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Carteras vencidas e inestabilidad financ

El autor es profesor de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía de la UNAM.
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

La crisis económica del país, manifestada en diciembre de 1994, evidenció la incapacidad endógena de la economía nacional para mantener condiciones de crecimiento, baja inflación y capacidad de pago del servicio de la deuda externa. Bastó que disminuyera el flujo de entrada de capitales y se diera una corrida de los mismos, para que se desestabilizara la moneda, se frenara la actividad productiva y se procediera a una nueva renegociación de la deuda externa.

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A pesar de la crisis, el gobierno no modificó las políticas económicas predominantes, sino que ha insistido en que las transformaciones estructurales de orientación de mercado son la única alternativa para el crecimiento sostenido, no obstante que son las causantes de la crisis.

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FACTORES QUE CONDUCEN A LA INESTABILIDAD
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a) La apertura generalizada de la economía. Ésta se dio en un contexto de baja competitividad de la producción nacional y con el predominio de un tipo de cambio antiinflacionario (apreciación del peso), lo cual redujo los efectos multiplicadores internos y la dinámica de acumulación de las empresas, y aumentó las presiones negativas sobre el sector externo. Los problemas de acumulación de las empresas afectan el crecimiento de la inversión, como la capacidad de pago de sus deudas. Asimismo, el déficit creciente del sector externo aumenta los requerimientos de entrada de capitales, por lo que la política económica tiene que adecuarse a crear condiciones de confianza y rentabilidad para atraerlo al país.

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b) El creciente endeudamiento interno y externo. La banca nacional flexibilizó el crédito (entre 1990 y 1994) ante las expectativas de crecimiento primermundistas que el gobierno de Carlos Salinas de Gortari configuró. De igual forma, la gran entrada de capitales al país se dio tanto por las ganancias configuradas en la Bolsa, por el proceso de privatización realizado, como porque se visualizaban expectativas de crecimiento y rentabilidad.

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Se cayó en una situación de sobreendeudamiento. Los créditos crecieron en mayor proporción que la generación de recursos internos. De igual forma, la entrada de capitales creció para financiar el déficit de cuenta corriente y no se canalizó al crecimiento de la inversión productiva, por lo que no se generó capacidad de pago. Tal situación aumentaba la vulnerabilidad de la economía en torno a los movimientos de la tasa de interés, del tipo de cambio y de la entrada de capitales.

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c) La liberalización financiera. Ésta eliminó las prácticas de asignación de recursos, de encaje legal y el coeficiente de liquidez, por lo que permitió expandir fuertemente el crédito en el periodo 1990-1994, sin estar aseguradas las condiciones de reembolso de los créditos, lo que aumentaba el riesgo del acreedor. No había dinámica productiva y de mercado interno que asegurara las ganancias para convalidar el pago de las obligaciones financieras. La liberalización financiera y la flexibilización del crédito no tienen sustento real, todo se financiaba con entrada de capital de corto plazo, lo que configuraba una situación de alto riesgo, dadas las presiones sobre el sector externo y los problemas de acumulación de capital de las empresas.

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d) La apertura externa y la política en favor de la entrada de capitales no aseguran capacidad de pago. Las políticas de apertura externa, de estabilidad cambiaria nominal, de altas tasas de interés y de superávit fiscal impiden la realización de expectativas de crecimiento acelerado y el reembolso de los créditos. Asimismo, la apertura externa dificulta a la banca recuperar a través de depósitos los créditos otorgados, lo que afecta el refinanciamiento a las empresas.

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En resumen, la crisis financiera es resultado del sobreendeudamiento y de las expectativas no cumplidas. La apertura externa generalizada de la economía, y la política de estabilidad del tipo de cambio nominal que la acompaña, no aseguran la realización de altos rendimientos para cumplir con las obligaciones. La no realización de las ganancias esperadas y las mayores tasas de interés terminan desvalorizando los activos, aumentan la insolvencia de las empresas y, por lo tanto, generan la inestabilidad del sector bancario.

