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Cada loco con su tema

El gobierno estatal dice tener ambiciosos planes de desarrollo para el estado más marginado del pa?
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Chiapas es uno de los estados más ricos de México... Esta es, invariablemente, la tonadilla que uno está obligado a escuchar cuando se le pregunta a cualquier empresario, político o académico chiapaneco acerca de la situación que vive su estado.

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Los datos parecen reflejar, sin embargo, un diagnóstico totalmente distinto: con una clase empresarial adormecida, una industria casi inexistente, niveles récord en marginación, analfabetismo y bajos salarios, un rezago considerable en infraestructura e incertidumbre política que no acaba de desvanecerse, se puede decir que la entidad está lejos de encontrarse, hoy por hoy, en el mejor de los mundos posibles.

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Así pues, sería mejor reformular el manoseado leit-motiv: “Chiapas es -potencialmente uno de los estados más ricos de México”. Esta sería una aseveración más cercana a la realidad. Y, ya visto de este modo, hay mucha razón en ello: la entidad no sólo concentra una parte considerable de los recursos naturales del país, sino que además presenta unas condiciones extremadamente ventajosas, tanto climatológicas como geográficas, para que un sólido desarrollo socioeconómico tenga lugar con más facilidad que en otras partes del país.

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¿Para cuándo, entonces, convendría esperar un despegue económico definitivo de la entidad? “Chiapas no será foco de inversión internacional de un día para otro”, responde elusivamente César Corzo, secretario de Desarrollo Económico del gobierno estatal. A pesar de ello, tanto Corzo como su jefe, Julio César Ruiz Ferro, gobernador del estado, están convencidos de que su administración está avanzando en la conformación de un “nuevo Chiapas”, que no tardará tanto como se cree en mostrar un semblante más amable para atraer capitales y crear una riqueza interna mejor repartida entre sus habitantes.

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Tratándose de Chiapas, preguntar al gobierno acerca de sus planes concretos para dar impulso a la entidad no es ninguna cuestión retórica. Con una sociedad acostumbrada mayoritariamente a vivir gracias a los recursos federales y estatales –y, en su defecto, de la economía de subsistencia–, el papel del sector público se vuelve primordial a la hora de plantear un definitivo auge social. “Hemos dejado de ser una administración empresaria para convertirnos en un estado promotor”, dice Corzo.

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La principal desconfianza de los empresarios no radica en la benevolente filosofía del actual gobierno, sino en su carácter de permanencia al mando del estado. Es comprensible: en los últimos cuatro sexenios el desfile de gobernadores ha sido constante, con periodos de duración en el mandato que oscilan entre la semana y los tres años. La falta de continuidad y coherencia en los planes de desarrollo económico de las diferentes administraciones ha contribuido a la desidia de muchas iniciativas empresariales.

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“Estoy convencido de que no sólo llegaremos al final del mandato, sino que aunque no gobernemos nosotros se mantendrán las bases que estamos consolidando”, asegura ahora el actual gobernador.

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Los planes del ejecutivo delinean tres principales estrategias de acción: industrializar el sur del estado, promover el turismo en el norte y acelerar la introducción de nuevos cultivos y técnicas de producción agrícola en todas las regiones, todas ellas con un único fin: atraer nuevos capitales de inversión. Vistos así, podrían sonar bien. Pero, ¿qué tan factibles son de llevarse a cabo?

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INDIVIDUALISMO ENDÉMICO
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El principal escollo a enfrentar, dicen todos los interesados, es la actual clase empresarial chiapaneca. “Los empresarios se han enconchado –comenta Gustavo González Padilla, director general de Fondo Chiapas–. No han ido al mismo ritmo de globalización y apertura que el resto del país. Con la caída de los precios del café y del plátano, ellos no sintieron el auge económico durante el sexenio de Carlos Salinas, sino que acabaron muy golpeados para luego enfrentar esta crisis.”

