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Abajo de la alfombra

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Detesto las alfombras. Como la mayoría de los odios, este hacia las alfombras tiene una gran dosis de irracionalidad, de imaginación exacerbada. Las alfombras, me digo, son sucias por naturaleza. El trabajo de las aspiradoras, y el de esas máquinas llamadas sin gracia “lava-alfombras”, parece no tener fin y estar condenado al fracaso.

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Uno de los personajes de Bernanos, uno de sus tantos curas rurales (porque en realidad son varios los curas rurales de su famoso Diario de un cura rural) cuenta que una abnegada mujer, dedicada a la limpieza de la iglesia, se fatigaba durante toda la semana limpiando, puliendo, tallando, quitando telarañas de los rincones; era formidable verla trabajar. Yo me decía al verla trajinar, relata el cura: “Anda: lava, talla, pule, no descanses que ya llegará el domingo y vendrán los fieles a la iglesia, y entonces resurgirá toda la mugre acumulada y sentirás que no has limpiado nada, ni un centímetro cuadrado.” Metáfora desencantada, triste y bella, del ingrato trabajo de las amas de casa, de esas labores que nunca terminan; en fin, de los fatigosos trabajos de mantenimiento que los seres humanos tenemos que hacer, ya sea que limpiemos edificios, conciencias, cuentas.

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Todo esto para contar parte de la historia del monstruo de moda en México, el Fobaproa. (Con lo cual, hay que admitirlo, la parábola, que es el arte de establecer correspondencias entre cosas que no tienen relación, se vuelve irritante, forzada).

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El dichoso Fobaproa es un montón de madejas de miles de hilos enredados que día con día crece en proporciones monstruosas. Es un armario que lo mismo guarda esqueletos aterradores que desechos orgánicos que podrían procesarse y una que otra joya rescatable. Con uno solo de los hilos de la madeja, digamos los créditos hipotecarios que un banco ofreció a sus empleados a una tasa fija y que se volvieron impagables, tiene uno para entretenerse durante meses y para elaborar discursos encendidos de indignación ciudadana o ilustrar en un curso de finanzas los misterios del interés compuesto.

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Lo más fácil, ya lo hemos visto, oído y leído, es emprender la búsqueda de culpables (¿quién escondió tanta mugre abajo de la alfombra?, ¿quién enredó tantas madejas y tantos hilos?) y pedir que rueden cabezas bajo la guillotina popular. Perfecto, mientras tanto la madeja sigue enredándose, creciendo, invadiendo la casa. Es decir, mientras nos afanamos en sacarle filo a la guillotina pagamos, a querer o no, los costos del enredo. Mientras más tiempo pase, mientras más enredemos la madeja, más nos costará a nosotros, a nuestros hijos y nietos el mantenimiento del monstruo.

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Pero ¿quién es el valiente que desenredará la madeja? La verdad es que no aparece en el horizonte. Es una tarea ingrata, de resultados inciertos, dolorosa, de rentabilidad política casi nula. Por eso es más fácil que se busquen culpables y que los involucrados se afanen, por su parte, en deslindarse del asunto.

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Y por eso son más fáciles los juicios sumarios. Con cinismo o ignorancia escalofriante algunos proponen que cada pasivo de Fobaproa se audite minuciosamente por algunas firmas extranjeras y después proceder en consecuencia; suena bien, pero cualquiera con alguna experiencia sabe que eso tardará años (por ahí del año 2005 recibiremos la primera gran auditoría y podremos estrenar la guillotina destinada a los culpables del Fobaproa, si los hay). Mientras tanto, los bienes, pocos o muchos, guardados en ese gran armario de los horrores se deterioran y nos costarán más caros… La oposición perredista se encoge de hombros y recibe como regalo celestial el asunto: es la tumba del sistema priísta… La oposición panista titubea entre la responsabilidad y la oportunidad: ¿nos la jugamos por los principios, pagando el costo de la impopularidad que nos endosarán los columnistas financieros o mejor le jugamos, como los colegas del perredé, a la oportunidad política de cobrarle al PRI-sistema todas las que nos debe a los mexicanos?...

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Los del PRI parecen pasmados y algunos se aventuran a censurar y exigir castigos, pero sólo es retórica, votarán en línea como es costumbre. Y el monstruo sigue creciendo…

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