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LA POLÍTICA MONETARIA Y EL CAPITAL FINANCIERO
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El capital financiero, quien comanda el proceso de globalización, impone políticas para asegurar la valorización de su capital. Ante los requerimientos crecientes de entrada de capitales para financiar el contexto de economía abierta y el pago del servicio de la deuda externa, México tiene que establecer condiciones de confianza y de rentabilidad en favor de dicho capital. De tal forma, se instrumentan políticas de tasas de interés atractivas, junto a políticas de apreciación cambiaria y políticas fiscales y crediticias contraccionistas para alcanzar el superávit fiscal y reducir las presiones sobre el sector externo, como sobre los precios, para asegurar la valorización del capital financiero internacional. Sin embargo, dichas políticas afectan la dinámica de acumulación de las empresas y aumentan las presiones sobre el sector externo, lo que mantiene latentes los requerimientos de entrada de capitales y aumenta el poder del capital financiero sobre la política económica.

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La autonomía del banco central es fundamental para asegurar la estabilidad monetaria y del tipo de cambio nominal para lograr la rentabilidad del capital financiero y la entrada de capitales. Restringir la actuación del banco central a la reducción de la inflación se hace a costa de restringir el crédito y de afectar, por lo tanto, la esfera productiva y de aumentar los problemas de insolvencia de la economía. Se cede en el manejo de la política monetaria, crediticia y fiscal para responder a los intereses del capital financiero.

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Con dicha política monetaria-cambiaria unos ganan y otros pierden, evidenciando que la moneda no tiene carácter neutral. La apreciación de la moneda, junto con las altas tasas de interés, aumentan la rentabilidad financiera para incentivar la entrada de capitales, a costa de afectar la competitividad de la producción nacional, de disminuir la dinámica de acumulación de las empresas y de aumentar las presiones sobre la balanza de comercio exterior, lo cual impide configurar condiciones de pago del servicio de la deuda interna y externa. Esto nos condena a políticas contraccionistas y a transferencias patrimoniales para cumplir con las obligaciones financieras.

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Las altas tasas de interés aumentan la carga del servicio de la deuda, lo que origina problemas de liquidez. Al ir acompañada dicha política de contracción del crédito, se generalizan problemas de insolvencia, de contracción de la inversión y de inestabilidad bancaria.

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Al no crecer la oferta crediticia en mayor proporción que las tasas de interés, se acentúan los problemas de acumulación y de carteras vencidas, lo que conduce a la inestabilidad financiera.

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LA LIBERALIZACIÓN ECONÓMICA IMPIDE EL CRECIMIENTO
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El gobierno mexicano ha señalado que es prioritario aumentar el ahorro para dinamizar la inversión y retomar el crecimiento de la economía, y para ello ha establecido tasas de interés atractivas y una política de contracción del gasto público para alcanzar el superávit fiscal y así favorecer el ahorro interno.

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Sin embargo, lo que ha acontecido es una disminución del consumo interno que ha generado un ahorro forzoso, reflejado en el superávit de comercio exterior en 1995 y 1996, pero que a la fecha ha desaparecido.

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Las políticas contraccionistas y el alza de la tasa de interés, terminan afectando el crecimiento del mercado interno y la dinámica de acumulación de las empresas, por lo que atentan sobre la generación del ahorro buscado.

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El problema del bajo ahorro interno ha sido agravado por la liberalización económica, así como por la política fiscal y crediticia contraccionista, y por la apreciación del tipo de cambio, lo cual atenta sobre la dinámica de acumulación de las empresas.

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Cabe señalar que la inversión no depende del ahorro, sino de la disponibilidad crediticia, la que a su vez está en función de la política del banco central, como de las expectativas de crecimiento y de capacidad de pago que la economía ofrezca. El contexto de apertura externa y la política de estabilidad monetaria-cambiaria que la acompaña, no solo afectan la dinámica de acumulación y de pago de las empresas y de los individuos, sino además no configuran expectativas de crecimiento generalizado, por lo que atentan sobre la disponibilidad crediticia, lo que genera un círculo vicioso.

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La banca no necesita dinero en mano para prestar, basta que existan condiciones de reembolso para que preste, y esto no lo genera el modelo económico predominante. Si la economía ofreciera condiciones de crecimiento y de reembolso de las obligaciones financieras, los bancos flexibilizarían el crédito. No esperarían ver incrementados sus depósitos y sus reservas para incrementar el crédito.

