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Al final del túnel

Unidos por el desánimo económico, México y Estados Unidos comparten un destino común. El país e
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Afirmar que después de los atentados terroristas en Estados Unidos se inicia la reconformación del escenario mundial es una verdad a medias. Por lo menos para México. Dada la estrecha relación comercial y la convergencia de sus ciclos económicos, los signos de desaceleración eran evidentes localmente mucho antes de los fatídicos acontecimientos. Los especialistas coinciden en que el panorama aceleró la caída de ambas economías, pero las divergencias de los estudiosos comienzan al momento de evaluar la profundidad, duración y alternativas ante esta coyuntura.

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Alfredo Coutiño, director de Análisis Macroeconómico en Ciemex-Wefa, sugiere estudiar la situación en dos esferas. La primera abarca los mercados financieros, que reaccionaron "tímidamente" a los acontecimientos del 11 de septiembre y que se espera impacten en mayor medida conforme se contabilicen las consecuencias y la magnitud de los daños causados. "Será entonces cuando en Estados Unidos y México se reflejarán de manera más evidente los efectos negativos." El segundo nivel considera los aspectos productivos de ambos países, que desde antes del martes negro se encontraban en desaceleración, lo que podría agravarse en los próximos meses.

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Esta apreciación es compartida parcialmente por José Luis Calva, del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, quien señala que la fortaleza que mostró el país fue exclusiva de los mercados financieros y no de la economía real, la cual muestra síntomas de debilidad cada vez más profundos; por ello, advierte, el gobierno debe concentrar ahí sus esfuerzos. En tal sentido, la administración de Vicente Fox parece contradictoria, pues si bien Eduardo Sojo –coordinador de políticas públicas en la Presidencia– anunció una estrategia para reactivar la economía, basada en mantener la disciplina fiscal y monetaria, impulsar reformas estructurales y fortalecer el mercado interno, en un primer momento afirmó que era prioritario proteger al mundo financiero a fin de evitar inestabilidad e incertidumbre en los inversionistas.

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Joel Martínez, analista del sector, no comparte la importancia que Sojo da a buena parte de esa estrategia emergente, debido a que "todos los planes son únicamente falacias, la realidad es que México depende abiertamente de lo que sucede en Estados Unidos."

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Bola de cristal

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Coutiño espera que la economía del país se recupere a mediados de 2002, bajo un proceso con dos caras. La primera muestra una crisis profunda que ocasionaría que la reactivación arrancara desde márgenes muy bajos. La otra, más positiva, plantea que en este difícil contexto el gobierno y la iniciativa privada estarían más dispuestos a tomar medidas decisivas para lograr una rápida recuperación; lo que incluiría, por ejemplo, el ejercicio del gasto con una estructura más flexible y el apoyo a proyectos con alto impacto sobre el nivel de empleo y la producción.

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El panorama planteado por Calva no es tan alentador: desde su punto vista la política económica de la actual administración, "sustentada en los mercados financieros", ha privilegiado un tipo de cambio "fuerte pero artificial", que entre otras cosas resta competitividad a las empresas nacionales y genera mayor incertidumbre por tener un peso sobrevaluado. Ambos aspectos, dice, no son de mucha ayuda en momentos de crisis.

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Respecto a este punto, Sergio Raimond, director del IPADE, señala que hay naciones que hasta por desesperación están siendo mucho más eficientes que México; por ello, asegura, el país necesita que su gobierno piense a largo plazo, particularmente en lo que se refiere al ingreso fiscal y la competencia.

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¿El mejor momento?

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La reforma fiscal parece ser el punto de divergencia más importante entre los analistas. La mayoría apoya la postura del Ejecutivo federal en torno a que hoy más que nunca es necesaria la rápida aprobación de esta iniciativa. Otros especialistas, como Calva, advierten un peligro latente en aceptarla tal como fue diseñada por el actual gobierno. "Este es el peor momento para aprobar la reforma tributaria propuesta por Fox", apunta, pues al elevar los impuestos sobre el consumo las tendencias recesivas de la economía se agudizarían, provocando una contracción de las ventas al menudeo, factor que la ha sostenido en los últimos meses.

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Coutiño y Raimond, por su parte, coinciden en que en esta época de dificultades se deben consolidar las finanzas públicas y sanear el desequilibrio estructural del sector oficial. El primero agrega que una mayor cobranza permitiría al gobierno mexicano impulsar el gasto en proyectos de alto contenido social y productivo. El segundo explica que con la aprobación de la reforma el porcentaje de la recaudación respecto al PIB pasaría de 10 a 16%.

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Entre tanta controversia, lo único que se puede afirmar es que la economía mexicana indudablemente continuará resintiendo los efectos negativos de la desaceleración del mercado estadounidense, acentuada por los asaltos del 11 de septiembre. Ante esto, empresas y gobierno deben prepararse para enfrentar de la mejor manera un horizonte adverso.

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No hay un camino único, pero como la marcha no se detiene se debe comenzar a trazar el mejor posible. Carlos Slim comparte esta visión. Propone, al parecer, el justo medio: un plan económico que acentúe los esfuerzos en infraestructura, vivienda y agricultura, pero con medidas financieras y macroeconómicas que no compliquen la situación del país en esta época de incertidumbre. "Sigo pensando que debemos ser más agresivos en el sector interno de la economía", puntualiza el empresario.

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