Hay un antiguo dicho en el mundo de la publicidad, el cual reza: “si no tienes una idea, contrata a una estrella.” Según esto, la creatividad de las agencias está tan seca como el desierto de Sonora. No hay día que no veamos a una celebridad, sin importar su campo de trabajo –espectáculos, deportes, cine o música– en un mensaje comercial. Ya sea Penélope Cruz posando para Ralph Lauren; Adrien Brody, para Zegna; Halle Berry anunciando Revlon o Shakira cantando en un video de Pepsi. La pregunta fundamental para todos, mercadólogos y luminarias, no es “¿por qué continuar con esto?”, sino “¿por qué no?”
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La respuesta es simple: se trata de un negocio muy lucrativo para todos. La gente de marketing sigue buscando a los famosos con el fin de que avalen todo tipo de productos y servicios en comerciales, campañas impresas y promociones, por la simple razón de que funcionan. Captan la atención de los consumidores inmediatamente y son fácilmente asociados con un estilo de vida. En vez de romperse la cabeza tratando de crear un anuncio en donde el cliente comprenda cada elemento, y darle la personalidad deseada a un modelo, se puede contratar a una estrella que el consumidor identifique con los mismos valores que la marca en cuestión quiera proyectar.
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Para los renombrados, el trato es igualmente redondo. En un mundo en donde tu sueldo es directamente proporcional al número de personas que pagan por verte, estar en una campaña mantiene a estos astros en la mente de sus seguidores, además de proporcionarles un dinero extra no contemplado en sus contratos.
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Para darnos una idea de qué tanto funciona para ellos, podemos citar el caso de David Beckham –celebridad del momento, mediocampista del Real Madrid–, que tan sólo el año pasado recibió más de cuatro veces su sueldo regular como jugador de fubol (que no es poco) por ser la imagen de diferentes artículos, desde lentes obscuros hasta salones de belleza en Japón.