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Para que los bancos eludan las restricciones del banco central y puedan crear créditos y eviten problemas de insolvencia, tiene que haber condiciones de manejo y financiamiento del sector externo, perspectivas de ingreso futuros y capacidad de pago por parte de las empresas.

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Por lo tanto, la apertura externa generalizada, las carteras vencidas y las expectativas de no crecimiento generalizado disminuyen los márgenes para flexibilizar el crédito.

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A su vez, el banco central frena el crédito para evitar presiones desestabilizadoras sobre la moneda que comprometan la rentabilidad del capital financiero. Los problemas manifiestos en el déficit del sector externo, tanto por la apertura externa, como por el pago del servicio de la deuda externa, impiden aumentar el gasto público y el crédito, debido a que ello ahondaría las presiones sobre el sector externo y sobre los precios, lo que generaría expectativas devaluatorias y frenaría la entrada de capitales.

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Al no expandirse los préstamos no se generan condiciones de liquidez y de ganancias para que las empresas puedan contribuir con sus obligaciones financieras, ni para que los bancos reciban depósitos.

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Cuando los bancos dejan de hacer préstamos, pasan a cavar su propia tumba, pues ello compromete el reembolso de los créditos previos, así como los depósitos.

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Con la liberalización la economía queda atrapada en las políticas de estabilidad monetaria y cambiaria, así como en el superávit fiscal y altas tasas de interés, lo que impide actuar al banco central como garante de última instancia para expandir el crédito y encarar los problemas de insolvencia que enfrenta la economía. La economía se condena a un contexto recesivo y de inestabilidad financiera altamente vulnerable al movimiento de capitales.

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El gobierno pretende aumentar el ahorro interno y restaurar la estabilidad del sector financiero a través de los fondos de pensión. Sin embargo, la liberalización de dichos recursos da pauta a que se canalicen a actividades especulativas y de alto rendimiento, que no necesariamente son las actividades productivas, por lo que se corre el riesgo de que no se generen los recursos necesarios para sufragar las erogaciones derivadas de dichos fondos, comprometiéndose así los ingresos futuros para la pensión de los trabajadores. Por otra parte, los fondos de pensión disminuyen el ingreso disponible y por lo tanto el gasto de consumo de los trabajadores, lo que afecta el crecimiento de la producción de las empresas, así como su acumulación y su capacidad de pago. Asimismo, el gobierno se obliga a aportar recursos a dicho fondo, lo que implica presiones sobre el déficit fiscal y, sobre todo, restricción del gasto público en otros rubros, disminuyendo así la demanda efectiva y la actividad económica, lo que comprometerá el ingreso de los futuros jubilados.

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INCAPACIDADES DE LA ACTUAL POLÍTICA ECONÓMICA
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La inestabilidad financiera ha demandado mayor intervención del gobierno para evitar la quiebra del sistema de pagos. Ello evidencia la incapacidad del mercado y de la liberalización y desregulación de la economía para mantener estabilidad financiera y crecimiento sostenido y generalizado.

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Los programas de apoyo del gobierno a la banca y a deudores –reestructuración y compra de adeudos; apalancamiento de la deuda externa de la banca; apoyo a la capitalización de los bancos; apoyo al Mercado de Valores– han exigido montos crecientes de recursos que disminuyen la capacidad del gobierno para atender las demandas de crecimiento de mercado interno, como de bienestar social, además de presionar sobre el déficit fiscal.

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Los recursos canalizados a través del Fobaproa y demás programas se han esterilizado (a través de obligar a la banca a comprar Cetes de largo plazo), para evitar mayor liquidez y presiones inflacionarias, por lo que subsisten los problemas de insolvencia y de quiebra de bancos.

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Para capitalizarse y para encarar los problemas de no pago, la banca restringe los créditos, por lo que se ahondan la contracción del mercado interno y los problemas financieros de las empresas y, por lo tanto, los del sistema bancario.

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Los problemas crecientes de la banca la han llevado a la venta de activos, a procesos de fusiones, absorciones y asociaciones entre bancos nacionales y del extranjero, y no obstante ello, los problemas de dicho sector continúan, debido a que prosiguen los problemas de incapacidad de pago de los deudores, y más cuando su deuda está indizada a la inflación y crece más que sus ingresos.

