En esta trama no hay final feliz. La cadena hispana más importante de Estados Unidos y la empresa de Emilio Azcárraga se encargaron, cada una por su parte, de desgastar la relación de negocios que iniciaron hace más de 10 años. El motivo: la disputa por un mercado de 35 millones de personas, con capacidad de consumo de $450,000 millones de dólares.
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Univision visualizó oportunidades y abrió la cartera para comprar por $1,100 millones de dólares 13 canales propiedad de usa Networks y lanzar en 2002 una segunda cadena nacional, además de incursionar en Puerto Rico. Por si fuera poco, retó a Televisa en el mercado discográfico con la compra de la mexicana Disa –especializada en música grupera– y competir con Fonovisa.
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Confiada en el alto rating de la programación que vende a Univision, el sello de Azcárraga intenta tomar una tajada mayor del apetecible mercado y resarcir la caída en ventas que espera para este año. Su plan era ambicioso: recuperar su participación en Univision, de 5.8% a 25% que tenía en 1992; a cambio, ésta podría comprar 50% de la nueva subsidiaria dedicada a negocios de entretenimiento en Estados Unidos. Pero se confió en exceso. Univision rechazó la propuesta, a costa de perder su poderío en el mercado hispano, y firmó acuerdos con RCTV de Venezuela y RCN de Colombia para recibir programación. Televisa respondió al desafío: se acercó a negociar con Telemundo, al que ofreció cancelar anticipadamente el contrato con Univision que vence en 2017.
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La empresa mexicana encontró eco. Viacom intenta convencer a Sony y Liberty Media de que le vendan Telemundo, y no descarta unirse a Televisa como proveedor e incluso como socio de su aventura en el mercado hispano. Faltan capítulos para el desenlace de esta telenovela; de hecho, todavía no tenemos héroe ni villano.
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