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Antigüedades, negocio de pasión

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

La compra-venta de antigüedades es un negocio muy viejo. Sin embargo, a decir de la mayor parte de los anticuarios, México cuenta con muy pocas tiendas donde se puedan adquirir muebles, piezas de arte u objetos varios, viejos pero en buen estado. No obstante, sí existen personas interesadas en adquirir antigüedades –que para ser llamadas así no por fuerza deben reunir más de 100 años–.

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Según César González Mejía, cabeza de la Asociación de Anticuarios de Plaza del Ángel, en la capitalina Zona Rosa, y ex presidente de la Asociación Mexicana de Comerciantes en Artes y Antigüedades, se puede catalogar a la clientela en tres grupos: los inversionistas, los coleccionistas y los que compran objetos aislados únicamente por su valor estético, es decir, los que buscan la decoración.

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Los inversionistas, asegura González, adquieren en su mayoría obras de arte y suelen ser empresarios o comerciantes que buscan objetos cuyo valor ascienda con el tiempo. Por su parte, quienes compran objetos decorativos suelen no interesarse en la historia de los mismos. Los coleccionistas son quienes interesan a la mayor parte de los anticuarios. González, copropietario con Armando -Marmolejo de las Galerías Gomart, agrega que “éstos son clientes cautivos, no pueden dejar de comprar antigüedades. Buscan una pieza en especial porque les interesa un estilo o un artículo en particular”. “Es gente que tiene la ‘comezón’ de las antigüedades, y eso nunca se quita: es una pasión”, añade Marmolejo.

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Con todo, no es un mercado fácil. Los objetos antiguos son “mercancía de lujo, suntuaria o de capricho”, apunta Carlos Fernando Salas, de la galería La escalera de cristal, también en Plaza del Ángel.

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Pero, ¿cómo determinan los anticuarios el valor de los objetos que ponen a la venta? Basándose en catálogos internacionales. Casas de subastas como Sotheby’s y Christie’s ponen el precio, que sube o baja según el curso de las subastas. También hay libros en los que se aclara si determinada pieza pertenece a una colección en especial o a un lote numerado y limitado. “Hay cosas que tienen mucho más valor fuera de México que aquí y viceversa –apunta Salas–; también las antigüedades son cuestión de moda.”

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Muchos anticuarios fijan el precio de sus artículos en dólares. Por ello el valor de las antigüedades no decayó junto con el peso en 1995. Juan Miguel, vendedor que trabaja los fines de semana en la Lagunilla, admite: “Comprendo a los que ponen precios en dólares: cuidan que no se devalúe tan valiosa mercancía”.

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La mayor parte de las antigüedades es adquirida directamente de particulares. “La gente hereda muebles, cuadros, espejos y hasta artículos de baño que no le interesa conservar”, dice Pedro Gálvez, otro comerciante sin local establecido. También hay gente con problemas de liquidez que posee muebles o vajillas y, ni modo, acude a los anticuarios para vendérselas.

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Estos comerciantes aseguran que a veces no es necesario salir de la ciudad de México para conseguir lo que buscan. Apunta Marmolejo: “Durante la época colonial y todavía a principios de este siglo, la gente que se casaba mandaba traer por barco muebles de cualquier parte del mundo”. Pero así como hay escritorios japoneses junto a cómodas inglesas y cabeceras italianas con más de un siglo, “las antigüedades mexicanas vuelan, como llegan se van. En general, los muebles mexicanos de épocas coloniales o del porfiriato desaparecen casi de inmediato”, coinciden los anticuarios.

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En resumen, alrededor de las antigüedades hay un “aura de misterio”. Si no fuera así, la cama de Carlota y Maximiliano, o presuntos muebles de Santa Anna y Porfirio Díaz no habrían podido ser revendidos decenas de veces. A fin de cuentas, el negocio de comprar y vender antigüedades es un intercambio de pasiones.

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