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Aprendizaje experiencial <br>El principi

¿Quiere que cambie la organización para la que trabaja? La labor es imposible si no es parte del c
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Si es cierto que una imagen vale más que 1,000 palabras, también es verdad que una experiencia personal cala más profundo que una exposición teórica, por más que vaya ilustrada con acetatos y audiovisuales. Ésta es precisamente la propuesta filosófica del llamado aprendizaje experiencial, una práctica de la que se sirven grandes corporaciones en Europa y Estados Unidos, y que desde hace tres años sentó sus reales en México.

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“La educación experiencial es un proceso a través del cual el participante aprende y construye conocimientos, destrezas y valores directamente desde la experiencia”, explica Jorge Kalapis Hirn, director general de Experiencia y Desarrollo (E&D), una empresa dedicada a la organización de seminarios experienciales y cursos de reto, que hacen énfasis en temas como liderazgo trascendente, integración de equipos de trabajo y desarrollo del potencial humano. “Es un programa que busca impulsar a la gente al cambio —agrega Martha García Garibay, directora de Proyectos de la misma firma—, tanto en aspectos personales como profesionales.”

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Los fundamentos teóricos y tecnológicos del aprendizaje experiencial tienen muchos años de gestación, y los conocimientos acumulados han sido sistematizados por la Asociación Internacional de Educación Experiencial y la Asociación para la Tecnología de los Cursos de Reto, ambas con sede en Estados Unidos.

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Tal como se practica en estos días, la educación experiencial aprovecha el contenido metafórico de una serie de prácticas y ejercicios estructurados, individuales y de grupo, que se administran para promover o estimular diferentes valores y talentos como confianza, valentía, respeto, compromiso y visión.

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Las dinámicas (hay más de 25 diferentes) se realizan en interiores o exteriores, y se describen como de piso y de altura. Las primeras pueden consistir en recorrer un laberinto o alcanzar colectivamente una meta difícil y distante, y las otras incluyen escalamiento de paredes, caminatas sobre cables suspendidos o el coronamiento de una plataforma ubicada a varios metros de altura.

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Kalapis explica que la realización de estos esfuerzos es cuidadosamente planeada teniendo en cuenta las habilidades y necesidades de cada grupo de participantes, y que en su práctica se toman extremas medidas de seguridad para evitar accidentes. Antes de empezar el curso los participantes completan una historia clínica y pasan por una revisión médica donde se comprueban sus signos vitales y se determina si están en condiciones de realizar todos los ejercicios incluidos en el programa. Todos utilizan cascos y arneses de protección, y reciben el apoyo de personal entrenado en actividades de alpinismo. Otra de las premisas esenciales es que ninguna persona es obligada a un esfuerzo que no desee o no se sienta en condiciones de afrontar.

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El valor de la metáfora
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García Garibay señala que, más importante que el aspecto “deportivo”, las actividades tienen un enorme contenido metafórico, en el sentido de que los participantes pueden aprender y fortalecer valores como liderazgo y trabajo en equipo. “Estas experiencias permiten confrontar a las personas con sus propias creencias y prejuicios, y les dan la posibilidad de superarlos en un entorno de seguridad y respeto. Hay gente que dice ‘yo no puedo’o ‘nunca hice estas cosas’, pero que en un contexto de apoyo y de colaboración puede romper esos paradigmas y enfrentar los desafíos. Y cuando lo hacen con éxito están en condiciones de extender esa nueva visión a sus actividades personales y profesionales.”

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Sobre la efectividad del método experiencial, Kalapis señala que el modo natural de aprender del ser humano es haciendo y experimentando. “La palabra educar deriva de -educare , que significa sacar lo que está adentro. En la cultura moderna se ha invertido el proceso, y educar es meter dentro lo que está afuera, a veces a presión.”