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Pero, al margen de cuestiones coyunturales, la verdad es que los empresarios de Chiapas conservan una característica poco halagadora para los tiempos que corren: son poco amigos de las asociaciones. “Hemos pecado de individualistas y eso nos está afectando mucho”, admite Rómulo Farrera, el principal distribuidor de General Motors y Nissan en el estado, además de empresario hotelero. Todos los entrevistados –el gobernador incluido–, coinciden al señalar la pobre cultura empresarial que impera en la región.

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La mayoría de los principales emprendedores de Chiapas presentan muchas características comunes: son personas que han heredado los negocios familiares y que los han hecho prosperar sin mostrar excesivas ambiciones, ni tampoco plantear cambios drásticos a unos modelos de gestión tradicionalmente instituidos por generaciones atrás. Confiados en los cánones patriarcales, muy pocos quisieron darse cuenta de los vertiginosos cambios que se avecinaban a su alrededor.

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Ahora han despertado ante un Chiapas para ellos inusitado. El patrimonio familiar, que ya se venía erosionando progresivamente desde finales de los años 60, tuvo que enfrentar recientemente el duro golpe de la inestabilidad política y de una sorpresiva reivindicación social por parte de una población marginada que hasta entonces creían muy contenta en su lugar. “Me inquieta que ya no quede capital que invertir mientras terminan las pláticas de pacificación –comenta Ferrara–. No se dan cuenta de que hay sitios donde están atrayendo capital mientras nosotros seguimos resolviendo conflictos.”

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La verdad es que no se sabe muy bien a quién se refiere ese “nosotros”: la actual clase empresarial se muestra poco participativa en la cuestión de “resolver conflictos”. Samuel Ruiz, mediador de las pláticas entre indígenas y gobierno, asegura no haber entablado nunca una sola conversación con alguno de los empresarios de la región. Esto contrasta con la actitud de varios grupos empresariales de Guadalajara y la ciudad de México que, según dice el obispo de San Cristóbal de las Casas, mostraron un interés real por el problema chiapaneco. Y es que, para casi todos los empresarios del estado, la “papa caliente” es problema exclusivo del gobierno.

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Sin embargo, el asunto va más allá de calmar en definitiva los ánimos para garantizar una paz social que asegure la estabilidad política. La mejora económica del estado pasa sin remedio por una integración definitiva de los más de 1.2 millones de indígenas y pobres actualmente marginados del sistema económico, es decir, un tercio de la población total. Esto incrementaría el bajísimo poder adquisitivo y, con él, la decaída demanda interna. Los empresarios podrían vender masivamente sus productos sin preocuparse por enviarlos a la “lejana” capital del país, a la vez que los inversionistas foráneos verían en Chiapas oportunidades de negocio más directamente redituables. Pero eso es todavía un ideal difícil de cumplirse.

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“Falta comunicación en todos los sentidos. ¿Cómo nos vamos a entender si ni siquiera hablamos el mismo idioma?”, comenta Luis Castillo, un constructor de Tuxtla Gutiérrez, refiriéndose a los más de 400,000 indígenas que habitan el estado y no hablan español. “Lo importante –prosigue– sería que estableciéramos más canales de comunicación, para que pudiéramos aprender el idioma de ellos y ellos el nuestro.”

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En San Cristóbal de las Casas hay empresarios que van mucho más lejos: “Chiapas se encuentra en una etapa de reto a la imaginación. Tenemos que encontrar las fórmulas y los proyectos que nos permitan involucrar a las diferentes culturas. Debemos buscar un cambio de mentalidad para fomentar negocios que permitan el desarrollo de todas las comunidades preservando sus costumbres”, coinciden Miguel Zepeda, comerciante, y Carlos Gutiérrez, hotelero.

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No obstante, conforme uno se va alejando de la zona de conflicto, son cada vez menos los empresarios que parecen estar dispuestos a plantearse la creación de ese nuevo modelo económico que también reivindica el obispo Samuel Ruiz. La mayoría prefiere ver en las poblaciones indígenas únicamente una cantera de mano de obra muy barata a la cual recurrir para cuando repunte la economía.

