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Billy Moon <br>En los cuernos de la luna

Tras varios fracasos en el mundo financiero, este texano &#34nacionalizado &#34 tapatío descubrió
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Después de fracasar como ejecutivo bancario y de una oscura etapa como vendedor de cristal en Texas, Billy Moon jamás imaginó que un par de ollas de barro lo llevarían a crear, en Ajijic, Jalisco, un brillante mundo de artesanías que le han dado a su nombre fama internacional.

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Lo curioso del caso es que la formación académica de este texano —de padre estadounidense y madre -mexicana— fue completamente ajena al arte. Más bien, por sus estudios en economía y administración de empresas, “pintaba” para convertirse en un -yuppie del mundo financiero. Pero sus fracasos en varios bancos le hicieron comprender que no encajaba en ese medio: “Era como un cuadro que quería entrar en un hueco redondo”, confiesa.

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Con esa frustrada carrera ejecutiva, al joven Billy no le quedó más alternativa que probar suerte en las ventas. Como representante comisionista de una firma de cristal de Murano, estuvo durante cuatro años recorriendo todas las tiendas de decoración de Texas para lograr colocar unos productos que apenas le daban para medio vivir.

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En esas andaba cuando, en enero de 1986, conoció en la feria de decoración de Dallas a una señora mexicana que le mostró dos ollas de barro oxidado para que él las distribuyera. A los ojos de Moon, esas piezas con temas de reptiles eran tan feas, que no les dio la mayor importancia y las arrinconó en la cajuela de su auto.

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Casualmente, un par de semanas después, un cliente le comentó que su bello cristal de Murano ya no se vendía y que, en cambio, los texanos preferían “cosas hechas a mano, más étnicas y primitivas”. Apenas oyó el comentario, corrió a su auto a sacar las vasijas para mostrárselas a su cliente. “Al verlas se emocionó tanto que yo también me emocioné, porque a lo mejor no eran tan feas como pensaba”, recuerda anecdóticamente.

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Había un problema. Billy desconocía donde localizar a la señora que había depositado en sus manos las muestras de lo que podría ser una mina de oro. Aun así, sin pista alguna, decidió lanzarse a tierras mexicanas para encontrar el nido de donde provenían las ollas. Inútilmente recorrió Monterrey, -Guadalajara, la zona alfarera de Tlaquepaque y Tonalá, el poblado de Chapala, hasta que por fin, en Ajijic, dio con las tan buscadas piezas.

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Su escaso capital le permitió comprar apenas 50 ollas, las cuales vendió como pan caliente en los estacionamientos de las tiendas de Dallas. La exitosa experiencia lo animó a surtirse de mercancía una y otra vez. Para su desgracia, cuando el negocio iba viento en popa, los clientes descubrieron que los acabados oxidados del barro manchaban sus alfombras y sus pisos, por lo que la demanda comenzó a caer. “Durante un año estuve batallando con los artesanos de Ajijic para que mejoraran su calidad, pero a ellos no les -interesaba”, se queja Moon con un dejo de decepción.

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El clásico estilo Moon
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Lejos de desistir por el malogrado negocio, Billy pensó que la solución para seguir atendiendo al mercado -texano era abrir en Ajijic su propio taller. Una vez que consiguió en Dallas quien se hiciera cargo de la distribución de los productos, llevó a cabo su plan en 1988.

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Instalado en un “corralito”, que rentó en el típico poblado de la rivera del Lago de Chapala, él mismo comenzó a pintar las ollas de barro, dándoles un terminado que ya empezaba a revelar lo que sería el -estilo Moon. Guiado más por su conocimiento del mercado que por un acto de inspiración, el incipiente diseñador se atrevió a innovar la tradicional -artesanía mexicana, creando piezas de formas más sencillas y colores más tenues. También, dejó de trabajar sólo el barro para combinar en los objetos otros materiales como el fierro, la madera, la cantera o el vidrio soplado.

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Poco a poco, impulsado por la aceptación que tenía su estilo “clásico” y “atemporal”, fue surgiendo una colección de ollas, pedestales, consolas, espejos, alhajeros, esferas y múltiples -objetos decorativos. Ahora diseña al año cuatro colecciones (de 100 a 300 piezas), mismas que presenta en las ferias de Dallas y de High Point.

