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Del Hollywood Cinerama al IMAX

El negocio entró en crisis al iniciar los 70; se recuperó 20 años después.
mar 20 septiembre 2011 02:55 PM

El de 1969 fue el penúltimo año de la época de oro de las grandes salas cinematográficas en México, que inició en 1930. La declinación del negocio empezó a mediados de los 50, con la llegada de la televisión a nuestro país, pero la incorporación de adelantos tecnológicos como el cinemascope (pantalla curva que ofrece mejor resolución) y sonido de mejor calidad, aunada a la asimilación de personajes de la televisión a la pantalla grande, prolongaron el auge hasta 1970. Según muchos, la puntilla para esta industria fue la intervención del Estado.

- En 1960, por decreto del entonces presidente Adolfo López Mateos, el gobierno adquirió las salas de Compañía Operadora de Teatros y de la Cadena Oro, para poner fin al monopolio que ejercía en esta actividad William Jenkins, en sociedad con Gabriel Alarcón y Manuel Espinosa Iglesias, sólo para establecer el dominio del Estado, que se prologó 33 años. Durante ese lapso, los cines quedaron en el abandono, debido, entre otras cosas, a que eran manejados por una organización burocratizada y a que las entradas se mantuvieron con precio controlado durante mucho tiempo, pues eran consideradas dentro de la canasta básica.

- A fines de la década de los 60, ante la falta de una oferta atractiva por parte del cine nacional, el gusto del público comenzó a inclinarse hacia las cintas producidas en Hollywood. Las películas europeas podían verse casi exclusivamente en los cineclubes. A principios de los 70, a iniciativa de Gustavo Alatriste, proliferaron en el Distrito Federal y algunas de las principales ciudades del país las llamadas salas de arte, donde el costo de la entrada era mayor, pero a cambio se tenía acceso a mejores filmes, butacas cómodas, muy buenas copias y un sistema de proyección y sonido bastante aceptables. Por sus características, pese a que se montaban generalmente de dos en dos, son el antecedente más cercano de los actuales complejos de Cinemex, Cinemark y Cinépolis.

- En 1970 aparecieron los primeros multicinemas y cines gemelos –salas de menores dimensiones, que resultaban más incómodas que las tradicionales–. Estos nuevos locales de exhibición hicieron su aparición en los primeros grandes centros comerciales: en Plaza Satélite los cines Satélite 70 y en Plaza Universidad los Dorado 70. Sin embargo, seguían predominando las instalaciones enormes. Uno de los últimos grandes cines que se construyó, hacia finales de los 60 fue el Hollywood Cinerama, que ofrecía una pantalla más alargada, mejor calidad de imagen y de sonido, y películas realistas que permitían a los espectadores meterse en lo que ocurría en la cinta, ya fuera en un carrito de la montaña rusa o en un auto de Fórmula Uno. El cine Latino (al que se agregó “70” tras su remodelación), ofrecía los mismos adelantos.

- A la llegada de Luis Echeverría a la Presidencia de la república, en 1970, la actividad cinematográfica recibió un gran impulso. Su hermano Rodolfo, ex secretario general de la Asociación Nacional de Actores, quien había utilizado el apellido Landa para que no lo relacionaran con el político, se hizo cargo del Banco Nacional Cinematográfico y luchó por mejorar esta industria. Bajo su gestión, se impulsó a directores jóvenes como Arturo Ripstein, Luis Alcoriza, Alberto Isaac, Jaime Humberto Hermosillo, Felipe Cazals, José Estrada, Jorge Fons y Marcela Fernández Violante.

- Durante el sexenio 1970-1976 se dio el segundo momento decisivo para la estatización de esta actividad. El Banco Nacional Cinematográfico, a cargo de Rodolfo Echeverría, recibió un presupuesto de $1,000 millones de pesos para modernizar el aparato técnico y administrativo de la industria. En este contexto, se crea- ron en 1975 tres productoras propiedad del Estado: Conacine, Conacite I y Conacite II.

