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De capa caída

Entre vicios empresariales añejos y un negocio decadente, los actores vinculados a la fiesta brava
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

En medio de la plaza el torero es el ejecutor de un rito colectivo de vida y muerte, y en cada pase echa en suerte su existencia. Paradójicamente, si el peligro mortal es lo que alimenta el misticismo taurino, también es una realidad con la que lidian los empresarios de la fiesta ante su actual inviabilidad económica.

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Lejos quedaron las décadas de glamour y pasión por el espectáculo. Leyendas taurinas como Ponciano Díaz en el crepúsculo del siglo XIX hasta Manolo Martínez y Mariano Ramos en los años 70 –pasando por Rodolfo Gaona, Silverio Pérez, Manolete o Carlos Arruza– construyeron una época de oro que anualmente registraba más de 500 corridas con graderías llenas por igual de magnates, políticos, artistas, aficionados y villamelones.

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De frente a las astas del derrumbe económico empresarios, ganaderos y toreros tratan de sobrevivir en un negocio que hoy, en México, vive "la peor crisis de los últimos 50 años", afirma Luis Ruiz, compilador estadístico de la fiesta brava desde 1958.

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Negocio sin orejas, ni rabos

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El año pasado se efectuaron 653 festejos, de los cuales 384 fueron corridas de toros, 246 novilladas (lidia de becerros), 16 corridas de rejoneadores y 7 mixtas, según reseña Carlos Kreimerman en 2000 El año taurino en México.

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El problema es que el público no asiste como antes a los cosos taurinos (plazas de lidia). La Plaza México, que otrora llegó a colmar su capacidad con 45,000 espectadores, tuvo un promedio de 4,000 a 5,000 asistentes durante la temporada pasada y en el resto del país cosos con 10,000 o 12,000 localidades realizan uno o dos festejos al año.

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En realidad, opina Guillermo H. Cantú, escritor y analista taurino, la fiesta brava mexicana tiene un enorme potencial. "Aquí no hay razón para que no se vendan $2,000 millones de dólares como en España. Si allá hay un mayor ingreso per cápita, aquí somos más y aunque tenemos 50 millones de pobres, los otros 50 también cuentan."

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Pero en México, ni siquiera las diferentes asociaciones –ganaderos, matadores, empresarios– tienen cálculos del impacto económico de sus respectivos sectores, "todo se hace debajo del agua", acusa Cantú.

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Rafael Herrerías, empresario de la Plaza México, sostiene que la fiesta "no está, ni por mucho en crisis", pero reconoce que las últimas temporadas fueron "malonas" y la taquilla "depende totalmente" de figuras del toreo español, como los matadores Enrique Ponce y Julián López El Juli o el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza.

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Jesús Arroyo, ex presidente de la Asociación de Empresarios Taurinos de México (AETM), explica que el negocio de la fiesta brava es cíclico y que sólo falta un torero atractivo para que el público colme las plazas.

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"Es cuestión de paciencia, no podemos dejar morir el negocio. Hay tiempos para echar cuetes y otros para recoger varas."

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En los hechos –dice el ex novillero y actual director general de Dresden Bank México, Luis Niño de Rivera–, la falta de visión empresarial de los encargados de manejar las plazas derivó en la "pérdida de credibilidad en el espectáculo".

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Para bajar costos se lidian toros menores de 4 años (edad mínima requerida para el toreo) que no dan la sensación de peligro real de muerte que da sentido a la fiesta; "si eso disminuye, la calidad del espectáculo baja y la gente abandona la plaza", señala Cantú.

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Cada quien su capote

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La Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia (ANCTL) cuenta con un registro de casi 300 ganaderías; sin embargo, durante 2000 sólo participaron en los festejos mexicanos 93 de ellas.

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"Los ganaderos somos la gente más significativa del medio taurino, arriesgamos más y obtenemos menos económicamente, vivimos de otra cosa, no de los toros de lidia", explica José Chafik Hamdan, dueño de la ganadería de San Martín.

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Si en España un ganadero de tradición como Victorino Martín vende en $200,000 dólares seis toros (número estándar requerido por corrida), los criadores mexicanos de astados sólo reciben $300,000 pesos por festejo.

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En cuanto a los protagonistas de la fiesta, la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos, Rejoneadores y Similares (ANMTNRS) agrupa a 600 miembros, de los cuales sólo una tercera parte está en activo, y el resto ya se ha retirado. El año pasado 130 matadores, 226 novilleros y 25 rejoneadores, entre mexicanos y extranjeros, pisaron la arena de los ruedos.

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El torero Jorge de Jesús Gleason señala que los matadores se cotizan en el mercado según el arrastre que tengan con el público.

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"En España, cuando surge un nuevo valor se le protege porque saben que va a llenar plazas, pero en México cuando un muchacho empieza a llamar la atención el empresario deja de contratarlo, de esta manera evita que crezca y cobre una mayor cantidad", comenta El Glison, como le dicen los taurófilos.

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La tarifa por la presentación de un torero varía de acuerdo al tamaño de la plaza: en una pequeña los pagos van de $40,000 a $50,000 pesos; en una grande el rango es de $200,000 a $240,000 pesos. No obstante, los honorarios para un español en una corrida mexicana pueden elevarse incluso por encima del millón de pesos.

