La joyería, en su génesis, fue una extrapolación del sentimiento religioso. Los que fueran amuletos contra espíritus malignos se transformaron en elementos de ornamento.
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El siglo XX —del que no nos hemos despegado aún— tuvo constantes giros en los usos y abusos de la joyería masculina. Hoy día los hombres tienen el derecho al ornamento como nunca antes. La moda ha rebasado al machismo: enjoyarse no demerita la masculinidad.
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