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El mismo Castillo se muestra bastante satisfecho de que Chiapas tenga uno de los salarios mínimos “más baratos” de toda la república y no parece contrariado cuando se le pregunta si el monto que se les da es suficiente para subsistir. “La gente en Chiapas está acostumbrada a vivir con muy poco. Aquí habrá pobreza, pero no miseria como en Coahuila, San Luis Potosí o la ciudad de México”, argumenta.

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EL PULMÓN INDUSTRIAL
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Todos estos planteamientos suenan ya absolutamente lejanos en el Soconusco, la franja costera al occidente del estado. Casi parece otro país: allí no es tan extraño encontrarse con empresarios que se interesan más por lo que acontece en Nueva York o San Francisco que en Tuxtla Gutiérrez. Al contrario de lo que sucede en la capital del estado o en San Cristóbal, en donde la actividad económica se concentra en el sector servicios, en Tapachula, la cabecera regional, la gran mayoría de los empresarios son productores agrícolas y ganaderos volcados en las mejoras de la productividad y la evolución de los precios en los mercados internacionales.

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“Ni me interesan ni me importan los programas que tenga el gobierno del estado para atraer inversiones”, dice tajante Rolando Stivalet, productor de plátano y ganadero de Tapachula. La actitud de Stivalet es sintomática de la clase empresarial de la región, que siempre se ha mantenido mucho más ajena a lo que se cuece en los despachos de gobierno. Lo único que quieren es que se les deje trabajar.

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Esa es precisamente la máxima de Antonio Luttman, para quien “aquel que no esté haciendo algo es que realmente no quiere”. La empresa que posee y dirige, Exportadora de Café California –asociada a Neumann Kaffee, el líder mundial en distribución cafetalera–, no necesitó apoyo financiero de ninguna institución para que el año pasado comercializara 500,000 quintales de granos de café en los mercados, 98% de los cuales se exportaron a Europa y Estados Unidos.

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Pero al mismo tiempo que el empresario se vanagloria del Soconusco y la capacidad emprendedora de sus habitantes –“algún día tendrá que despegar la región”, confía–, también se lamenta de que hasta la fecha no haya habido un mayor interés por parte de las autoridades para potenciar la zona.

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“El gobierno debería fomentar las asociaciones de productores de café del sector social –explica–. Ahora el promedio de productividad está en 12 quintales por hectárea y, con inversiones mínimas, se podría llegar a 23. Si lo consiguiéramos, estaríamos compitiendo con Colombia. Éste sería el último empujoncito que falta para darles el desarrollo que necesitan. Pero el sector social ha estado marginado y los bancos se niegan a otorgar créditos.”

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En las oficinas del gobierno estatal dicen estar trabajando en el problema. Los más de $1,200 millones de pesos que la federación ha destinado para proyectos empresariales concretos a través de la banca de desarrollo (Nafin, Bancomext) no han llegado a buen puerto por la poca receptividad mostrada por la banca de primer piso. “Estamos negociando: Bancrecer, Bital, Bancomer, Serfin e Inverlat son los que más se interesan”, argumenta Corzo.

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El Soconusco es una pieza clave para la regeneración industrial del estado. Es precisamente allí donde el gobierno está contemplando sus proyectos de inversión más ambiciosos. Además de incentivar los cultivos de café y plátano y la multiplicación de ganadería intensiva, la administración trata de impulsar a los productores agrícolas para que se lancen al cultivo intensivo de plantas oleaginosas como el marañón, la palma africana o el hule, de alto valor agregado en los mercados internacionales y de gran potencial para la comercialización interna –México importa $800 millones de dólares al año en aceites comestibles–. La costa serviría además para el desarrollo de acuacultura y granjas camaronícolas.

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Paralelamente a ello, el ejecutivo espera que en noviembre se haya terminado de dragar Puerto Madero para que la olvidada salida al mar de Chiapas recobre nuevo vigor. Todos los empresarios coinciden en los grandes beneficios que conllevaría esta reapertura. “Es vital”, dice Luttman, quien hasta ahora está obligado a transportar su mercancía por tren para darle salida por el puerto de Salina Cruz, en Oaxaca.