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El ingreso no queda todo en los bolsillos del matador. El apoderado, cuya labor es semejante a la de un representante y entrenador, recibe una comisión de entre 15 y 25%. En el país sólo existen dos apoderados profesionales: Rafael Báez y José Manuel Espinoza, de tal forma que la mayoría de los lidiadores tiene que negociar sus honorarios personalmente con el empresario.

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Cada año, poco más de 200 muchachos estudian en las 38 escuelas taurinas del país. Después de un mínimo de tres años de formación, de cada generación pocos acceden a los ruedos para fungir como novilleros y sólo entre cuatro y seis llegan a tomar la alternativa, el equivalente a una licenciatura de matador.

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Pese a la dependencia de la fiesta brava respecto de los toreros españoles, la ANMTNRS no prevé acción alguna para que las plazas den mayores oportunidades a los nacionales; "no le podemos decir a las empresas a quién poner en su cartel", dice Octavio Hernández, El Gitano, consejero de la Asociación.

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Estocadas personales

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Frente a este panorama el aficionado podría preguntarse: ¿por qué en España sí es negocio y en México no? La respuesta es simple –según Rivera y Cantú, ambos ex presidentes de la Comisión Taurina del Distrito Federal–. Los empresarios ibéricos han profesionalizado la fiesta y disponen de una estructura bien definida que incluye temporadas regulares y carteles garantizados hasta con un año de anticipación.

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Adicionalmente, cuentan con subsidios gubernamentales que estimulan la cría de ganado y la realización de festejos por el potencial turístico que ofrecen al país.

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En cambio, en México las empresas taurinas se manejan como asuntos personales, no como organizaciones, y arrastran costumbres como amiguismos, vetos y prácticas monopólicas, lamentan ambos conocedores.

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Pese a que la AETM registra más de 90 empresas que organizan eventos taurinos, únicamente dos dominan el mercado: Espectáculos Taurinos de México, propiedad de Alberto Baillères (accionista mayoritario de El Palacio de Hierro, Peñoles y Grupo Nacional Provincial) y administrada por David Clemente; posee 10 de las más importantes plazas del país, entre ellas Acapulco, Monterrey y Guadalajara. La otra es La Plaza México, a cargo del veterinario Herrerías, que es la que mayor número de corridas organiza anualmente.

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"La Plaza México, Guadalajara y Monterrey son las que regulan los precios del mercado", señala Chafik, ex apoderado del matador Manolo Martínez.

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Según Cantú, estas dos empresas no compiten entre sí, pues tienen bien definidos sus mercados propios, pero cuando algún nuevo empresario trata de incursionar en el negocio taurino, ambas amenazan con vetar de sus plazas a criadores y matadores si actúan en algún coso fuera de sus dominios.

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El Glison –uno de los más populares toreros durante varios años– narra que tras ser vetado en México tuvo que abandonar su carrera. En el último lustro incursionó en la política, escribió poesía y grabó un disco para mantenerse. Hoy vive en España, donde se promociona con los empresarios europeos para volver a los ruedos.

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"Lo único que han logrado con esas prácticas es corromper la fiesta y alejar a la afición. Para revertirlo habría que regresar la grandeza al toreo mediante una competencia limpia", aconseja el ex matador.

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Chafik también fue excluido de La Plaza México. Ante las dificultades de vender convenientemente sus bureles en el país, formo una ganadería en España. Advierte que el negocio taurino en México es cada vez más antieconómico y no tendrá solución hasta que los encargados de manejarlo cambien, pero ahora, "desde luego, no están dispuestos a eso".

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Al toro por los cuernos

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Una luz de esperanza asoma, sin embargo, para el toreo mexicano gracias al apoyo de firmas con alto poder económico, como Telmex, de Carlos Slim y Grupo IUSA, propiedad de Carlos Peralta, que han emprendido proyectos para desarrollar nuevas figuras del ruedo.

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Mediante la Feria del Novillero Telmex, la telefónica promueve a jóvenes en busca de alternativas para torear en diversas arenas del país. En tanto, a través de la Escuela Internacional de Toreros de Pastejé, Peralta subsidia a muchachos para que se pongan a prueba en plazas españolas y de otros países.

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Analistas, ganaderos y empresarios, reconocen a éste como el esfuerzo más importante de los últimos años para apoyar al toreo. Incluso, algunos como Herrerías admiten que se trata de una tarea que correspondería realizar a los actores directos de la fiesta, pero que por sus distintos intereses esto no se ha logrado.

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Aunque ciertos toreros como Jesús Luján, José Luis Angelino, Anastasio Velázquez, Mario Zulaica o Rafael Rivera han surgido de ambas iniciativas, el público taurino aún no los convierte en figuras. "Es cuestión de paciencia y de seguir dando novilladas", dice Jesús Arroyo.

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Sin embargo, "la verdadera solución –comenta Luis Niño de Rivera– es que los actores de la fiesta comprendan que son los únicos que pueden levantar de nuevo el espectáculo convirtiéndose en verdaderos profesionales".

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