Paul McCartney. La gente literalmente se hiperventila con aplausos.

Buffett y Munger suben al escenario. 35,000 personas quedan en absoluto silencio (ni siquiera en misa) y, sin más preámbulos, empieza la sesión de preguntas y respuestas.

No son hombres jóvenes, 78 y 85 años, respectivamente, el agua y el aceite. Un demócrata y un republicano. Uno excelente orador y otro tajante y al punto. Uno comedor compulsivo de chocolates y otro de palanqueta de cacahuate (a lo largo de la reunión cada uno se come más de un kilo de dulces).

Podrían ser una pareja de comediantes: algo así como el gordo y el flaco de las inversiones.

Las dudas sobre lo que son y lo que saben se despejan cuando empiezan a hablar sobre los grandes riesgos que existen para las inversiones (“el mayor, la inflación”); sobre las acciones que tomó el gobierno estadounidense en la crisis financiera (“muy adecuadas teniendo en cuenta las circunstancias”).

Sobre la recuperación del mercado de bienes raíces (“en general, dos años para recuperarse, en algunas zonas, menos, en el sur de Florida, más”), sobre los planes para un sucesor (“en orden”), sobre la educación financiera (“no se puede enseñar finanzas a quien no sabe usar una tarjeta de crédito”) y sobre los modelos y fórmulas financieras que utilizan para decidir qué negocios comprar y en dónde invertir (“las peores decisiones de negocios están basadas en modelos matemáticos”). Pregunta tras pregunta contestan claros y concisos sin consultar notas ni usar frases rimbombantes ni rollo superfluo. Personas como uno, simplemente mucho, pero mucho más ricas e inteligentes.

Después de más de siete horas de información salgo del auditorio y como buena financiera empiezo a hacer en mi mente un análisis costo-beneficio del evento: ¿valió la pena?, ¿estarán las palabras de Warren Buffet sobrevaluadas o realmente valen la pena?, ¿será este evento más fama que fondo? Pero no puedo contestarme, en lo único que puedo pensar es cómo voy a conseguir una invitación para asistir el próximo año.

La autora es economista y experta en finanzas personales.

 

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