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Precisamente, al mercado estadounidense Moon dirige 80% de su producción (de dos a tres trailers a la semana). A través de la distribuidora Monta’age, su línea se vende en grandes cadenas y en cerca de 10,000 pequeñas tiendas, y pronto va abrir cuatro tiendas propias (en Florida, Connecticut y Massachussets) para llegar directamente al cliente final. En menor volumen, también exporta a Canadá, Sudamérica, Europa, el norte de África y los países árabes.

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Su presencia en el mercado nacional es historia reciente, pues toda la producción estaba dedicada a la -exportación. Sin embargo, a partir de que la devaluación frenó la importación de mercancías, las ventas en México han crecido. Sin precisar montos, el empresario asegura que “en 1995 las ventas nacionales subieron 100% respecto a 1994, y este año también están subiendo 100% respecto al año anterior”.

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Además de manejar un par de concesiones (en la ciudad de -México y Puerto Vallarta), sus principales clientes son exclusivas tiendas del -Distrito Federal, Guadalajara y Monterrey. Igualmente, hay clientela que compra directamente en La -Colección Moon de Ajijic, una espléndida sala de exhibición surgida de la -creativa mente del diseñador, y que abrió en junio de 1993 con el fin de mostrar al público tanto sus productos como la forma en que trabajan sus artesanos.

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Imitado, no igualado
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A raíz del éxito que han tenido los diseños de Moon, en el mercado han surgido miles de copias que lo mismo buscan imitar sus ángeles, que sus soles o sus lunas. Pero esta situación, más que molestarle, le causa satisfacción: “Me siento muy orgulloso de que, por mi estilo, se haya creado todo un negocio de copias que cada día tiene más actividad y que da más empleo”.

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Además de que siempre busca “estar un paso adelante de los demás”, está plenamente seguro que quienes lo emulan no tienen un sistema de producción tan organizado y programado como el suyo, que le permite cumplir con los pedidos siempre a tiempo y con calidad. “Por eso podemos estar en el mundo de la exportación”, justifica.

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Fernando Alonso, quien desde hace cuatro años le provee de partes complementarias de vidrio soplado, confirma que Moon “tiene una habilidad impresionante para estructurar y organizar líneas de producción artesanal”. Eso sí, “aunque no pone pero en el precio, es muy exigente con los tiempos de entrega y con el estándard de calidad”, reconoce el director general de Cristacolor.

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Sin dejar a un lado su trato cordial, el diseñador es igual de exigente con sus trabajadores. “Billy ha tomado la mente de todos nosotros como un libro en blanco y en él ha escrito lo que quiere, enseñándonos sobre todo el sentido de la responsabilidad”, comenta Oswaldo Mendoza, gerente general de La Colección Moon.

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“Tiene un sentido de liderazgo envidiable”, opina a su vez Alonso, destacando la “buena labor” que Moon ha hecho en Ajijic, no sólo por crear empleos, sino también por pagar “sueldos razonables”. Y en una especie de autocrítica para el gremio artesanal expresa lo que suele comentar con sus colegas: ¿Cómo es posible que un estadounidense venga y nos dé a nosotros la pauta de cómo deben ser las cosas?”.

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Quien se siente “un poco más mexicano que estadounidense”, no oculta que para él es un orgullo estar generando fuentes de trabajo, principalmente en pequeños poblados. Y es que, aparte de dar empleo a 500 personas de diversos talleres de la región que son sus -proveedores, en su negocio tiene una plantilla de 146 empleados. “En su mayoría —detalla Mendoza—, es gente que viene de Huejotitán, un pueblo que está a 40 minutos (les pagan el servicio de transporte) y que no tiene otra fuente de trabajo más que el campo.”

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En fin, conjugando su creatividad con sus habilidades empresariales, Moon se ha colocado en los mismos cuernos de la luna creciente. Reflexiona: “Me siento muy afortunado de poder utilizar mis talentos y de estar en un negocio que es toda mi pasión”.

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