En estas fechas, en las que está de moda calificar la gestión de la nueva administración durante su primer año de gobierno, vale la pena hacer algunas reflexiones. En las abundantes encuestas de opinión sobre el tema, algunas de las palabras más escuchadas son "desencanto", "decepción" y hasta "engaño". Esta percepción de frustración es producto de las altas expectativas insatisfechas que generó el gobierno entrante y de la enorme diferencia entre las promesas y los logros alcanzados.
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Sin embargo, una evaluación objetiva debe de estar basada en los hechos y no en las expectativas. Además, se debe ponderar la gestión del gobierno con respecto a las variables que realmente están bajo su control y no responsabilizarlo de los eventos externos que afectan a la economía. La habilidad de la autoridad se pone de manifiesto precisamente cuando se toman decisiones de política económica en un entorno de dificultades externas. Considerando lo anterior, creo que hay que reconocer que el balance del primer año del presidente Fox es positivo.
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Si bien es cierto que la economía mexicana se contraerá en 2001 y que crecerá apenas 1% en 2002, las variables financieras muestran una extraordinaria solidez. Dado que la economía mexicana se encuentra íntimamente ligada a la de Estados Unidos, hubiera sido en vano la introducción de políticas expansionistas para tratar de mitigar la recesión, ya que hubieran puesto en riesgo la estabilidad de las variables macroeconómicas. El que el gobierno actual haya reconocido lo anterior y optara por mantener la disciplina monetaria y fiscal, a pesar de las presiones políticas para hacer lo contrario, es su principal mérito.
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Las crisis anteriores que ha enfrentado México fueron producto de decisiones equivocadas que se tomaron en virtud de la necesidad política de mostrar resultados positivos en el corto plazo, arriesgando la viabilidad del modelo en el mediano plazo. Estos errores le terminaron costando mucho al país, ya que el retroceso que sufría el poder de compra de la gente debido a la inflación o a una devaluación, resultaba mayor al beneficio temporal que las políticas miopes generaban.
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En esta ocasión, el potencial de recuperación de la economía mexicana está intacto. Los niveles de tipo de cambio, inflación y tasas de interés son propicios para que el país retome una senda de crecimiento una vez que Estados Unidos salga de su estancamiento.
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En suma, independientemente de los muchos errores que ha tenido el presidente Fox durante su primer año de gobierno, hay que felicitarlo por mantenerse firme en la instrumentación de una política económica restrictiva y prudente, a pesar del oneroso costo político que ello implica.
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–El autor es Director de Análisis Económico de Banco Santander Mexicano.
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