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Colonia y su belleza gótica

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Admítalo como algo posible en tiempos de globalidad: la conveniencia de intercambios con todos los bloques comerciales podría conducirlo muy pronto a Colonia.

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Reconocida mundialmente no sólo por sus ferias industriales -(Notokina, Anuga, Spoga y Domotecnica, entre otras), por su desinhibido carnaval de febrero (que reúne anualmente a un millón de personas y transforma a los germanos), o por ser el lugar de nacimiento de esa aromática invención llamada agua de Colonia, esta ciudad alemana es célebre por la majestuosa catedral gótica que corona su cielo.

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Colonia es pasado, presente y futuro. Fundada por los romanos en el año 39 antes de Cristo, hoy en día es la mayor ciudad del Rin y la cuarta en toda la Alemania unificada. Coexisten en ella antiquísimos tesoros arquitectónicos con los elementos futuristas de una nación preocupada por el bienestar.

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La transportación es pretexto insostenible para no visitarla. La ciudad posee la estación con el tráfico ferroviario más denso de Alemania (mil trenes al día) y cuenta con uno de los aeropuertos más modernos del país -(Lufthansa vuela diariamente sin escalas, excepto martes y domingo, de la ciudad de México a Francfort, que está a sólo 40 minutos de vuelo de Colonia).

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Mito y realidad se dan cita en esta metrópolis pródiga en anécdotas y efemérides. Julia Agripina, heredera del general romano Germánico, nació ahí; por eso al desposarse con el emperador Claudio le pidió elevarla a la categoría de ciudad romana y bautizarla con el nombre de -Colonia Claudia Ara Agrippinensis.

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Siglos más tarde -ya con un nombre al alcance de cualquier lector mexicano-, la ciudad inició la construcción de su extraordinaria catedral gótica, la -Kölner Dom, dedicada a San Pedro y a la Virgen María. Se afirma que este templo fue construido para acoger las reliquias de los Tres Reyes Magos.

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Tampoco es ocioso recordar que el agua de Colonia se produjo aquí por vez primera en 1705. Eso sí, una mosca flota en la sopa del orgullo germano: la fórmula del agua era italiana.

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La Segunda Guerra Mundial diezmó a Colonia, pues los bombardeos destruyeron 90% de su extensión. Casi todo debió ser reconstruido, incluidas las admirables iglesias románicas (la de San Pantaleón, la de Santa María en Capitol, la de los Santos Apóstoles, la de San Gereón y la del Gran San Martín).

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Por fortuna, algo le hizo entender a los pilotos aliados, o a sus superiores, que la -Kölner Dom era más patrimonio de la humanidad que de un gobierno peculiarmente demagógico, antisemita y enfermizo, pues la respetaron asombrosamente. Hoy, esta maravilla que tardó más de seis siglos en levantarse hacia los cielos (siguiendo hasta su terminación los planos originales) es el símbolo inequívoco de Colonia.

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Pero en esta ciudad germana no todo es admiración arquitectónica o devoción religiosa. La ciudad reta a la jubilosa Múnich y así afirma tener más cervecerías que cualquier otra ciudad alemana. Tampoco escasean los buenos restaurantes; cuatro opciones interesantes son el -Bado-La Poele dOr (su especialidad es el salmón con salsa de jengibre y limón), el -Die Tomato (¿Le gusta el jitomate? Aquí lo encontrará hasta en la sopa), el -Gaststütte Früh am Dom y el Weinhaus im Waldfisch, ambos de comida casera alemana. También abundan los comederos populares de muchísimo ambiente.

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Actividades culturales pueden disfrutarse por doquier, desde magníficas colecciones de arte europeo del siglo XIII al XX en el museo -Wallraf-Richartz -Rubens, que vivió sus años mozos en esta ciudad, ocupa un lugar de honor-, hasta la ópera de Colonia o el teatro de muñecos en el -Eisenmarkt. Sobra decir que las andanzas por la parte vieja de la ciudad –la llamada -Altstadt- son, quizá, el espectáculo más cultural de todos: el aprendizaje de lo distinto a partir de la vivencia de su cotidianidad.

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Para aquellos a los que el ADE ya les hizo justicia (o que están en paz con sus plásticos), hay sitios formidables para ejercitar el -shopping. Las calles Hohestrasse y Schildergasse son puntos de referencia en un paraíso peatonal sembrado de comercios. Otros lugares para el consumidor empedernido son el -Olivandenhof, un elegante mall, y el Bazaar de Cologne, sin olvidar, por supuesto, a los almacenes del tipo -Kaujhqf Hertie y Karstadt. Pero Colonia es mucho más que el sonido de sus cajas registradoras. Compruébelo usted con sus propios sentidos.

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