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Con la resurrección de Puerto Madero se pretende explotar la zona franca fronteriza y fomentar la llegada de plantas maquiladoras, dedicadas principalmente a la transformación de los productos agrícolas y al sector textil.

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Detrás de todo esto se esconde también un arma secreta todavía despreciada: el comercio con Guatemala y, de allí, a los necesitados mercados de Centroamérica. Castillo planea ya instalar una fábrica de pañales de cara a la exportación de sus productos hacia los vecinos sureños.

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Para ello, está prevista la construcción de un nuevo y más moderno puente internacional que ligue de manera más formal y práctica a los dos países e intensifique el intercambio comercial. “Hasta ahora, muchos de nuestros productos rebotan al centro de la república para luego ir a Guatemala. El nuevo puente cambiará esta situación”, asegura Corzo.

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Pero en ese punto también se oyen voces discordantes: “No hace falta otro puente, sino un mayor terreno de maniobra”, dice Stivalet. Para él, la construcción del nuevo puente no traerá consigo el anhelado despegue de la franja fronteriza porque no hay tanto paso de mercancías. “Únicamente varía el sentido de tránsito en función del país que haya sufrido la última devaluación”, dice. Para mejorarlo, propone, bastaría con agregarle un recinto fiscal y darle mejor organización.

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La verdad es que el intercambio es todavía marginal y Ciudad Hidalgo, el paso fronterizo, está todavía lejos de poder ser bautizado como el “Tijuana del sur”. Aún así, hay quienes piensan que esta tendencia podría revertirse para el año 2000.

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NO TODO ES EL SOCONUSCO
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¿Y el resto del estado? Los planes son apostar fuerte por una intensificación del turismo, principalmente en las zonas del norte, donde, a través de la Ruta Maya, la cultura indígena y las ruinas arqueológicas constituyen una baza fuerte para la atracción del turismo de origen europeo. Para ello, este año finalizarán las obras de construcción de dos aeródromos, uno en San Cristóbal y otro en Palenque. Lo curioso, en este caso, es que no sólo se hicieron con financiamiento público, sino que los mismos empresarios y comerciantes de la región de Los Altos aportaron voluntariamente 10% de los $20 millones de pesos necesarios para la realización de las obras. “Los aportamos porque sabemos el beneficio común que nos traerá”, dice Miguel Zepeda.

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El turismo no sólo es la vía de escape de la zona: hay muchos empresarios que abogan a favor de la extensión de los cultivos masivos de flores y la normalización de la fabricación de artesanías para sacar de la marginación a las comunidades indígenas.

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Pero aún en este aspecto vuelven las desconfianzas sobre la bondad de las propuestas: “Eso será viable si no se trata de que los indígenas sean productores para un cooperativista, sino que ellos mismos sean los cooperativistas. No se trata de insertarlos en un mercado que funciona explotadoramente, sino de crear esquemas que fomenten la distribución comunitaria”, sentencia Samuel Ruiz.

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Una vez más, se vuelve al problema de fondo: la creación de un nuevo esquema de negocios que fomente la comunicación entre los diferentes sectores sociales y aminore el escepticismo mutuo que aún impera. Iniciativas como la de Fondo Chiapas –que, con la colaboración conjunta del estado y el sector privado ya ha concretado cinco proyectos de inversión en la entidad– o las experiencias de alianzas entre empresarios y campesinos son algunas pistas para vislumbrar hacia dónde se podría encaminar el desarrollo.

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¿Interesa que el nudo se resuelva? Mucho. Al fin y al cabo, como no se han cansado de repetir la mayoría de los entrevistados, el problema de Chiapas no está tan alejado del que vive el conjunto de la república. “México es uno de los países más ricos del mundo...”, es también una de las tonadillas que más se escuchan cuando se pregunta a cualquiera acerca de la situación general del país.

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