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El experto señala que hay metas muy difíciles de alcanzar por medio de técnicas académicas tradicionales, que suelen incluir un exceso de información teórica y actividades predominantemente intelectuales. “No se le puede enseñar a la gente lo que no quiere aprender. En la educación experiencial se crea un contexto de aprendizaje muy estimulante; afloran los niveles más personales y la gente hace un esfuerzo por mostrar sus aspectos interiores con mayor confianza y seguridad.”

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Los cursos de reto, con todo, no deben valorarse por la actividad gimnástica y de destreza física, sino por su contenido de aprendizaje, y las técnicas disponibles permiten orientarlos hacia objetivos muy precisos, analizados y establecidos de antemano con la organización que solicita el servicio. De esta manera puede diseñarse un programa con objetivos de cambio y elevación de la autoestima, reconocimiento de fuerzas y debilidades, fortalecimiento de valores personales y organizacionales, entre otros.

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“Continuamente trabajamos con metáforas, que procuramos visualizar en las evaluaciones previas y -posteriores a cada actividad —añade Kalapis—. Ahí se busca relacionar la experiencia recién vivida con la vida cotidiana y el trabajo. También se asocia con momentos del pasado, para revalorarlos y proyectarlos al futuro. Es una actividad creativa, de integración y celebración, donde se festejan y reconocen los logros de cada quien y del grupo en su conjunto.”

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Cuestión de equipo
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El trabajo de equipo no se puede enseñar teóricamente. Por eso resulta de gran interés exhibir al grupo el poder exponencial que se experimenta cuando sus integrantes están comprometidos y unidos con una visión y un compromiso compartidos.

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Profundizando en la temática experiencial, Kalapis y García Garibay mencionan la llamada “zona de confort”, es decir el espacio mental o psicológico en el que las personas se encuentran cómodas y seguras. Durante las experiencias de campo, precisamente, hay una invitación constante para que los participantes amplíen esa zona de confort y aprendan a extenderla a nuevas actividades, como interactuar con los demás de una forma que previamente podía parecerles incómoda o hasta ridícula. Explican los expertos de E&D que cuando la zona de confort se amplía la gente se siente cómoda en situaciones nuevas, se atreve a más, es más flexible y segura de sí misma, se vuelve adaptable y adquiere un mejor manejo de la angustia o la incertidumbre.

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Este trabajo también ayuda a reducir y controlar miedos irracionales, descubrir nuevas habilidades y fortalezas, desarrollar un mayor nivel de responsabilidad personal y renovar el compromiso de mejora continua. Dice Kalapis: “Una consecuencia importante es que se desarrolla la habilidad de distinguir entre el paradigma cultural de -jugar a no perder y el de jugar a ganar, que son muy diferentes. La mayor parte de las personas juega a no perder y a no salirse de su zona de confort: no toma decisiones ni se arriesga, no opina, no habla, no comparte. Jugar a ganar es, a la inversa, una apuesta hacia el éxito y el cambio”.

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En cuanto a las mejores oportunidades para aprovechar el potencial de estas técnicas, Kalapis señala que los sujetos ideales son las organizaciones que están pasando por alguna actividad de cambio. “En estas condiciones es una herramienta potentísima para impulsar el sentimiento de cambio, porque es un programa que genera mucho compromiso y fortalece los valores organizacionales. También puede ser parte de un proceso de reingeniería, y hay empresas que las han instrumentado para restablecer la confianza, reagrupar a la gente y restañar las heridas que pudieran haber quedado en el camino.”

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En sus tres años de actividad en México, E&D ha proporcionado programas de aprendizaje experiencial para una docena de corporativos y grandes empresas industriales y de servicios, y para estos fines utiliza como sede el Hotel Avándaro, en Valle de Bravo, donde ha construido las instalaciones necesarias. El programa básico dura tres días y puede ser ofrecido a grupos desde 10 hasta 60 participantes. Algunas empresas que comenzaron su participación destacando ejecutivos de niveles altos y medios, lo han aprovechado a tal grado que ahora existen varias propuestas para extender prácticas de aprendizaje experiencial a grupos de trabajadores sindicalizados.

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