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¡Aprenda a crecer!

Peter Senge, autor de <i>Danza del cambio</i>, dice cómo sobrevivir en la era del conocimiento.
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

No es lo mismo aprender que memorizar. Sin embargo, en opinión de Peter Senge, fundador y director del Centro para el Aprendizaje Organizacional de la Sloan School of Management, ambos conceptos se confunden con frecuencia: “Aprender involucra compromiso, emociones y atreverse a cambiar, entre otros factores.” Incluso, el especialista coincide con Atkinson, Smith y Hilgard, autores de Introduction to Psychology (Harcourt Brace Jovanovich International Edition), cuando menciona que el conocimiento involucra no sólo el dominio de ciertas aptitudes o temas académicos, sino también el desarrollo emocional, la interacción social y evolución de la personalidad. “Ya lo dijeron aquellos investigadores. Los humanos aprendemos a temer, querer o intimar. El aprendizaje se entiende mejor en términos de causas externas o ambientales que internas e intencionales.”

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Para el experto, es necesario crear un ambiente donde la gente esté dispuesta a hacer experimentos, resolver problemas y tener un entendimiento claro de la situación en la que se encuentra. De lo contrario, “no importa a cuántos congresos o escuelas asista el individuo, de nada servirán. Por ejemplo, los niños regularmente dejan de pensar que ir a la escuela significa aprender porque ni siquiera tienen que prestar atención. La información no produce aprendizaje. Éste involucra tiempo y reacciones.” Y es verdad, asegura, pues tanto en la infancia, como en la edad adulta, las personas generalmente no tienen mucha energía para aprender: “Hacen cosas que no tienen significado para ellas. No las comprenden en realidad.”

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Aunque luego matiza un poco su expresión: “Sí desean aprender. El problema es que tienen que memorizar lo que alguien más les dice y que parece no tener importancia en su vida diaria.” Tal aturdimiento, agrega, se debe a ideas cuyo origen data de la era industrial. Vale mencionar que en su libro The Dance of Change: The Challenges of Sustaining Momentum in Learning Organizations, el autor ya expresaba que aquélla “estaba dominada por el progreso material interminable y la imagen de las máquinas sin alma”. Hoy, asegura, sin importar qué nombre se le asigne a la nueva época, ya nada es igual.

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Luego recurre a un juego de frases para argumentar su idea: “La sociedad considera a las corporaciones como máquinas de hacer dinero, un dinero que tiene dueño de antemano. ¿Pero se puede pensar, de igual forma, en poseer un sistema humano viviente?” Es decir, la salud de la compañía se mide a través de la producción y en términos monetarios, una manera para estimar el funcionamiento del artefacto. Sin embargo, el método no actúa igual para evaluar el desempeño de una red viva (organización).

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Y continúa con su alegato: “La naturaleza opera a través de procesos cíclicos. En contraste, la era industrial lo hizo a través de procesos lineales: tomar, hacer y desechar. La naturaleza genera diversidad, la era industrial homogeneidad. Trabajó en contra de la diversidad biológica y cultural. La naturaleza se enfoca a los medios permitiendo que los fines emerjan. La era industrial utilizó metas y permitió su justificación a través de cualquier medio necesario.”

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Senge expresa que el modelo de la escuela de la era industrial es igual a una línea de ensamble: se espera que todo mundo –de la misma edad– empiece y termine al mismo tiempo y se mueva a igual velocidad. “A los más lentos se les tacha de incapaces y se les empuja fuera de la línea. Pero no hay que olvidar que uno de los prodigios del siglo pasado, Albert Einstein, fue un estudiante muy mediocre en su infancia.”

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Organizaciones vivas
El también autor de la Quinta disciplina se refiere a las agrupaciones como seres vivos y, en tanto tales, subraya la necesidad de que sus integrantes aprendan en lugar de batallar para sobrevivir sin cambiar: “Cuando los líderes inician y promueven una transformación significativa en la empresa, trabajan más como jardineros que como operadores de equipo pesado.

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Pero debemos recordar que aquellos no convencen a sus semillas para que crezcan. De lo contrario imagine la escena: una persona agachada sobre sus legumbres gritando ¡crezcan! Vale la pena que los directivos reflexionen su nuevo papel en las organizaciones.”

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Según el escritor, los cultivadores comprenden que una semilla tiene el potencial para crecer, “pero ellos no son quienes lo inyectan”. Si existe posibilidad de desarrollo, entonces no hay nada que el floricultor pueda hacer para concretarla. “Los jardineros también saben que el crecimiento ocurre a través de una interacción entre el grano y su entorno. Ambos crean un proceso de crecimiento que fortalece la naturaleza de los dos. Ahí está el principio del liderazgo: entender el proceso de autorefuerzo. Si no opera, entonces el cambio no generará energía, la absorberá. Por eso los supervisores que fuerzan el cambio se consumen en el intento.”

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El autor insiste en que la interacción de las fuerzas nutre el progreso: “De ahí que el liderazgo efectivo siempre tiene que limitarse a alimentar el crecimiento y aprender a trabajar con todos los elementos. No se trata de introducir transformaciones, sino de participar en el proceso de evolución y mitigar aquello que limita el cambio.” E insiste con la experiencia del agricultor: “Él sabe que existen circunstancias limitantes como temperatura, agua, luz solar y espacio para que la semilla pueda crecer. Si estas restricciones no se eliminan o controlan, el potencial de crecimiento será mermado.”

-Entonces, aprendizaje y crecimiento ¿toman a la gente por sorpresa o son producto de un proceso voluntario? Senge responde que es una combinación: “Hay personas que están más abiertas y dispuestas a aprender. Por lo general, quieren saber qué cosas no se están haciendo bien. Quienes practican la autocrítica, regularmente aprenden mucho más. Los empleados se comprometen a instruirse y cambian cuando hacerlo tiene sentido en el ámbito personal, cuando comparten una visión y la entienden, cuando existen las condiciones para hablar abiertamente de asuntos difíciles. En un escenario así, el aprendizaje y crecimiento suceden.”

-El especialista señala dos razones para convertir a la firma en un sistema de aprendizaje: “La primera tiene que ver con encontrar la diversión en el trabajo. Es necesario que los empleados disfruten con sus actividades y encuentren un sentido real de aprendizaje continuo. Todos somos naturalmente curiosos y queremos aprender. Al no ocurrir, entramos a una situación de ansiedad o miedo. Nos hacemos muy defensivos. La segunda es más organizacional, gira alrededor de la competitividad y efectividad de la empresa. Los resultados y la productividad siempre caminan de la mano del aprendizaje continuo.”

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