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- Como parte de las acciones para impulsar este arte se inauguró en 1974 la Cineteca Nacional, y un año después se creó el Centro de Capacitación Cinematográfica.

- Pese a la excesiva intervención del Estado, que llegó a controlar producción, distribución y exhibición, el sexenio de los Echeverría es considerado como benéfico para el sector. Durante su gestión, el cine nacional pareció tomar impulso para vivir una nueva época de oro.

- Sin embargo, bastaron seis años –los del gobierno de José López Portillo– para dar al traste con todos los logros. El mandatario en turno siguió la tradición del nepotismo con resultados funestos. Bajo la dirección de su hermana Margarita, proliferaron las películas de ficheras y la calidad de la producción cinematográfica sufrió un enorme retroceso.

- Durante la gestión de Miguel de la Madrid (1982-1988), marcada casi en su totalidad por la crisis económica que heredó de su antecesor y por los sismos de septiembre de 1985, el Estado se olvidó casi por completo del cine. La producción siguió privilegiando las cintas de ficheras y de cómicos que dominaban el albur y el doble sentido.

- Por otra parte, aunque la ley de cinematografía promulgada por Echeverría obligaba a los exhibidores a destinar la mitad del tiempo de pantalla a películas nacionales, esto no pudo cumplirse por la baja calidad de la mayoría de las producciones locales. Las pocas que valían la pena se proyectaban en salas de mala muerte durante periodos cortos.

- En 1983 se creó el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine), que dependió de la Dirección de Radio, Televisión y Cinematografía hasta 1989, cuando pasó a ser coordinado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

- La Ley de Cinematografía de 1992 abrió las puertas a la inversión extranjera y a la liberalización. Un año después, dentro del proceso de privatización del régimen de Carlos Salinas de Gortari, los cerca de 100 cines que pertenecían a la Compañía Operadora de Teatros fueron vendidos a Ricardo Salinas Pliego, dentro de un paquete que incluía los canales propiedad del Instituto Mexicano de Televisión. También se redujo el terreno del predio ocupado por los estudios Churubusco y se liquidaron Conacine y Conacite.

- En tal entorno, se gestaron los nuevos cines, agrupados en complejos comerciales de más de seis salas. La nueva legislación propició el surgimiento de Cinemark, Cinemex y Cinépolis. Estas cadenas ofrecieron múltiples salas, bien equipadas, con dulcerías rentables.

- Cinemark fue pionera. Ese mismo año apareció Cinemex, iniciada por Miguel Ángel Dávila, Alberto Fastlicht y Matthew D. Heyman, y Cinépolis se modernizó paulatinamente, hasta alcanzar 1,000 locales en 2003.

- Los nuevos conjuntos tienen entre seis y 20 salas, cada una con capacidad para entre 80 y 200 espectadores.

- Con el nuevo esquema, aunque bajo la fachada anterior, funcionan los cines Diana, Manacar, Palacio Chino, Real Cinema, Viaducto, Electra, Hipódromo, Continental, Maricala, Hollywood, Bucareli y Ermita.

- A la par de este nuevo modelo comercial para la exhibición, llegó la tecnología de punta. En 1993, El Papalote Museo del Niño inauguró su megapantalla, la cual, desde junio de 2003, dispone de un nuevo sistema Imax en tercera dimensión, único en América Latina.

- En México, a raíz de que se privatizó, el negocio de la exhibición está a salvo y ha vuelto a ser rentable. Sin embargo, la producción, el primer eslabón de la cadena de la industria cinematográfica, no ha logrado recuperarse, y aunque existe un creciente número de talentosos directores, guionistas y fotógrafos, la falta de oportunidades ha hecho que emigren hacia Hollywood.

- Paradójicamente, en la consideración de muchos participantes del medio, la solución a este problema estriba en un mayor apoyo por parte del Estado.

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