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La disminución de los ingresos de las empresas e individuos y las carteras vencidas son resultado de la incapacidad competitiva de las empresas nacionales, como de las políticas de contracción del gasto público y del crédito, y de las altas tasas de interés.

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Mientras persista la liberalización económica, así como las políticas de apreciación del tipo de cambio, las altas tasas de interés, y la contracción del gasto público y del crédito, continuarán los problemas de acumulación de las empresas y los bajos ingresos de los individuos, y por lo tanto las carteras vencidas y la inestabilidad financiera, no obstante los crecientes recursos que se canalizan a la banca.

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La Reserva Federal de Estados Unidos ha expandido el crédito y bajado la tasa de interés cuando dicha economía ha enfrentado problemas de insolvencia que ponen en peligro al sistema bancario. Es decir, actúa como prestador de última instancia para evitar problemas de inestabilidad financiera. El Banco de México no tiene el mismo comportamiento. Este antepone el objetivo de reducción de la inflación en favor de la valorización del capital financiero, frente al objetivo de estabilidad financiera y de crecimiento generalizado de la economía.

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CÓMO ENCARAR LA INESTABILIDAD FINANCIERA
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El mercado de economía abierta se ha mostrado incapaz de configurar condiciones productivas y financieras para el crecimiento sostenido y generalizado de la economía y para alcanzar el bienestar social.

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Mientras prosiga la liberalización económica, continuarán las presiones sobre el sector externo, lo que obliga a políticas contraccionistas de gasto público y crédito y las altas tasas de interés, por lo que seguirán los problemas de baja acumulación de capital de las empresas, las carteras vencidas, la inestabilidad financiera y los bajos salarios reales.

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De no revisarse nuestra inserción en el proceso de globalización, no podremos replantear las políticas monetarias, fiscal y crediticia contraccionistas predominantes. Tampoco podremos satisfacer las demandas de crecimiento de mercado interno, de menores tasas de interés, ni de mayores salarios reales, ni se podrá superar el problema de carteras vencidas, ni la inestabilidad financiera.

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Para que las empresas tengan capacidad de pago y puedan incrementar su inversión y el empleo bien remunerado, se requiere que se expanda el gasto público y el crédito para dinamizar el mercado interno, y así las ventas e ingresos de las empresas. Para que ello sea posible se requiere regular el sector externo y replantear el pago del servicio de la deuda externa. Esto permitiría disminuir los requerimientos de entrada de capitales, por lo que no tendría que seguir predominando la política contraccionista de estabilidad monetaria y del tipo de cambio, dirigida a asegurar condiciones de rentabilidad en favor de dicho capital, y posibilitaría expandir el gasto y el crédito y bajar la tasa de interés.

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Ante el fracaso del mercado, el Estado debe evitar acciones especulativas sobre el sector externo y el sector financiero. La regulación de ambos sectores es clave para poder expandir el crédito y el gasto público y poder dinamizar el mercado interno y mejorar los ingresos de las empresas e individuos y encarar el problema de las carteras vencidas y la inestabilidad financiera. Se requiere direccionalidad del gasto y del crédito en favor de la esfera productiva y evitar acciones especulativas que puedan desquiciar al sector externo y a la economía.

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Para poder disminuir las presiones sobre el sector externo, se requiere redefinir nuestras relaciones con el exterior, sobre todo con nuestro principal socio comercial. Debemos obtener mejor trato comercial, tecnológico y financiero, lo que permitiría retomar el uso soberano de nuestra política económica para expandir el gasto público y el crédito para atender los problemas y rezagos productivos existentes y alcanzar una dinámica económica en forma sostenida.

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La regulación del sector externo permitirá asegurar mayores encadenamientos productivos internos favorables sobre el ingreso, el empleo y el ahorro interno, además de que permitiría disminuir las presiones sobre el sector externo y los requerimientos de entrada de capitales.

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Las medidas anteriores tienen que ir acompañadas con la revisión del papel del Banco de México. No se puede mantener el carácter autónomo del banco central, debido a que ello está relegando las demandas de crecimiento generalizado y la propia estabilidad el sector bancario. Si no se recupera el control del dinero, no se podrá expandir el gasto público y el crédito, ni encarar los problemas de carteras vencidas, ni frenar la quiebra de bancos, ni retomar la dinámica sostenida para satisfacer las demandas generalizadas de la población.

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