De reconversión en reconversión

José Murra, dueño de la tienda departamental más antigua de Torreón, Coahuila, enfrenta un desafío. A partir de noviembre, Liverpool y Sears le disputarán clientes a sus almacenes Cimaco.

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Esta ciudad que hace 10 años no despertaba interés alguno, hoy es arena para la confrontación entre grandes firmas comerciales, franquicias y supermercados venidos de fuera, como McDonald’s, Pizza Hut y Gigante.

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Los recién llegados se instalan en Plaza Galerías, el nuevo centro comercial ubicado en la periferia de la ciudad que programó abrir sus puertas este octubre. El declive de la economía no ha impedido a esta ciudad de un millón 250,000 habitantes seguir adelante con sus proyectos: un periférico, un nuevo campus universitario, dos fraccionamientos con lotes de más de 400 metros cuadrados y ampliaciones a las naves de producción de dos empresas estadounidenses.

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Torreón está en el centro de la dinámica económica de La Laguna –región que tomó el nombre de una fuente de agua que existió en el lugar hace cientos de años–, a la que están integradas Gómez Palacio y Ciudad Lerdo, Durango.

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Malas noticias

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El año arrancó con pésimas nuevas, especialmente para el sector de la confección y el vestido, que adquirió relevancia en las últimas décadas. A partir de la aplicación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), esta industria pasó de ensambladora a fabricante de prendas para exportación. "De las maquiladoras salía la ropa empaquetada directamente para Dillard’s o JC Penney", refiere Ignacio Aguirre, gerente general de Fomento Económico de La Laguna (Fomec), entidad con participación pública y privada. La capacidad para producir cinco millones de piezas había sido el orgullo de la región, hasta que llegó la actual crisis. "En 2001 se han cerrado unas 50 plantas y perdido unos 20,000 empleos", afirma el presidente de la Cámara Nacional de la Industria del Vestido y la Confección en La Laguna, Francisco Pamanes. Los mayores empleos en la zona los genera la industria, con 42% del total, seguida del comercio y la agricultura.

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La percepción general es que la situación es pasajera y que hay experiencia para salir adelante. El auge mismo de la confección es resultado de la segunda reconversión productiva en la región en los últimos 40 años (la primera fue en los 60: ante la caída en los precios del algodón, se impulsó a la industria metalmecánica, la agroindustria y la producción de leche y sus derivados). Este no es más que un bache, asegura Luis de la Rosa, un pequeño empresario con intereses en el sector metalmecánico y de medios de comunicación.

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Pese al severo problema por emisiones de plomo en que se vio envuelta y a sus dificultades financieras actuales, un exponente del vigor económico de la región es Grupo Peñoles, ubicado en Torreón. Con exportaciones a Europa, Asia y Estados Unidos, es el mayor productor de plomo y zinc de Latinoamérica, ocupa a 3,000 empleados y genera una derrama aproximada de $80 millones de pesos anuales en salarios y compras, indica Manuel Luevanos, director de Grupo Metalúrgico-Químico, que forma parte de Servicios Industriales Peñoles; a su vez, en Gómez Palacio está la sede de una de las principales procesadoras de quesos del país, Chilchota. Otra joya de la corona es Grupo Lala. Sus lácteos llegan a la mayor parte del mercado nacional y a algunos puntos de Centroamérica y Estados Unidos. "Debido a las crisis hay necesidad de integrar negocios", señala Eduardo Tricio, presidente del consorcio, por lo que paulatinamente la empresa ha sumado a sus actividades la producción de envases de plástico y cartón, alimentos balanceados y detergentes.

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La llegada a Torreón en la última década de empresas como Caterpillar y John Deere, abre nuevos horizontes. Vincent Tomlinson, director general de la segunda firma, resume los puntos por los que en 1998 eligieron esta urbe para fabricar sus motores diesel. "Torreón está cerca de la frontera, hay escuelas que satisfacen nuestras necesidades, México es un buen mercado y recibimos apoyo de Fomec para encontrar un buen terreno, con servicios y fuerza de trabajo capacitada."

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Con estos arribos, La Laguna experimentará una tercera reconversión marcada por la consolidación de la industria metalmecánica, prevé Javier Garza, empresario y primer regidor del Ayuntamiento de Torreón.

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Funcionarios y empresarios

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Garza no es el único que combina los negocios con la política. La presidencia municipal de Torreón la ocupa un industrial, Salomón Marcos Issa, en tanto que en Gómez Palacio fungió como alcalde, hasta los inicios de este año, Carlos Herrera Araluce, quien tuvo la idea de construir el primer parque industrial de La Laguna en los años 70.

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"Como empresario puedes lograr que una industria se instale, cuente con seguridad, mano de obra calificada, servicios de educación y lugares donde sus directivos tengan calidad de vida", argumenta Garza.

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La presencia corporativa tiene otros efectos. El tráfico es lento en las horas pico, sobre todo en los puntos que conectan Torreón y Gómez Palacio; el aeropuerto, construido en los años 30, está prácticamente rodeado por la mancha urbana; el flujo de trabajadores y pequeños empresarios que emigran a la zona desde distintas regiones del país es incesante. "Antes te subías a un avión y conocías a casi todos –rememora Ignacio Aguirre, de Fomec–. Ahora sólo identificas a tres o cuatro."

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La escasez de agua, preocupación de numerosas localidades del norte del país, afecta a algunos barrios de la periferia a donde el líquido puede llegar con baja presión. El flujo en el Nazas está controlado mediante una presa, desde la cual se abastecen los cultivos agrícolas, en tanto que las compañías se surten de pozos profundos.

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La atención de los empresarios está en otros temas. Por ejemplo, cuando Murra se enteró del interés de las grandes cadenas comerciales por competir en la plaza intentó sumarse al proyecto y ocupar un lugar en Plaza Galerías. Al no prosperar la idea, decidió hacer la suya: con el nombre de Plaza Cuatro Caminos, la construyó cerca del centro de Torreón. ¿Habrá clientes para todos?, se le pregunta. "Es lo que vamos a ver", responde con la seguridad de quien pudo transformar una tienda tradicional en un almacén contemporáneo. "Nosotros tenemos 71 años aquí. A ellos les va a costar tener clientela", augura.

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